Cristina Guijarro y Ana Duro.
Trabajar en un
hospital o en un centro de salud implica ver, día a día, a
pacientes y familiares lidiar con un proceso tan complejo y delicado como la
enfermedad, ya sea propia o ajena y en cualquiera de sus variantes. Aunque los años de experiencia consigan 'curtir' a los
profesionales sanitarios en este sentido, hay veces en las que resulta inevitable
llevar al terreno personal todas las situaciones que se viven en las consultas médicas o en las habitaciones de los pacientes.
Cristina Guijarro lo sabe bien. Como
neuróloga con tres décadas de experiencia a sus espaldas, sigue recordando las inseguridades que sintió al ser R4, ya que temía ser incapaz de proporcionar a los propios enfermos y a sus familias el apoyo que necesitan en momentos sumamente complicados. Su por aquel entonces
tutor MIR les dijo tanto a ella como a sus compañeros unas palabras que todavía le acompañan en su ejercicio profesional: "Pasarán dos o tres años y llegará un momento en el que todo lo que has aprendido se imbricará en tu cabeza y podrás
dar solución a los problemas de los pacientes". Este es uno de los puntos que ella misma intenta inculcar a los residentes que, años después, se forman en su Servicio de
Neurología.
Cómo sobrellevan los médicos los casos de los pacientes
El paso del tiempo ha dado la razón a su mentor, aunque con algunos matices. Ese
miedo de los primeros años que ella misma describe como "tremendo", pese a haber disminuido tiempo después,
"nunca termina", tal y como sostiene. "No conozco a ningún médico que no piense en un paciente crítico en casa y le de vueltas.
No existe una desconexión a ese nivel", agrega esta especialista. Basándose en su propia experiencia, Guijarro admite que, pese a que los
casos de los pacientes "con el tiempo se enfocan de manera distinta", ese 'cambio de chip' no es, en ningún caso, cuestión de relativizar. "
No significa que no te importen igual que antes,
sigues llevándote a casa los casos de los pacientes más difíciles", confiesa.
"No conozco a ningún médico que no piense en un paciente crítico en casa y le de vueltas. No existe una desconexión a ese nivel"
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Como ejemplo ilustrativo, esta neuróloga recuerda a la perfección
el caso que más le ha marcado personalmente en toda su trayectoria. No se trata de la vivencia del propio paciente sino de
la de su esposa, con la que trataba diariamente para explicarle la situación clínica de su marido. Éste llegó a la consulta de Guijarro como un
"código ictus", una valoración ante la cual su mujer "no era capaz de discernir ni enterarse de nada de lo que ocurría", en palabras de la facultativa.
En este escenario, uno de sus mayores miedos como médica fue conseguir un
consentimiento informado para intervenir al paciente. Sin embargo, la neuróloga asegura que su esposa le dio "una lección de entereza" que todavía recuerda a la perfección. "Me dijo que hiciese 'lo que tuviera que hacer', porque yo
era la única que sabía cómo 'salvar' a su marido", detalla. Al día siguiente, cuando tras la
intervención quirúrgica el enfermo consiguió articular palabras y su mujer dio un abrazo a la especialista que ella jamás olvidará. "
Esas cosas se te quedan", concluye.
Observando a sus sucesores, Guijarro opina que "
las generaciones más jóvenes son más profesionales en este sentido, pero
también más frágiles" por motivos como la
irrupción de la pandemia en sus años de formación. De cualquier manera, cree que "nadie tiene ninguna fórmula maestra" sobre la que aconsejar a los más novatos, pero que aun así "hay que ayudarles".
Pensar en los pacientes en casa desde Enfermería
Como
enfermera con 34 años de profesión a sus espaldas,
Ana Duro explica que en sus inicios tanto formativos como profesionales en la
Enfermería, tenía "muy aprendido que el principal objetivo de la profesión es la
gestión del cuidado". Ella misma recuerda que en un primer momento hizo tanto hincapié mental en este concepto que
no se preocupó por sus propias emociones: "Olvidas por desconocimiento y quizás falta de experiencia que
también es importante cuidarse a una misma y no estableces esa barrera de protección".
"En tus primeros años como enfermera olvidas que también es importante cuidarse a una misma y no estableces esa manera de protección"
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Al igual que Guijarro, Duro ha observado que con el paso del tiempo
enfoca estas situaciones de otra manera "no solo por la experiencia, sino porque te vas formando en aspectos como la
comunicación o la
inteligencia emocional", remarca. En el momento en el que ambos factores convergen, el profesional sanitario adquiere "habilidades como la
escucha activa, la empatía o la asertividad" que le ayudan a lidiar con momentos delicados.
"Aprendes a identificar y validar las
emociones de los pacientes y las tuyas propias", añade. De manera concreta, esta enfermera recuerda el caso de un adolescente con
esclerosis múltiple que le impactó especialmente a nivel personal. "Tenía la misma edad que mi hijo en ese momento, y me sentía identificada con sus padres", explica. "
Es inevitable ver en ese paciente a tu hijo y empatizas con lo que sienten sus padres, es muy difícil que estas situaciones no te afecten", relata.
Echando al vista atrás y fijándose en sus compañeros de profesión más 'novatos', esta sanitaria recomienda "
identificar las propias emociones" e intentar en la medida de lo posible "reconocer lo que nos provoca el caso de un paciente que nos ponga al límite". Insiste en la repercusión de estos escenarios en el
bienestar de los propios enfermeros, y les recuerda que "las respuestas emocionales nos afectan, pero lo importante es no llevarlas a casa". Para aquellos casos en los que los pensamientos recurrentes sean inevitables, recomienda siempre la
ayuda profesional para evitar que "afecten al día a día".
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