Uno de los firmantes del estudio, Stanton A. Glantz.
Una investigación publicada en la revista JAMA ha dejado en evidencia
el tráfico de influencias entre las azucareras estadounidenses, los científicos y la mismísima The New England Journal of Medicine, que publicó una revisión en 1967 en la que se obviaba la relación entre el exceso de glucosa en la dieta y las enfermedades cardiovasculares.
El escándalo ha salido a la luz en un momento en el que se pone en duda la credibilidad de la comunidad científica, que en los años 60 del siglo pasado
ni siquiera exigía una declaración libre de conflictos de interés a los autores de los
papers.
Para más señas, el trabajo aportado por JAMA, que firman, entre otros,
Stanton A. Glantz y Laura A. Schmidt, de la Universidad de California, la estadounidense Fundación de Investigación del Azúcar (SRF, por sus siglas en inglés) fijó el objetivo de la revisión publicada por
The New England Journal of Medicine, aportó algunos de los artículos que serían citados en ella y, por si fuera poco, recibió algunos borradores para su corrección.
En cualquier caso, el estudio de JAMA reconoce que ninguna de esas acciones se ha podido probar de facto, y, además, la investigación adolece de limitaciones como la imposibilidad de entrevistar a los principales autores de aquella revisión, muchos de los cuales ya ha fallecido.
El poder de la industria no ha desaparecido
Con todo, lo más preocupante estriba en que, según los autores de la investigación, esa influencia de la industria azucarera estadounidense en el caudal de conocimientos científicos se prorroga en la actualidad de forma más sutil, aunque no ofrece ejemplos concretos que lo corroboren.
La propia revista publica un texto editorial,
firmado por la doctora en Medicina en la Universidad de Nueva York, Marion Nestle, en el que ésta ha avisado del “gran daño” que supone este tipo de hallazgos para la credibilidad de la comunidad científica.
“Que sirva como advertencia a políticos, investigadores, editores de revistas y periodistas de la necesidad de considerar el daño a la credibilidad cuando se trata de estudios financiados por compañías de alimentos con intereses creados en los resultados. Hay que encontrar
mejores maneras de financiarlos y de gestionar los potenciales intereses en conflicto”, ha zanjado.
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