Iria Grande, psiquiatra de la Unidad de Trastornos Depresivos y Bipolares del Hospital Clínic; y José Martínez-Raga, Jefe de Sección de Psiquiatría en el Hospital Universitario Doctor Peset.
Iria Grande es psiquiatra de la Unidad de Trastornos Depresivos y Bipolares del Hospital Clínic de Barcelona, Profesora Asociada en la Universidad de Barcelona e investigadora CIBERSAM, y
José Martínez-Raga es Jefe de Sección de Psiquiatría en el Hospital Universitario Doctor Peset y Profesor Asociado en la Universidad de Valencia. Ambos analizan la situación actual en la que se encuentra
el abordaje clínico de la depresión en España, las necesidades todavía no cubiertas y las perspectivas de futuro en la investigación y tratamiento de esta enfermedad mental tan prevalente. Y lo hacen como antesala del próximo webinar interactivo con clase magistral, organizado por
Lundbeck junto a expertos internacionales, que tendrá lugar el 21 de junio,
a través de Lundbeck Academy, en dos sesiones en vivo, sobre el tratamiento antidepresivo del trastorno depresivo mayor
La pandemia de
Covid-19 ha puesto sobre la mesa la importancia de la salud mental, al tiempo que ha llevado consigo un aumento de la sintomatología depresiva entre la población española. Si bien se ha intentado dotar a los servicios de Salud Mental de
herramientas para tratar de mejorar la detección de patologías como la depresión, la realidad es que los recursos siguen siendo insuficientes.
Como recuerda Iria Grande,
“la media de psiquiatras en Europa se sitúa en 18 por 100.000 habitantes, mientras que en España seguimos con una de las tasas más bajas, con un máximo de 11 psiquiatras por 100.000 habitantes. Solo Polonia y Bulgaria van por detrás de nosotros”. También la ratio de psicólogos es muy baja, 6 por 100.000 habitantes frente a los 38 de la media europea, y la enfermería de salud mental, todavía hoy, es casi testimonial, por lo que existe un amplio margen de mejora en este sentido, tal y como han puesto de manifiesto los psiquiatras Iria Grande y Martínez-Raga.
“La pandemia, por otro lado, ha servido para
sensibilizar a la población sobre los problemas de salud mental, pero también ha hecho que estemos asistiendo a una mayor demanda relacionada con los problemas de la vida diaria, que no son depresión y, en muchos casos, tampoco problemas adaptativos, y ese es el gran reto con el que se encuentra la atención primaria en estos momentos”, ha afirmado Martínez-Raga.
Ese malestar emocional, matiza Grande,
“puede tener una gran afectación en el día a día y ser el detonante de una enfermedad mental, pero también hay que tener presente que las situaciones adversas forman parte de la vida y que algunos momentos generan sufrimiento”.
Si bien la salud mental, en general, y la depresión, en particular, se han vuelto más visibles a raíz de la pandemia, los expertos coinciden en que todavía estamos lejos de romper las grandes barreras existentes. Como ha expuesto Martínez-Raga, “queda mucho trabajo por hacer a nivel público.
Hay que enseñar que el cerebro es un órgano más, uno especialmente importante, pero uno más, que se “inflama”, en el que se producen cambios químicos, que influyen la biología y la genética, como en cualquier otra patología. Se está perdiendo un poco la referencia del modelo biopsicosocial, donde
la parte biológica está especialmente estigmatizada y se pone demasiado énfasis a la parte social”.
Los problemas de salud mental constituyen el principal motivo de consulta en atención primaria -uno de cada cinco pacientes- y son relevantes a nivel hospitalario. “Alrededor del 30% de las visitas a urgencias están relacionadas con la salud mental. Sin embargo, a nivel de tratamiento se han producido menos progresos revolucionarios que en otras especialidades en las dos últimas décadas, y
es necesario que la Administración favorezca el acceso a la innovación, mediante la aprobación y financiación de nuevas opciones terapéuticas para ponerlas al alcance de los pacientes”, ha defendido el Jefe de Sección de Psiquiatría en el Hospital Universitario Doctor Peset de Valencia.
En este sentido, la tasa de respuesta al primer tratamiento antidepresivo está entre el 30-40%, por eso
los profesionales sanitarios necesitan disponer de todas las opciones posibles, para poder abordar las necesidades de cada paciente, ya que cada uno es diferente y tiene sus características clínicas y peculiaridades personales y sociales, han concluido.
