José Antonio Medina, presidente del XXII Congreso Nacional de Hospitales y Gestión Sanitaria.
Málaga acoge desde este miércoles el
XXII Congreso Nacional de Hospitales y Gestión Sanitaria, organizado por la Sociedad Española de Directivos de la Salud (Sedisa) y la Asociación Nacional de Directivos de Enfermería (Ande), que, bajo el lema
“Salud 4.0: El nuevo ecosistema”, abordará entre otros asuntos la necesidad de reformar el sistema sanitario a través de la optimización de recursos y procesos. En palabras del jefe del Servicio de Oncología Radioterápica del Hospital Virgen de la Victoria y presidente del Congreso,
José Antonio Medina, en el horizonte se halla la implantación de una nueva “cultura” hospitalaria que otorgue al paciente como “actor principal”.
¿Qué podemos esperar de este Congreso?
Lo primero que hay que celebrar es que podamos volver a vernos las caras, aunque sea con mascarilla. Lo online está muy bien, sí, pero tiene sus límites y a mí que me gusta ver a las personas. Ya como presidente del Congreso, espero que sea un punto de inflexión para la reestructuración de la sanidad. La pandemia ha demostrado que es vital que haya más innovación en la manera en que hacemos las cosas. Lo piden los profesionales, los pacientes y la propia sociedad. Creo que este es el gran marco del congreso.
Precisamente, el ‘apellido’ de este Congreso es el de “Salud 4.0: el nuevo ecosistema”. ¿A qué se refiere?
A la coordinación de todos los agentes y acciones dirigidas a la mejora de los resultados en salud. No solo hablamos de los médicos, los enfermeros y los hospitales en general, sino también a las empresas, a la sociedad, a las consejerías, a las asociaciones de pacientes… Hay que interconectarlos para reforzar el sistema organizativo de la sanidad, porque esta, por sí sola, no puede funcionar.
En la presentación del evento hablaba de “educar a los profesionales con experiencias personalizadas”. ¿De qué manera se llevará a cabo esta labor?
Los profesionales sanitarios debemos reorientar nuestra cultura, que es clásica, que viene de las facultades, que es jerárquica… hacia un modelo en el que el actor principal sea el paciente. Debemos huir de los personalismos, de los compartimentos estancos y los super departamentos y colaborar con distintas especialidades y a distintos niveles para tratar al paciente de la mejor manera posible. Porque el paciente no es del cirujano, ni del oncólogo ni del digestivo; lo que quiere es que no coordinemos y hagamos las cosas de la mejor manera y en el menor tiempo posibles. Ese es el cambio cultural que necesitamos, el de cambiar el chip y dejar de pensar en: “Este es mi paciente, este es mi departamento, y cuando sale por esa puerta ya no sé qué pasa con él”. Y para ello hacen falta líderes comprometidos con el proyecto y capaces de impulsar a su equipo, no jefes jerárquicos, que hoy en día ya no tienen sentido. Es un cambio cultural y, como todo, llevará tiempo, pero es el gran reto que tenemos que abordar a la hora de redefinir los papeles en el mundo sanitario.
¿Quiere decir que habrá también un “paciente 4.0”?
El paciente 4.0 no será; ya lo es. No hablamos de algo futuro. Es un paciente que está hiperconectado, que sabe lo que quiere y que desea intervenir en las decisiones. No solo las que se tomen sobre su proceso, sino también sobre el funcionamiento de los hospitales y los centros de salud. Quiere plasmar sus derechos o los puntos de vista que a veces los médicos ni nos planteamos. Yo, por ejemplo, soy oncólogo, y me preocupo de que se dé una respuesta radiológica, un fármaco; pero no atiendo tanto a otras cosas que sí tiene en cuenta el paciente y que tienen que ver con sus familiares o con cuestiones de accesibilidad y horarios. A veces, simplemente, es algo tan sencillo como dar un paseo.
¿En qué medida se ha instaurado ya este nuevo ecosistema en los hospitales españoles?
