Raúl Córdoba, hematólogo del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz (Madrid).
La Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (
SEHH) ha presentado las Guías en Cardio-Oncología 2022 para hematólogos, durante un acto avalado por la International Cardio-Oncology Society (
IC-OS), y con la colaboración de
AstraZeneca. “El objetivo principal de estas guías es recoger toda la evidencia científica disponible, hoy en día, para trasladar las recomendaciones al especialista sobre cómo cuidar la salud cardiovascular de los pacientes con cáncer. Concretamente, estas guías no sólo van destinados a cardiólogos, sino también a hematólogos, oncólogos médicos y radioterápicos”, explica
Raúl Córdoba, hematólogo del
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz (Madrid) y miembro de la Junta Directiva de la SEHH.
En el documento, desarrollado por el grupo de trabajo de Cardio-Oncología de la European Society of Cardiology (ESC), en colaboración con la
European Hematology Association (EHA), la European Society for Therapeutic Radiology y la IC-OS, se dan las pautas de actuación antes de iniciar un tratamiento antineoplásico y evaluar el riesgo individual de cada paciente de desarrollar una complicación cardiovascular, cómo se debe monitorizar la aparición de posibles efectos adversos cardiovasculares durante el tratamiento oncológico y qué se tiene que vigilar una vez finalizado el mismo. En definitiva, tal y como apunta Córdoba, “se trata de prevenir complicaciones cardiovasculares, identificarlas de manera precoz, realizar un tratamiento dirigido y hacer un seguimiento a largo plazo”.
“Los hematólogos ya estábamos familiarizados con la aparición de complicaciones cardiovasculares asociadas a los
tratamientos contra linfomas, leucemias y mielomas, pero estas guías recogen toda la evidencia científica disponible sobre cómo llevar a cabo este seguimiento y nos ayudarán a estandarizar la forma en la que hay que hacerlo”, añade.
La complicación cardiovascular más diagnosticada en pacientes oncohematológicos, tradicionalmente, ha sido la insuficiencia o fallo cardiaco, asociados a efectos secundarios de los tratamientos con las antraciclinas, fármacos muy utilizados en
linfomas y leucemias. “Sin embargo, en los últimos años han llegado nuevos fármacos, como los inhibidores de tirosina quinasa, que producen otro tipo de complicaciones”, asegura Raúl Córdoba. “Por otra parte, algunos inhibidores de BCR-ABL para tratar la leucemia mieloide crónica, pueden producir isquemia arterial periférica o hipertensión pulmonar. Asimismo, para el tratamiento de la leucemia linfocítica crónica y de algunos linfomas, disponemos de inhibidores de la BTK, que se asocian a arritmias y al desarrollo de hipertensión arterial”.
Riesgo de toxicidad cardiovascular
Teresa López, cardióloga del Hospital Universitario La Paz (Madrid), coordinadora del grupo de Cardio-Oncología de la Sociedad Española de Cardiología (
SEC), y una de las especialistas que han participado en la presentación de las guías, valora dicha presentación como “una gran iniciativa porque los hematólogos deben conocer este documento e incorporar a su práctica clínica las estrategias de estratificación del
riesgo de toxicidad cardiovascular. Ellos son los “directores de orquesta” y quienes deben acordar con el equipo multidisciplinar local los criterios de derivación a cardio-oncohematología”.
Sobre este
trabajo multidisciplinar entre cardiólogos y hematólogos, López comenta que se “trata de una necesidad real porque, en estos momentos, los hematólogos disponen de herramientas terapéuticas muy eficaces que han cambiado drásticamente el pronóstico de muchos tipos de cáncer de la sangre, pero que pueden tener un impacto negativo en la salud cardiovascular de estos pacientes. Para afrontarlo, contamos con herramientas de prevención y diagnóstico precoz que nos permiten evitar muchos de estos efectos adversos, aportando a nuestros pacientes cantidad y calidad de vida”.
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