Celso Arango, director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital General Universitario Gregorio Marañón.
La
prevención es una herramienta clave para
retrasar la aparición de un primer
episodio psicótico. Asimismo, las intervenciones tanto psicoterapéuticas como farmacológicas o combinadas son estrategias esenciales también para reducir el porcentaje de personas que
acaban transicionando a la psicosis. Así se puso de manifiesto en la última edición del encuentro de profesionales,
Meet The Expert, organizado por la Alianza Otsuka-Lundbeck.
En él participó
Celso Arango, director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital General Universitario Gregorio Marañón y catedrático de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid; que deja clara un hecho contrastado:
la prevención en salud mental es coste-efectiva.
¿Qué herramientas necesita el sistema sanitario español para lograr una prevención primaria que detecte a las personas con riesgo de psicosis?
Las herramientas que necesita el sistema sanitario para poder llevar a cabo una prevención primaria en salud mental son una mejor formación de los médicos de atención primaria y de los pediatras, una detección de los síntomas y señales tempranas de trastornos mentales, así como la identificación de la población de riesgo. Son herramientas que les permitan salir del propio sistema sanitario y llegar al sistema educativo, social, judicial, donde, en muchas ocasiones, se va a poder llevar una mejor prevención primaria en salud mental que incluso dentro del propio sistema sanitario.
¿Cuántas unidades de intervención temprana en psicosis tiene nuestro sistema sanitario y cuál sería la cifra o proporción deseable?
En el momento actual, tan solo un tercio de la población española está cubierta por un programa de intervención temprana en primeros episodios psicóticos. De hecho, solo tres comunidades autónomas, Cataluña, Navarra y el País Vasco, tienen cubierto al 100% de la población. El resto tiene cubiertos porcentajes muy bajos frente a los que tienen otros países de nuestro entorno.
Hay una cobertura del sistema sanitario y de salud mental, pero que no está especializada en esta intervención y que no tiene ese compromiso de intervención intensiva y temprana, que ha demostrado ser no solo eficiente sino que es, además, coste-eficiente en el sentido de que por cada euro invertido en una de estas unidades de intervención temprana en psicosis, el ahorro es de 17 euros, en función de que tienen menos ingresos hospitalarios, más posibilidades de volver a trabajar, una mayor productividad, menos intentos de suicidio y una mejor calidad de vida.
¿Cuáles son los criterios diagnósticos clave para detectar a una persona con riesgo de psicosis?
Si hay pocas unidades de intervención en primeros episodios psicóticos en nuestro país, todavía hay muchísimas menos, de hecho, son casi excepcionales, las unidades de intervención en personas de alto riesgo de tener un primer episodio psicótico. Hay distintos grupos de personas en esta situación, es decir, con alto riesgo de acabar teniendo un trastorno psicótico. Por un lado, aquellos que tienen síntomas psicóticos atenuados como delirios, alucinaciones, que son todavía aisladas o sin gran intensidad ni repercusión en el funcionamiento de la persona. También el grupo que tiene un padre o madre con trastorno mental grave, con un deterioro en su funcionamiento reciente y que está en una situación de alto riesgo.
Por otro lado, personas con condiciones genéticas que hacen que su riesgo de tener un trastorno psicótico sea mucho más alto que el de la población general, por ejemplo, sabemos que las personas que tienen ciertas deleciones en su genoma, como el síndrome 22q11, tienen 20 veces más riesgo de tener un trastorno psicótico o esquizofrenia que la población general.
"Cada euro invertido en una de estas unidades de intervención temprana en psicosis supone un ahorro de 17 euros"
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Entiendo que el médico de Familia es una pieza clave en esa política de prevención. ¿Están correctamente formados y ‘conectados’ con Psiquiatría?
Es imposible tener una buena atención a la salud mental sin tener una buena y bien dotada atención primaria. La mayor parte de las personas con trastorno mental no son tratadas, en ningún país, por la atención especializada, por los equipos de salud mental, sino que están en tratamiento por parte de los médicos de atención primaria. Es fundamental una buena formación por parte de estos profesionales y que cuenten con tiempo y los recursos para poder detectar esas señales iniciales de alarma de trastornos de ansiedad, de depresión, adaptativos, trastornos del sueño, disfunciones sexuales, problemas iniciales de la alimentación y, desde luego, síntomas de patología más grave o cuadros más graves como puede ser la ideación suicida.
Es fundamental una relación directa y diaria entre los médicos de atención primaria y el sistema de salud mental, a través de la consulta, de la presencia de los profesionales de salud mental en los centros de salud y la posibilidad de tener ese intercambio de información sobre las personas que son atendidas por atención primaria.
Usted explica que existe suficiente evidencia de que los antipsicóticos inyectables de liberación prolongada mejoran el cumplimiento terapéutico. ¿Están lo suficientemente indicados o la adherencia a los mismos tiene todavía recorrido?
En la prevención secundaria -no primaria- uno de los grandes problemas con los que nos encontramos es la adherencia terapéutica. El mejor de los medicamentos no va a ser efectivo si el paciente no lo toma. Cuando estamos hablando de patologías que afectan al cerebro y a la capacidad de tener conciencia de que uno tiene una enfermedad, esa adherencia disminuye, y es lo que sucede con los trastornos psicóticos.
Cualquier medida encaminada hacia la mejora o el aumento de las posibilidades de que el paciente no abandone el tratamiento y, por tanto, tenga gran riesgo de un segundo episodio psicótico, con un peor pronóstico después del mismo, es bienvenida. Ese mejor cumplimiento terapéutico puede conseguirse con distintas formas de administración de los fármacos antipsicóticos, de fármacos antagonistas dopaminérgicos como pueden ser los antipsicóticos de larga duración.
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