Recuperación funcional, objetivo terapéutico en depresión
La gran mayoría de los pacientes con depresión se recupera, pero
alrededor del 30% pueden ver cronificada la patología. En este sentido, es importante destacar que el concepto de cronificación en las enfermedades mentales es diferente al que se maneja en medicina interna o atención primaria. “No hablamos de diabetes o hipertensión, que están constantemente presentes en la mayoría de los casos.
En depresión, la presentación es, muchas veces, de forma cíclica”, ha explicado Martínez-Raga. Así, un episodio depresivo puede llegar a la remisión completa, en la mayoría de casos, pero
quien lo ha sufrido tiene el 50% de riesgo de tener un segundo episodio y cuando se han tenido dos, el riesgo de un tercero aumenta hasta el 70%, ha afirmado. Por lo tanto, parte de la labor terapéutica es ayudar a prevenir y reducir el impacto de esas posibles recaídas.
La recuperación funcional es alta, con los medios existentes: medicación y abordajes psicosociales. Grande ha destacado, además, la importancia del equipo multidisciplinar que se ocupa de los pacientes con depresión, desde psiquiatras a psicólogos, pasando por enfermeras y trabajadores y educadores sociales. Sobre estos dos últimos perfiles ha querido también poner el acento, dado el papel que desempeñan en el caso de quienes han perdido funcionalidad,
desde ayuda con trámites burocráticos hasta la búsqueda de dispositivos sociales para que no pierdan esa integración en la sociedad.
Martínez-Raga ha insistido en la idea de que
la funcionalidad va más allá de la remisión clínica. El paciente, además de estar bien desde el punto de vista clínico, debe sentirse bien. Y aquí entran en juego otros aspectos como los síntomas cognitivos -dificultades de concentración, atención, memoria y planificación-, que tardan más en remitir.
“La funcionalidad es lo que todos queremos, no dejar de hacer nuestras actividades diarias, tener una
plena integración social y laboral”, ha concluido la psiquiatra del Hospital Clínic.
Antidepresivos, efectivos y seguros
Así como en otras enfermedades se tiene asumido que la medicación es necesaria durante el tiempo que haga falta, en las enfermedades del cerebro todavía no se produce esta situación, fruto del estigma.
“Los antidepresivos funcionan, tal y como ha concluido un reciente estudio realizado en 2018. Los psiquiatras sabemos que son efectivos y seguros, por eso los prescribimos, pero todavía se mantiene el estigma alrededor de ellos y se da la paradoja de que generan rechazo entre la población, cosa que no ocurre con las benzodiacepinas, que son las que crean adicción y dependencia. Falta formación al respecto para que la gente pierda el miedo al tratamiento antidepresivo”, ha insistido Grande.
En los casos de depresión en los que el tratamiento antidepresivo es necesario, “lo que buscamos es aquel que pensamos que puede ir mejor a cada paciente, en base a la evidencia científica. En el caso de
vortioxetina -fármaco de primera elección para la Guía Canadiense en el tratamiento de los síntomas cognitivos de la depresión-
, su perfil multimodal accede a diversos sistemas de neurotransmisión involucrados en distintos síntomas”, ha afirmado Martínez-Raga.
Otro aspecto importante que destaca Grande a la hora de elegir el antidepresivo es su perfil de tolerabilidad y la menor presencia de efectos adversos. En este sentido,
“vortioxetina, además de la eficacia antidepresiva y la mejoría de los síntomas cognitivos, también tiene una menor tasa de efectos secundarios, lo que ayuda a la adherencia”.
Ambos especialistas son partidarios de involucrar al paciente en la toma de decisiones. Sin eso, el fracaso terapéutico está casi asegurado.
Insisten en la necesidad de ayudar a los pacientes a que comprendan por qué la medicación es necesaria y cómo les va a ayudar.
Mirando hacia el futuro, Grande aspira a llegar a
“hacer el traje a medida del paciente, personalizar el tratamiento”, la misma idea sobre la que habla Martínez-Raga,
“la psiquiatría de precisión. La genética está empezando a irrumpir a la hora de marcar los tratamientos, ese es el futuro y donde habrá una de las grandes revoluciones, espero que en la próxima década”, ha finalizado.
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