El estigma y la sensación de fracaso siguen presentes cuando de trata de la salud mental del colectivo médico
Cuando se trata de
pedir ayuda psicólogica, el camino que siguen los facultativos se vuelve intrincado debido a una exigencia malentendida y permanente asociada a la bata blanca. Son los encargados de
salvaguardar la salud mental de sus pacientes dentro de la consulta, y sin embargo, fuera de ella, todavía tienen que lidiar con el
estigma que sobrevuela la profesión. De hecho, no son muchas las voces que se atreven a visibilizar esta realidad en primera persona. La de María -nombre ficticio- es una de ellas.
Después de 10 años trabajando como médica de Familia en el Sistema de sanitario madrileño, la facultativa fue consciente de que algo que no iba bien. Al principio, pese a
notar ansiedad, estrés y ser incapaz de "relajarse al pensar que al día siguiente tenía que volver al trabajo", la profesional "no reconocía lo que estaba pasando, pensando que era una mala racha". "Cuando vas cayendo sí que es verdad que te
automedicas. Dices 'me pongo un ansiolítico, voy tirando'", reconoce la facultativa.
Lejos de suavizarse, la situación fue a más, abocando a la experta a pedir ayuda a un psicólogo privado mientras que le facilitaban recursos desde el
Programa de Detección Integral al Profesional Sanitario Enfermo (Paipse). Su médica de cabecera y compañera tuvo claro cuál era su diagnóstico: 'burnout' provocado por la saturación de las agendas en el puesto de Atención Primaria donde trabajaba. Como médica, María
sabía qué fármacos debía tomar pero aún así, en esta ocasión, decidió ponerse en manos de otra facultativa en vez de automedicarse, "como ocurre habitualmente" en el colectivo.
De médico a paciente debido al burnout
Anteponer la responsabilidad laboral sobre el propio bienestar fue el motivo por el cual la especialista rehusó pedir la baja. "
No quería dejar a mis pacientes, la consulta y tenía la necesidad de sacar el trabajo adelante. Además, no creía que a mí me pudiera pasar que tuviera una depresión, negando que ahora yo era el paciente.
Nos hacemos a la idea de que podemos con todo y el colectivo médico debe cambiar esta visión".
En 2019, decidió que quería cambiar de aires, dejar su consulta, y probar suerte como médica en el Servicio de Atención Rural a Morata de Tajuña. Sin embargo, la pandemia y la modificación de las
Urgencias Hospitalarias en 2022 truncaron sus planes, al tener que volver a elegir plaza, provocando una "recaída importante" que desembocaría en una baja de 4 meses y
toma de antidepresivos. "A veces hay que saber elegir también
contra qué se lucha. Por mucho que nosotros nos empeñemos, a veces se consiguen cosas y a veces no", asevera.
"Hay quién piensa que no quieres hacer tu trabajo o que estás exagerando."
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Han pasado ya cuatro años desde aquel terremoto mental, y aun así, cuando visita el centro de salud donde trabajaba todavía siente los vestigios de ese malestar. "
Todavía me provoca un poco de ansiedad cuando voy a acercándome", reconoce, una vez asentada en su plaza deseada.
Sensación de fracaso
Aún así, el buen ambiente que reinaba en el centro hizo que se sintiera menos cohibida al hablar de lo que se considera un
tabú entre los propios médicos, al ser tildados, en ocasiones de "flojos" o "quejicas". La naturaleza de la profesión no incita a los propios facultativos a pedir asistencia psicológica frente a este tipo de conductas. Más bien, les frena al concebirlo como un fracaso. "Hay compañeros que piensan que
no quieres hacer tu trabajo o es que estás exagerando. Entonces puede ser que haya mucha más gente en la situación que yo he pasado, pero no lo han sentido o no han querido valorarlo y han salido como han podido".
La autoexigencia en estos casos también actúa como una barrera invisible de derribar. La responsabilidad y el sacrificio que forran la bata blanca hace que la sombra de este problema sea más alargada entre el colectivo médico "
Tenemos la sensación de que estamos por encima de eso. Y ese es el problema, que no lo estamos, pero nos lo hacen creer", afirma la especialista, convencida de que todavía queda camino por recorrer en lo que a problemas mentales del colectivo se refiere.
"Tenemos la sensación de que estamos por encima de eso. Y ese es el problema."
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"Yo creo que hay que hablar de ello, que no nos juzguemos incluso entre nosotros, que no nos dé vergüenza. Porque tú le cuentas a alguien que tienes una
enfermedad crónica o incluso un cáncer o algo así y la gente como que te arropa. Pero el tema del
estrés y la depresión por la situación laboral yo creo que todavía no se entiende o no se quiere entender", detalla María, a favor de visibilizar esta realidad y quitarle "el estigma de vergüenza y de fracaso que pueden suponer como profesional cuando tus condiciones de trabaji sobrepasan tus fuerzas".
Desde el doble prisma, como médico y como paciente, insiste en la importancia de "
no culpabilizar a nadie por tener estos diagnósticos" para que el profesional acuda a consulta a tiempo sin tener "que llegar al exremo". "Hay que reocnocerlo antes y no cuando ya no puedes más y casi no puedes ni ir a trabajar".
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