5 abr. 2022 9:00H
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Haber vivido acontecimientos traumáticos es uno de los principales factores asociados al desarrollo de trastornos psiquiátricos, especialmente, depresión. El impacto del trauma infantil sobre esta enfermedad psiquiátrica tan prevalente ha sido uno de los principales temas abordados en la Jornada de Trastornos Afectivos, organizada recientemente por Lundbeck, en la que Guillermo Lahera, profesor titular de Psiquiatría en la Universidad de Alcalá, vinculado al Hospital Universitario Príncipe de Asturias, e investigador CIBERSAM, ha puesto de relieve esta asociación. Además, el encuentro también ha puesto el foco en la gravedad que entraña la depresión dual -trastorno depresivo mayor comórbido con un trastorno de uso de sustancias-, a cargo de Lara Grau, coordinadora de la Sección de Adiciones y Patología Dual del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Vall d'Hebron.
El impacto del trauma infantil sobre la depresión
Las experiencias traumáticas son aquellas que ponen en peligro la vida de la persona o su integridad física y psíquica. Son vividas con intenso temor, terror o sentimientos de indefensión. Haber pasado estas experiencias tiene un impacto muy marcado en el desarrollo de depresión en la vida adulta, tal y como ha puesto de relieve Lahera durante su intervención.
Y es que, como ha explicado, el trauma tiene un efecto neurobiológico directo, por ejemplo, acortando la extensión de los telómeros, la parte final de los cromosomas. Existe también una asociación entre trauma y marcadores inflamatorios, desde citoquinas proinflamatorias a disminución del BDNF. Los pacientes con antecedentes de experiencias traumáticas tienen, por ejemplo, mayores niveles de tensión arterial o de síndrome metabólico.
Como concluye este experto, el trauma afecta directamente a la parte del cerebro y del organismo que se relaciona con la regulación del ánimo y aumenta, de una manera marcada, la incidencia de depresión.
Pero la relación entre trauma y depresión se puede analizar desde dos direcciones, ha expuesto Lahera. Por un lado, los pacientes diagnosticados de depresión presentan una secuencia de experiencias traumáticas mayor que aquellos que no tienen depresión, en concreto, en torno al 62% de pacientes con depresión han tenido dos o más experiencias traumáticas, frente a un 28% en la población control. Por otro, los pacientes que han vivido experiencias traumáticas tienen un mayor índice de depresión que aquellos que no las han vivido. A lo largo de la vida, se calcula que en torno al 60% de los hombres y el 50% de las mujeres experimentará alguna experiencia traumática.
Además, el trauma influye en el pronóstico de la depresión. Haber tenido antecedentes de trauma infantil aumenta la frecuencia de aparición de depresión. La depresión empieza de una manera más temprana, existen peores tasas de respuesta y de remisión. Se han hipotetizado varios mediadores neurobiológicos de esta resistencia al tratamiento, pero incluso se ha visto una asociación entre trauma y alteraciones estructurales en algunas zonas como la ínsula, el córtex prefrontal y también con marcadores inflamatorios. El trauma se asocia a mayor riesgo de suicidio, a mayor índice de consumo de sustancias y a mayores alteraciones metabólicas. Es, por tanto, un factor realmente importante en la valoración del paciente depresivo, ha recordado Lahera.
Diagnóstico y abordaje diferencial del trauma en depresión
Integrar el trauma en la valoración del paciente depresivo es importante. A veces los médicos hemos subestimado ese factor de riesgo tan relevante en la biografía de los pacientes, ha reconocido este investigador CIBERSAM. Por eso, aboga por identificar a ese subgrupo de pacientes depresivos en los que se puede esperar una peor respuesta al tratamiento para darles una atención de la mayor calidad y lo más especializada posible, lo que en inglés los autores denominan una atención “sensible al trauma”.
En cuanto al tratamiento, la psicoterapia aparece como modalidad de elección a través de la terapia cognitivo conductual, la exposición progresiva y, en algunos casos, el EMDR -la sensibilización a través de movimientos oculares-. “Dentro de los antidepresivos, faltan estudios sobre la eficacia en esta subpoblación traumatizada. Entre los estudiados destaca vortioxetina que tiene, según un reciente metaanálisis, cuatro estudios a corto plazo y un estudio de prevención de recaídas en los que ha demostrado superioridad a placebo”, ha puesto de manifiesto Lahera.
Depresión dual, una entidad clínica más grave
Entre las características clínicas que presenta un trastorno depresivo comórbido a un trastorno por consumo de sustancias o cualquier otra adicción, está su mayor gravedad frente a la existencia de una sola patología. Estos pacientes tienen más sintomatología depresiva, más síntomas psicóticos asociados al consumo o fuera del consumo, más ideas heteroagresivas y autolesivas y, por tanto, son más frecuentes las ideas de suicidio y los gestos autolíticos y, en general, utilizan más recursos terapéuticos que quienes tienen una única patología. También presentan mayor comorbilidad con otras enfermedades médicas y, de este modo, el tratamiento tiene que ser muy intensivo, ha explicado Lara Grau.
El primer objetivo terapéutico pasa por lograr un buen seguimiento y una buena adherencia al tratamiento, dada la mayor dificultad de que estos pacientes asistan a consulta y pidan ayuda. Además del seguimiento y la buena vinculación, el objetivo sería conseguir una remisión de la clínica depresiva junto a una abstinencia del consumo de sustancias o adicción. Este es el objetivo para mejorar la calidad de vida y su funcionamiento global, ha detallado esta especialista.
En cuanto a la eficacia de los tratamientos en la depresión dual, la especialista ha hecho referencia a la existencia de diversos ensayos clínicos con diferentes fármacos prescritos en la actualidad, que describen que los antidepresivos tipo ISRS, los más utilizados en la práctica clínica, no han demostrado eficacia en la depresión dual. Algunos ensayos han visto que antidepresivos como el tricíclico imipramina puede ser eficaz en la depresión con trastorno por consumo de alcohol, pero no con un trastorno por consumo de otras sustancias. En general, lo que resumen los estudios es que los antidepresivos van bien para la clínica depresiva, pero no para la remisión de la adicción, ha explicado. Por lo tanto, se han de utilizar nuevos tratamientos antidepresivos para valorar si tienen alguna eficacia en el consumo de sustancias o si mejoran otros síntomas de la depresión dual, pero todavía faltan más estudios para determinar esta eficacia.
Lara Grau se ha referido también al uso de vortioxetina en la depresión dual como “una buena opción”, debido a que otros antidepresivos no han demostrado eficacia en la depresión dual. Además, “vortioxetina tiene un perfil de acción que no solo mejora la clínica depresiva, sino también los síntomas cognitivos. Los pacientes con adicción tienen muchos déficits cognitivos porque el consumo de sustancias provoca un deterioro cognitivo progresivo, y actualmente estamos tratando de abordar este aspecto, por lo tanto, considero que la vortioxetina sería un buen fármaco para poder ayudar a los pacientes con depresión dual no solo a mejorar la clínica depresiva y a valorar si mejora el consumo de sustancias, sino también a mejorar estas alteraciones cognitivas que puedan tener y son tan importantes para mantener la abstinencia a largo plazo”.
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