Clara Serrano junto a un paciente en el hospital Monkole de Kinshasa (República Democrática del Congo).
Clara Serrano está a un curso de conseguir el título de Medicina. La joven ya ha comenzado el que será el último año de rotaciones antes de sentarse a preparar
el examen MIR. En su mente, las futuras horas de estudio empiezan a rondar, además de una ansiada plaza en Cardiología, Ginecología o Medicina Interna. También se materializa la idea de un verano de rígido calendario, apuntes y simulacros.
Un estío muy distinto al vivido este año. Y es que apenas tres semanas antes de volver a la rutina marcada por el hospital y la Universidad CEU San Pablo de Madrid,
la estudiante recorría las arenosas calles de Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo. Allí estuvo para curar, entender y aprender. Una experiencia que considera fundamental para incrementar la capacidad de comprensión de cualquier facultativo. "Era mi última oportunidad de hacerlo y no me arrepiento", ha comentado a
Redacción Médica.
No dudó en hacer las maletas y adentrarse en el territorio congoleño. Tan solo bastó la propuesta de una amiga del grado para convencerse a sí misma de que pasaría tres semanas de agosto en la cuarta ciudad más poblada de África. De esta forma, el 2 de agosto aterrizó en el aeropuerto de Kinshasa. Su objetivo era formar parte del equipo de voluntarios de
la Fundación Amigos de Monkole, que opera en el hospital de mismo nombre. Un centro moderno -con 120 camas y todas las especialidades- que asoma entre las humildes casas que componen el flanco occidental de la capital del país. Allí, la ONG atiende a aquellos que no pueden permitirse los precios del sistema sanitario nacional.
Bajo el amparo de la organización, Serrano centró su labor en Ginecología y Pediatría.
La joven participó en los cribados de cáncer de cérvix en mujeres, para prevenir el desarrollo de esta patología en el cuello uterino. A su vez, atendió a niños y niñas, pero también a madres en partos y cesáreas. En mejores y peores condiciones. Desde la tecnología del Hospital de Monkole hasta la falta de recursos de las áreas rurales. "Estuvimos en un poblado en el que trabajamos en la sala que dedicaban a natalidad en el centro de salud. No había ni luz ni agua. Los medicamentos eran muy antiguos y la mesa de operaciones asustaba", ha comentado Serrano.
Serrano con una paciente en la unidad de Maternidad del Hospital de Monkole (Kinshasa, República Democrática del Congo).
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Resolutivos pese a la falta de recursos
El Ministerio de Asuntos Exteriores recomienda evitar los centros hospitalarios de la República Democrática del Congo salvo en casos de urgencia. Tras esta afirmación, se encuentra
un sistema sanitario privado y debilitado por el impacto de las distintas epidemias, desde la COVID hasta el
MPOX, y el acecho constante de la malaria. El país cuenta con una decena de hospitales de referencia -todos en Kinshasa-, mientras que a su alrededor proliferan consultas privadas donde no se respetan las condiciones mínimas de salubridad. "A veces estos lugares son la única solución para la población, pero se juegan la vida. Una vez nos llegó una mujer desangrándose en un taxi tras ser atendida en uno de estos centros", ha relatado el presidente y fundador de la Fundación Amigos de Monkole, Enrique Barrios.
Por otro lado,
los médicos son escasos -por ejemplo, el país cuenta con 10 anestesistas, según Barrios- y no están bien pagados. La mayoría no gana más de 100 dólares estadounidenses al mes. Además, la formación de muchos de ellos es insuficiente. "Las facultades de Medicina de Kinshasa no gozan de un gran prestigio. Hay casos en los que los estudiantes pagan por la expedición del título", ha lamentado el cooperante. Serrano ha agregado que le sorprendió la tranquilidad con la que se toman la atención al paciente. "Van con mucha calma. Mientras que en España vas todo el día corriendo, allí la consulta puede prolongarse mucho. Incluso con las urgencias van poco a poco", ha afirmado.
Sin embargo, pese a las dificultades y la falta de recursos, la estudiante de Medicina ha reconocido
la capacidad de resolución de los médicos congoleños. "Cuentan con una infraestructura precaria y pocos aparatos, pero son lo suficientemente hábiles para dar respuesta a los principales problemas de salud que afrontan. Por ejemplo, pueden diagnosticar y dar tratamiento a un caso de malaria en tres horas. También cuentan con pruebas rápidas para el VIH. Incluso, pueden operar en lugares que un médico de otro lugar no se atrevería y salir airosos. Es cierto que desconocen tratamientos más modernos, pero les basta", ha argumentado la estudiante de Medicina, quien ha asegurado que poco a poco incorporan nuevos métodos para enfermedades crónicas como la diabetes o la hipertensión.
Unidad de Maternidad del Hospital de Monkole (Kinshasa, República Democrática del Congo).
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La necesidad de fomentar la formación de médicos locales
La Fundación Amigos de Monkole trabaja en Kinshasa desde hace 15 años.
La organización abarca distintas áreas, como el cuidado a la maternidad, a través del acompañamiento o la dotación de medicación. También resuelven casos de raquitismo y pie zambo en menores, con operaciones orquestadas por médicos europeos. A su vez, orquestan
los cribados de cáncer de cérvix en más de 1.500 mujeres al año, su posterior revisión y tratamiento con termoablación. Sin contar la asistencia completa a personas que no pueden pagar una cama de hospital. Un trabajo que unen a la gestión de la llegada de facultativos, enfermeras y odontólogos desde España para atender a los pacientes. Solo este año ya han viajado 15.
No obstante, uno de sus principales objetivos es
fomentar la formación. "La idea es que los médicos congoleños aprendan a curar los casos más difíciles. Por ello, acuden facultativos desde España para supervisar determinados procesos y que los locales puedan aprender", ha comentado Barrios, a quien le gustaría que el Hospital de Monkole tengan una facultad de Medicina. "Queremos contribuir a la próxima hornada de médicos del país", ha añadido.
Serrano concuerda con el fundador de la organización de cooperación sanitaria y va más allá:
la instrucción también debería recaer en la ciudadanía. "Los pacientes no cuentan con información sobre muchas enfermedades crónicas, por lo que les cuesta distinguir los síntomas. Además, si les explicas cómo funcionan algunos tratamientos, no quieren aplicárselos porque creen que es brujería", ha aseverado la estudiante. Esta última creencia afecta sobre todo a
la vacunación.
La inoculación de dosis es prácticamente nula en el país, con un calendario del que se escapan el sarampión, el rotavirus, el cáncer de cérvix o la meningitis. Un problema que se agrava con la escasez de las propias vacunas. "La destinada al papiloma humano tan siquiera ha llegado. Es demasiado caro", ha suspirado Barrios.
El 24 de agosto de agosto, Serrano despegó hacia Madrid. En su retina, una realidad distinta. "Aprendes a ver las diferencias entre país y hay aplicar los tratamientos estudiados en un contexto opuesto al español", ha afirmado. Una vez sea especialista,
su intención es volver y formar parte de las tareas de formación de los médicos congoleños. Los libros de apuntes para el MIR se cerrarán, pero su conexión con el África Subsahariana todavía tiene páginas en blanco.
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