Un grupo de residentes en un hospital.
Los
MIR llegaron a su hospital o centro de salud hace cuatro o cinco años, llenos de ilusión y faltos de certezas.
La residencia les ha curtido como médicos y les ha enseñado que hay muchas cosas que no se aprenden en los libros, pero ahora les toca 'volar solos',
sin la tutorización de ningún adjunto. Y eso genera mucha incertidumbre.
Ignacio Poblador, residente de Familia y Comunitaria en la Comunidad de Madrid, no está demasiado agobiado por el hecho de que solo le queden 30 días para dejar de ser MIR. "En Familia tenemos más
facilidades para encontrar trabajo y
no tengo tanta presión económica, por lo que me tranquiliza un poco más", comenta a
Redacción Médica.
Lo que más va echar de menos Ignacio es la
estabilidad económica y laboral que tiene ahora mismo siendo MIR. "También, el hecho de tener compañeros de residencia con los que tienes muchas cosas en común y si surge cualquier problema, los vas comentando con ellos. Aunque ahora estaré en un centro de trabajo igual,
te puedes sentir más 'solo' de lo que estabas antes", relata Ignacio, que asume las dificultades propias de cambiar de trabajo y confía en que sus nuevos compañeros le echarán una mano siempre que lo necesite. Además, gracias a las nuevas tecnologías, seguirá en contacto con el resto de los MIR.
Las mismas dudas con 30 que con 60
Ignacio tampoco tiene ningún reparo por dejar de estar "tutorizado".
"Vamos a tener dudas, indudablemente, pero eso pasa con 30 o con 60 años", expone el médico especialista, que ya ha recibido varias ofertas, aunque la mayoría de las que llegan a los residentes, explica, son para cubrir
vacaciones de verano.
"Me marcó la primera guardia. Al principio sentía mucha emoción, pero me desperté fatal"
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"Lo que más pena me da es dejar de ver a los pacientes de mi consulta", lamenta el joven, que ha recibido el calor de los pacientes las últimas semanas: "Con los que tengo más relación y saben que me voy, dicen que me echarán de menos".
Como a cualquier MIR, hay varios momentos de la residencia que nunca podrá olvidar. "
Me marcó la primera guardia, porque era la primera vez que trabajaba durante 24 horas. Al principio sentía mucha emoción, pero me desperté fatal", rememora con cariño el joven. "También
recuerdo la primera vez que se murió una persona delante de mí, ya había visto
fallecimientos antes, pero sin conocer tanto la historia como en esta ocasión, por eso me impresionó más", reflexiona.
Para este residente,
el fin como MIR no significa romper con las relaciones forjadas durante estos años. "Siempre hay gente con la que te involucras más porque los problemas que te cuentan te llegan más.
Pensaré en ellos y preguntaré a mi tutora cómo les va", confiesa Ignacio, que se lleva una docena de nombres en su agenda.
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