Pienso que el nuevo ecosistema ya es una realidad, aunque tardará en implantarse más o menos en función de la cultura que haya en cada hospital y en cada consejería y de la voluntad que tengamos todos los actores de impulsarlo. Pero quiero pensar que no es algo del futuro, sino del presente.
¿A qué otros retos se enfrentan los hospitales a corto y medio plazo?
Tenemos un modelo sanitario modélico en cuanto a calidad global, pero creo que venimos de unos años muy complejos, con la crisis de 2008 y la pandemia, que han demostrado una falta de financiación evidente en los hospitales. Hay además un sistema organizativo que, aunque ha funcionado bien, posiblemente haya que cambiar a tenor de los resultados que han obtenido otros países que han evolucionado en la manera de organizarse. Insisto en que tenemos que abordar al paciente como un todo, que sea atendido de forma global.
¿Son suficientes los medios de los que disponen los hospitales para llevar a cabo ese cambio?
Ese es un debate complejo. La pregunta es: ¿para qué queremos más medios? Porque para hacer cosas ineficientes no necesitamos más. Evidentemente no somos un país ‘rico’ en inversión sanitaria: hay un déficit de estructuras sanitarias, hay una obsolescencia tecnológica importante y también una insuficiencia de recursos humanos. Faltan médicos, y los sueldos son bajitos comparados con los de nuestro entorno. Evidentemente la sanidad necesita un impulso económico, necesita estar en la agenda política y económica, pero esa inversión debe estar dirigida a la eficiencia, porque los recursos, por sí solos, no hacen una mejor organización.
¿Qué iniciativas y proyectos hay que tener especialmente en cuenta en este Congreso?
El comité directivo ha pretendido que el Congreso sea disruptivo e innovador, y, por supuesto, hay mucha parte enfocada a la tecnología. Precisamente se celebra en Málaga, una ciudad que tiene un Parque Tecnológico importante y una Universidad que dedica mucho a la investigación. La sanidad 4.0 va a ir de la mano de las TICs, que son herramientas que nos facilitan la labor para conseguir los mejores resultados, aunque no sean el fin último. Por ello, en el Congreso se van a abordar temas de tecnología de la información y la comunicación tan interesantes como el “blockchain” o la seguridad, que es otro de los grandes retos que tienen los sistemas sanitarios. El de los datos es un mundo que me apasiona y me preocupa, porque está bien tener mucha información, pero corremos el riesgo de ser las colonias de datos que manejan otros, principalmente EEUU y China. El Congreso va a servir también para abrir un camino de colaboración entre el sector sanitario y la industria tecnológica y farmacéutica. Hay que trabajar juntos para conseguir que estas herramientas ofrezcan los mejroes resultados en salud.
Ha hecho antes mención a la quimera del Covid. ¿De qué manera ha afectado a la visión que se tiene dentro de los hospitales?
Echando la vista atrás, nadie era capaz de entender lo que pasaba. Nadie podía vislumbrar lo que nos iba a llegar, nos sabíamos apenas nada de la enfermedad. Tantos es así que, al principio, los tratamientos casi no servían de nada, y lo sé de primera mano porque fui uno de los primeros en estar ingresados por Covid. Hubo problemas por falta de material, organizativos… Ha habido una falta de coordinación muy importante de la salud pública y el ámbito sanitario con el mundo hospitalario. Eran como dos mundos diferentes. Creo que se ha demostrado que no había capacidad para tensa más el sistema sanitario, que necesitamos reformar la forma de hacer las cosas.
¿Volverán los hospitales a la realidad que imperaba antes de la pandemia?
Creo que no y así lo espero, porque sería volver a trabajar en un modelo que ya ha tocado techo. La pandemia ha demostrado la capacidad que tenemos de trabajar online. Posiblemente, la telemedicina no será perfecta, pero las llamadas telefónicas, las conexiones virtuales han dado un vuelvo a la situación sanitaria, algo impensable antes del Covid. Eso no podemos perderlo. Habrá que perfeccionarlo, mejorar cosas, pero creo que este modelo ha llegado para quedarse y es fundamental mantenerlo.
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