Paz Vaquero, coordinadora del Grupo de Trabajo de Tabaquismo de Neumomadrid.
El 31 de mayo de cada año, la
Organización Mundial de la Salud (OMS) y sus asociados celebran el
Día Mundial Sin Tabaco con el fin de poner de relieve los riesgos para la salud asociados con el
tabaquismo y abogar por políticas eficaces para reducir su consumo. El lema elegido para este año es
‘El tabaco, una amenaza para el desarrollo’.
“El tabaquismo es perjudicial para cualquier persona, con independencia de su sexo, su edad, su raza, su cultura y su educación”, explica
Paz Vaquero, enfermera y coordinadora del Grupo de Trabajo de Tabaquismo de Neumomadrid, la Sociedad Madrileña de Neumología y Cirugía Torácica. “Causa sufrimiento, enfermedades y fallecimientos, empobrece a las familias y debilita las economías nacionales. Además, obliga a aumentar el gasto sanitario y produce una reducción de la productividad, generando costos sustanciales para la economía de los países”.
Según Vaquero, el
consumo de tabaco agrava las desigualdades sanitarias y la pobreza, ya que las personas más pobres dedican menos recursos a necesidades básicas como la alimentación, la educación y la atención sanitaria. Cerca del 80 por ciento de las muertes prematuras causadas por el consumo de tabaco se registran en países de ingresos bajos y medianos, que tienen más dificultades para alcanzar los objetivos de desarrollo.
En el cultivo del tabaco se utilizan grandes cantidades de plaguicidas y fertilizantes que pueden ser tóxicos y contaminar fuentes de suministro de agua. “Cada año, estos cultivos utilizan 4,3 millones de hectáreas de tierra y causan entre un dos y un cuatro por ciento de deforestación del planeta”. Además, la fabricación de productos de tabaco genera dos millones de toneladas de residuos sólidos.
Romper el ciclo de la pobreza
Además de salvar vidas y reducir las desigualdades sanitarias, los programas integrales de
lucha antitabáquica pueden limitar las consecuencias negativas para el medio ambiente del cultivo, la producción, el comercio y el consumo de tabaco. “Estos programas también ayudan a romper el ciclo de la pobreza, erradicar el hambre, promover la agricultura sostenible y el crecimiento económico y luchar contra el cambio climático”, explica Vaquero. “El aumento de los impuestos sobre los productos del tabaco puede redundar en una mayor financiación de la cobertura sanitaria universal y de otros programas de desarrollo gubernamentales”.
Los usuarios actuales pueden comprometerse a no consumir más tabaco o a buscar ayuda para conseguirlo; así, no solo mejorará su salud, sino también la de las
personas expuestas al humo, especialmente los niños, así como sus familiares y amigos. El dinero ahorrado se podría utilizar para satisfacer necesidades básicas, como la compra de alimentos saludables, el cuidado de la salud y la educación.
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