Momentos previos al inicio del examen MIR 2019.
Juan llega al sprint al aula 24 de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid. Quedan cinco minutos para que comience el
examen MIR 2019. “Vengo directo desde el aeropuerto. Pensaba que no llegaría a tiempo”, explica entre sudores, mientras el interventor de la prueba coloca su abrigo en el perchero. -
El examen MIR 2019, en imagenes-
“Recuerdo un año que un alumno llegó al examen
10 minutos después de comenzar, porque el taxista se había perdido. Para demostrar que era verdad se trajo consigo al conductor como justificante para hacernos ver que decía la verdad. Desgraciadamente no pudimos dejarle hacer la prueba”, afirma el funcionario del
Ministerio de Sanidad que, con este ya, es el octavo año consecutivo que custodia la
prueba para médicos.
Unos15.470 aspirantes se juegan este sábado su futuro a una carta. ¿El objetivo? Conseguir una plaza MIR
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Atrás quedan meses y meses de trabajo, aunque algunos aspirantes seguían apurando hasta el último minuto el repaso de sus apuntes. “Ahora mismo tengo la sensación de que se me ha olvidado todo el temario. Estoy muy nerviosa.
Solo quiero que pasen ya las cinco horas que dura el examen y que esto se acabe”, cuenta Sara, mientras sostiene el DNI que le da acceso al aula.
Como ella, 15.477 aspirantes se juegan este sábado su futuro a una carta. El objetivo no es otro que conseguir una de las 6.797 plazas MIR convocadas por el Ministerio de Sanidad. Para algunos suficientes, para otros la oferta sigue siendo
“insuficiente”.
“Hoy aquí más de la mitad de las personas que se presentan al
examen MIR no podrán conseguir una plaza. Después de seis años de carrera y casi un año de preparación
no podrán ejercer como médicos”, denuncia una de las madres que ha acompañado a su hijo al examen, que termina despidiéndose de él con un beso como el que le dio el
primer día de colegio.
Peregrinaje hacia el examen
A modo de peregrinaje,
médicos, enfermeros, farmacéuticos, psicólogos, biólogos, químicos y radiofísicos desfilaban desde la boca de metro de
Ciudad Universitaria en busca de su facultad y su aula. Aquí, en Madrid, más de 7.000 personas deberán de examinarse. Y ya sea por culpa de los nervios o la presión, la mayoría no era capaz de localizar su nombre en los tablones informativos colocados a las puertas de cada centro de examen, para conocer el
aula asignada.
Afortunadamente, al contrario que Juan, la mayoría de los aspirantes que se presentaban al examen han llegado casi cuatro horas antes al campus de la
Universidad Complutense. “Esta noche he soñado que no llegaba a tiempo. He preferido venir con hora y comer por la zona”, declara otra de las aspirantes que se presenta al examen EIR. Su padre, que la acompaña, asiente y confiesa que “estoy más nervioso que ella”.
Ella ya ha localizado el aula que se le ha asignado y está lista para “reventar” las 225 preguntas que le esperan por delante. Para ello, ha decidido equiparse de dos refrescos, diez chocolatinas, una grapadora y mucha paciencia. ¿El objetivo? Sobrevivir las 5 horas que le vienen por delante.
Estrés crónico y ansiedad
Si la cara es el espejo del alma, el rostro de Carlos no daba demasiada confianza. “Es difícil no desanimarse a estas alturas.
Estoy en la cuerda floja. Pero bueno, como siempre voy a por todas. Me conformaría con poder elegir cualquier especialidad”, relata este joven estudiante de Medicina, mientras recibe los últimos ánimos de sus amigos que han ido a acompañarle a la puerta del examen.
Otros directamente sucumben a la presión. “Le he dicho que
esté orgullosa del trabajo que ha estado haciendo y que esté tranquila. Nosotros ya sabemos que será una gran médico”, reconocen unos padres que han tenido que consolar a su hija, derrumbada por la ansiedad. “Eres la mejor. Mucha suerte, aunque no la necesites”, le recuerdan mientras sube las escaleras de la Facultad de Derecho,
convencida de que conseguirá su plaza MIR.
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