Óscar Fernández-Capetillo, en el Auditorium del Palacio Euskalduna.
Para poder combatir el cáncer y, en general, cualquier enfermedad, lo primero que hay que tener en cuenta es que
toda dolencia es el fruto de una serie de pequeñas casualidades biológicas que comienzan mucho antes de lo que comúnmente se piensa.
Óscar Fernández-Capelillo, doctor en Bioquímica e investigador del
Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), ha partido de esa premisa para pronunciar la conferencia inaugural del 68 Congreso de la SEFH, una intervención que ha servido de epítome de su larga trayectoria científica en busca de fármacos cada vez más eficaces. Y todo desde una teoría de su propio cuño: la del estrés replicativo del ADN, que tiene relación directa con el cáncer y el envejecimiento.
Ante
un Auditorium del Palacio Euskalduna lleno, Fernández-Capetillo ha analizado, desde su propia experiencia personal y profesional, el impacto que el azar tiene en el comportamiento de los organismos, según lo establecido en la
teoría del equilibrio puntuado de la evolución, de
Stephen J. Gould. A partir del estudio del
síndrome de Seckel, que, entre otras consecuencias,
acelera el envejecimiento, descubrió, junto a su equipo, que ello no era sino el fruto de
pequeños deterioros que se van sumando en el ADN durante el desarrollo embrionario. “Las células madre están preparadas para reparar su material genético cuando se daña, pero, si acumulan mucho daño,
pierden esa capacidad de regeneración”, ha explicado.
Inhibir la reparación celular para combatir el cáncer
Ese hallazgo le permitió dar un paso de gigante en la
investigación de terapias contra el cáncer. “Los tratamientos oncológicos matan muchas células del cuerpo y, por ello,
provocan daños colaterales. Para combatirlo hay que tratar de diseñar
medicinas que sólo sean tóxicas con el propio cáncer y, así, eliminar esos efectos colaterales”, ha detallado.
Apoyándose en el pilar de otros experimentos de éxito anteriores como el
Gleevec o ‘bala mágica’, y teniendo en cuenta lo ya sabido acerca de que el origen del envejecimiento y las enfermedades está en la
constante ruptura y regeneración del ADN y, por ende, en su deterioro, desarrolló una suerte de inhibidor de dicha reparación. “Pensamos que, como una célula tumoral está rompiéndose y regenerándose continuamente,
añadir un inhibidor de la reparación debería ser tóxico para el tumor”, ha concretado. El fruto de aquella labor, que duró más de diez años, fue un fármaco que, según ha afirmado, “está teniendo resultados buenos en algunos casos”.
Nuevos retos: una terapia contra la ELA y una mejor quimioterapia
Desde 2015, Fernández-Capetillo compagina su trabajo en el CNIO con otros proyectos de investigación en el
SciLifeLab de Estocolmo, entre los cuales se halla la búsqueda de una
terapia contra la ELA. Junto a su equipo ha logrado generar unos compuestos que, si bien sólo se están probando en animales, “están teniendo un
impacto bastante notable en la esperanza de vida”.
Al margen de ello, sus actuales líneas de investigación se basan en el descubrimiento de nuevas ideas para el
tratamiento de enfermedades neurodegenerativas, en el estudio de la
resistencia que se desarrolla al efecto de las terapias antitumorales y la
mejora de la eficacia de la quimioterapia para limitar la aparición de tumores en el futuro.
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