La psiquiatra Marina Díaz Marsá analiza pautas a seguir para un uso y concienciación responsable de estas tecnologías

Marina Díaz Marsá, jefa de Sección de Psiquiatría del Hospital Clínico San Carlos y vicepresidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM)
Marina Díaz Marsá, jefa de Sección de Psiquiatría del Hospital Clínico San Carlos y vicepresidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM).


31 ene. 2024 7:00H
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La influencia de las redes sociales sobre la salud mental de adolescentes y jóvenes es un debate que no se puede obviar. El último encuentro entre Investigadores en Salud Mental, Pacientes y Familiares, “Entre todos construimos Salud Mental”, organizado por CIBERSAM, la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental y la Fundación Mundo Bipolar, con la colaboración de Lundbeck, centró uno de sus bloques en ese tema. Profundizamos sobre ello con Marina Díaz Marsá, jefa de Sección de Psiquiatría del Hospital Clínico San Carlos y vicepresidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM).

Algunos estudios defienden que el uso de las redes sociales favorece la salud mental, mientras que otros concluyen lo contrario, especialmente entre adolescentes y jóvenes. Entonces, ¿qué impacto emocional tiene realmente su uso?

Marina Díaz Marsá explica que los resultados de esos estudios tienen que ver, sobre todo, con el buen uso o abuso de las redes sociales. “El abuso se ha relacionado con más ansiedad, depresión e insomnio, así como con algunas conductas agresivas en varones, y con trastornos de la conducta alimentaria en mujeres, por la comparación con los cuerpos que se exhiben en estas redes”, afirma. Sin embargo, también asegura que un uso adecuado puede favorecer la información y la comunicación entre iguales. Para ello, es necesario limitar el tiempo de uso de los adolescentes y jóvenes, y también saber en qué tipo de canales se exponen.

Entre el potencial impacto negativo que se atribuye a las redes sociales en este perfil de población se encuentra su potencial adictivo, la creación de un mundo ficticio que no favorece la autoestima, la privación del sueño ante un uso nocturno intensivo y hasta del aumento de pensamientos suicidas. ¿Hasta qué punto todo esto puede influir en el desarrollo de depresión?

La jefa de Sección de Psiquiatría del Hospital Clínico San Carlos confirma que, todos estos factores, inciden en el desarrollo de la depresión. “El insomnio es uno de los principales, por el uso continuado durante el periodo nocturno, pero también el hecho de compararse continuamente con imágenes ideales de vida que no reflejan la realidad e, incluso, el efecto adictivo que tienen las redes, con la consecuente sintomatología de abstinencia al no estar conectado. Todo ello puede conducir, como así lo han evidenciado los estudios, a la aparición de síntomas depresivos en los jóvenes y adolescentes”.

Hiperconexión virtual que conduce a la soledad no deseada


Podríamos llegar a pensar que la hiperconexión virtual en la que viven actualmente los adolescentes y jóvenes puede suponer un elemento protector frente a la depresión. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. En palabras de Díaz Marsá, “esta hiperconexión no supone un factor protector contra la depresión, ya que no se trata de relaciones auténticas donde las personas pasen tiempo de calidad, sino conexiones virtuales muy superficiales donde, muchas veces, se intenta dar una imagen que no es la real y, por lo tanto, los vínculos son más falsos, menos seguros y consistentes. Esta hiperconexión aparente, en realidad, implica más soledad que en otras épocas, y no supone un factor protector contra la depresión sino todo lo contrario”.

No en vano, a pesar de las redes sociales, la soledad no deseada ha aumentado significativamente entre los jóvenes durante los últimos años, erigiéndose en un factor de riesgo para el desarrollo de depresión. Esta aparente contradicción destapa, una vez más, la escasa calidad de las relaciones personales que, en general, se establecen en el mundo virtual. A esto, se suma otro factor, que pone de relieve la vicepresidenta de la SEPSM, el hecho de que los jóvenes pasan mucho tiempo solos en casa, “uno de los motivos por el que consumen más redes sociales al no existir una verdadera conciliación laboral en las familias actuales, lo que empobrece la vida familiar y, por tanto, la salud mental de los hijos”.

Por otro lado, las redes sociales pueden ser también una herramienta de ayuda, apoyo y escucha para las personas con depresión. En este sentido, Díaz Marsá considera que, actualmente, existen diferentes cuentas que informan sobre salud mental y son beneficiosas para psico-educar acerca de qué es la depresión, ayudando a combatir el estigma, pero siempre tienen que ir de la mano de un buen uso de las redes sociales, que exige un tiempo limitado y una selección de cuentas fiables y veraces.

En su opinión, son necesarias iniciativas y campañas en redes sociales que promuevan la relación interpersonal real, pasar tiempo al aire libre, centrarse en otras actividades de ocio que sean menos rápidas y permitan mantener durante más tiempo la capacidad de atención y concentración, como la lectura, la pintura, escuchar música... “Las redes sociales también pueden servir para divulgar cómo se podría mejorar la salud mental de los jóvenes, pero parte de ello viene por pasar mucho menos tiempo en las redes sociales”, concluye.

Las redes sociales forman parte de nuestra sociedad, y llegar a establecer una sana relación con ellas es posible, también entre el público más joven. Para Díaz Marsá es fundamental que los adolescentes y jóvenes limiten su tiempo de uso, entiendan su potencial adictivo y su capacidad para disminuir la atención y concentración, así como conocer que su uso nocturno puede producir insomnio, lo que puede llevar a la ansiedad y depresión. “Es recomendable establecer unas pautas familiares que protejan a la población joven de la depresión, favoreciendo las relaciones interpersonales, el desarrollo de otro tipo de actividades, pasar tiempo en familia y realizar ejercicio físico”.
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