Giovanna Fico, psiquiatra e investigadora del Clínic de Barcelona, analiza la relación entre ambos entes

Giovanna Fico, psiquiatra e investigadora postdoctoral de la Unidad de Trastornos Bipolares y Depresivos del Hospital Clínic, analiza la relación entre medio ambiente y salud mental
Giovanna Fico, psiquiatra e investigadora postdoctoral de la Unidad de Trastornos Bipolares y Depresivos del Hospital Clínic.


23 abr. 2024 7:00H
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La exposición a la contaminación del aire y a temperaturas en aumento incrementan el riesgo de depresión, tal y como ha puesto de manifiesto Giovanna Fico, psiquiatra e investigadora postdoctoral de la Unidad de Trastornos Bipolares y Depresivos del Hospital Clínic, durante su intervención en la última edición del encuentro “Avanzando en Depresión en Atención Primaria”, organizado por Lundbeck en Madrid.

El cambio climático, un cambio a largo plazo de las temperaturas y los patrones del clima, entraña riesgos para la salud mental al provocar trastornos que van desde el malestar emocional hasta la ansiedad, depresión o conductas suicidas, según mantienen distintos organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) o el Observatorio Europeo del Clima y la Salud.

Además, “el cambio climático incrementa también el riesgo de desarrollar trastornos neurológicos, como la demencia que, muchas veces, acompaña a la depresión”, afirma esta especialista, por lo que los factores que se deberían tener en cuenta son “los meteorológicos, como el incremento de la temperatura global y, sobre todo, las temperaturas máxima y mínima, la contaminación del aire y otros factores ambientales como eventos climáticos extremos, que se relacionan con el cambio climático”, afirma Fico.

Altas temperaturas y contaminación del aire, riesgo para la salud del cerebro


Enero de 2024 ha sido el mes de enero más cálido registrado a nivel mundial, con una temperatura promedio del aire de 13,14ºC, es decir, 0,70ºC por encima del promedio de enero de 1991 a 2020. “A partir de los 23ºC, cada aumento de un grado incrementa el riesgo de depresión, mientras que la exposición a la contaminación del aire aumenta también ese riesgo. Además, aquellas personas que cuentan con un diagnóstico previo de trastorno depresivo presentan una mayor vulnerabilidad hacia el empeoramiento de esa sintomatología depresiva”, matiza esta psiquiatra.

El efecto del cambio climático sobre la depresión se ha comenzado a estudiar en los últimos años. Como pone de relieve Fico, “el primer estudio, realizado en 2019, asegura que, en una población de más de nueve millones de personas, el riesgo de desarrollar depresión se ha incrementado un 7 %, mientras que otros estudios europeos apuntan aún a cifras más elevadas. No sabemos cuáles son los factores biológicos que pueden determinar esta relación, pero probablemente implican los sistemas de inflamación o de respuesta al estrés”.

Para esta investigadora, “existe evidencia sólida que sugiere que la exposición a la contaminación del aire, especialmente a las partículas finas (PM) y a climas extremos, puede inducir estrés oxidativo, neuroinflamación y cambios estructurales en el cerebro, lo que se asocia con trastornos mentales como la depresión y un incremento del riesgo de suicidio”.

Según el Observatorio Europeo del Clima y la Salud, el cambio climático puede afectar a la salud mental a través de varias vías, como los fenómenos meteorológicos extremos, que causan trastorno de estrés postraumático, ansiedad y depresión, o las temperaturas extremas, que afectan el estado de ánimo, aumentan el riesgo de suicidio y afectan el bienestar de las personas con problemas de salud mental. Además, las hospitalizaciones por trastornos psiquiátricos y las visitas psiquiátricas de urgencia tienden a aumentar durante las olas de calor, así como las tasas de suicidio, tal y como expone el Foro Económico Mundial.

Se prevé que la frecuencia y la intensidad de las olas de calor extremas sigan aumentando en todos los escenarios de emisiones de gases de efecto invernadero. Además, la tendencia observada de condiciones más cálidas y secas en el sur de Europa continuará en las próximas décadas, lo que conducirá a aumentar la gravedad y la ocurrencia de incendios forestales, con un efecto probablemente mayor en la salud mental. Por otro lado, las proyecciones estiman que las inundaciones costeras por sí solas podrían causar cinco millones de casos adicionales de depresión leve al año en la UE para finales del siglo XXI bajo un escenario de aumento elevado del nivel del mar y en ausencia de adaptación.

Ante este escenario, España podría sufrir con dureza las consecuencias del cambio climático sobre la salud del cerebro, especialmente por el aumento de las temperaturas, ya que “uno de los factores más asociados con el empeoramiento de los síntomas depresivos es la temperatura máxima registrada”, matiza Fico.

¿Cómo abordar esta situación desde el punto de vista clínico? Para la psiquiatra del Hospital Clínic, “el enfoque terapéutico de los síntomas depresivos o del riesgo de suicidio causado por el cambio climático requiere de un enfoque integral que combine estrategias farmacológicas, tales como antidepresivos y ansiolíticos, con intervenciones no farmacológicas, incluida la terapia cognitivo-conductual, el apoyo psicosocial y la promoción de estilos de vida saludables”.

La población infantil, juvenil y adultos jóvenes son particularmente vulnerables a la angustia y los problemas de salud mental relacionados con los cambios ambientales. El cambio climático surge como una de las mayores causas de preocupación para la población infantil y juvenil, según UNICEF y Eurochild. En una encuesta mundial, que también incluye a varios países europeos, los sentimientos sobre el cambio climático afectan negativamente la vida diaria y el funcionamiento de casi la mitad de los niños y jóvenes, y el 75 % de los encuestados considera que su futuro es «aterrador». Para Fico, esta población “vive en un ambiente más estresante, con una peor proyección hacia el futuro”.

Además, esta experta señala a las personas frágiles, desde el punto de vista clínico, y a aquellas con un menor nivel sociocultural y, por tanto, con mayor dificultad de acceso a todos los recursos, como grupos de la población general más vulnerables al desarrollo de depresión ante el cambio climático.

Estrategias educativas y preventivas


En palabras de Fico, “la educación y la concienciación sobre el cambio climático son fundamentales para mejorar la comprensión de su impacto en la salud mental y promover la resiliencia emocional frente a estos desafíos”.

A pesar de los esfuerzos que se llevan a cabo para abordar la salud mental en Europa, todavía existen pocas políticas dirigidas específicamente al impacto del cambio climático en la salud mental. “Esperamos que en el futuro se hable más de la relación entre cambio climático y salud mental, en general, y depresión, en particular, y, sobre todo, se lleven a cabo mayores estudios poblacionales para conocer la prevalencia e incidencia de estos trastornos relacionados con el cambio climático y las causas biológicas subyacentes”.

Este conocimiento puede permitir, por ejemplo, llevar a cabo estrategias de prevención de estos trastornos y políticas sanitarias dirigidas a las personas con trastorno depresivo mayor o con otros trastornos mentales graves, una población especialmente vulnerable en este contexto. En este sentido, Fico cree que “se podrían adoptar medidas para prevenir otro tipo de enfermedades, también asociadas al desarrollo de síntomas depresivos, como, por ejemplo, la demencia, y llevar a cabo acciones preventivas sobre estas poblaciones de riesgo”.

Entre estas intervenciones preventivas, esta investigadora destaca la información de los riesgos que supone la exposición a estos factores ambientales, especialmente a la población más vulnerable como las personas mayores y aquellas con trastornos cognitivos y afectivos, junto a limitar su exposición a los mismos.
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