Marcus DaSilva Goncalves.
Un estudio preclínico realizado por un equipo de investigadores del
Weill Cornell Medicine y NewYork-Presbyterian, Estados Unidos, ha revelado que
comer fructosa parece
alterar las células del tracto digestivo de forma que le
permite absorber más nutrientes. Estos cambios podrían ayudar a explicar la relación entre el
aumento del consumo de este tipo de glúcidos en todo el mundo y el incremento de las
tasas de obesidad y ciertos tipos de cáncer.
La investigación, publicada en la revista
Nature, se centró en el efecto de una
dieta rica en fructosa sobre las
vellosidades, las estructuras delgadas y pilosas que recubren el interior del intestino delgado. Las vellosidades amplían la superficie del intestino y ayudan al
organismo a absorber los nutrientes, incluidas las grasas alimentarias, de los alimentos a su paso por el tubo digestivo.
Los investigadores descubrieron que los ratones alimentados con dietas que incluían fructosa tenían vellosidades entre un
25 y un 40 por ciento más largas que las de los ratones
no alimentados con fructosa. Además, el aumento de la longitud de las vellosidades se asoció a una mayor
absorción de nutrientes, aumento de peso y
acumulación de grasa en los animales.
"La fructosa tiene una
estructura diferente a la de otros azúcares como la glucosa, y se metaboliza de forma distinta. Nuestra investigación ha descubierto que el principal metabolito de la fructosa
promueve la elongación de las vellosidades y favorece el crecimiento de los tumores intestinales", explica el autor principal,
Marcus DaSilva Goncalves.
Los investigadores no tenían previsto estudiar las vellosidades. Una investigación anterior del equipo, publicada en 2019, encontró que la fructosa en la dieta podría
aumentar el tamaño del tumor en modelos de ratón de
cáncer colorrectal, y que el bloqueo del metabolismo de la fructosa podría evitar que eso suceda.
Fructosa e hiperplasia
Al razonar que la fructosa también podría promover la
hiperplasia, o crecimiento acelerado, del intestino delgado, los investigadores examinaron los tejidos de los ratones tratados con fructosa o con una dieta de control.
Tras observar que las vellosidades eran más largas, el equipo quiso determinar si esas vellosidades funcionaban de forma diferente. Así que pusieron a los ratones en
tres grupos: una dieta normal baja en grasas, una dieta alta en grasas y una dieta alta en grasas con fructosa añadida. Los ratones del tercer grupo no sólo desarrollaron vellosidades más largas, sino que se volvieron más obesos que los ratones que recibieron la dieta alta en grasas sin fructosa.
Cambios en el metabolismo
Los investigadores examinaron detenidamente los cambios en el metabolismo y descubrieron que un metabolito específico de la fructosa, llamado
fructosa-1-fosfato, se acumulaba en niveles elevados. Este metabolito interactuaba con una
enzima metabolizadora de la glucosa llamada piruvato quinasa, para alterar el metabolismo celular y promover la supervivencia y elongación de las vellosidades.
Cuando se eliminó la piruvato quinasa o la enzima que produce la fructosa-1-fosfato, la fructosa no tuvo ningún efecto sobre la
longitud de las vellosidades. Estudios anteriores en animales han sugerido que este metabolito de la fructosa también contribuye al crecimiento de los tumores.
Según los investigadores, las observaciones en ratones tienen sentido desde una perspectiva evolutiva. "En los mamíferos, especialmente los que hibernan en
climas templados, la fructosa está muy disponible en los meses de
otoño, cuando la fruta está madura. Comer mucha fructosa puede ayudar a estos animales a absorber y convertir más nutrientes en grasa, que necesitan para pasar el invierno", sentencian.
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