Tamara González en una turbina del parque eólico offshore en el Mar del Norte de Reino Unido.
En u
n barco en medio del Canal de La Mancha, en pleno Océano Atlántico,
Tamara González busca un lugar donde tener la suficiente cobertura que le permita responder a las preguntas de
Redacción Médica. No quiere perder la oportunidad de
dar visibilidad a una forma de trabajar dentro del mundo sanitario
prácticamente desconocida y fuera de lo común. De hecho, esta enfermera lleva más de 10 años lejos de su zona de confort
viajando y ejerciendo en distintas partes del mundo de una manera poco convencional.
Reino Unido, Qatar, Niger, Mongolia o Dinamarca son solo algunos de los destinos donde ha dejado su huella y que, a cambio, le han nutrido de experiencias de las que podría estar hablando, prácticamente, durante todo el día. A pesar de tener 36 años, esta sanitaria reconoce que
es feliz con su modo de disfrutar la vida y, por el momento, no siente la necesidad de asentar la cabeza. “No veo un fin por ahora, ni me lo he planteado. Pero si no sigo haciendo esto no será por elección propia,
sino por fuerza mayor”, ha afirmado.
La historia de González comienza con 24 años, cuando decidió
migrar a Reino Unido a trabajar con enfermera. Las condiciones y el salario de su sistema sanitario encandilaron a esta profesional, pero no todo es oro lo que reluce y, tras
vivir un episodio de ‘burnout’, depresión,
mobbing y mucha ansiedad
dejó la Enfermería clínica a tiempo parcial y se enfocó en buscar trabajo
dentro de la industria médica.
En este sector estuvo varios años trabajando en el área formativa. Allí se encargaba de formar a los profesionales sanitarios de distintos hospitales
sobre el uso de los monitores cardíacos para pacientes que su propia empresa les vendía. A su vez, compaginaba esta labor con
turnos sueltos como enfermera en los distintos hospitales de Inglaterra. “No quería dejar del todo la sanidad después de tantos años invertidos”, ha reconocido.
También, cuando tenía huecos en su apretada agenda,
se apuntaba a ‘misiones’ de transporte aeromédico. Estos son turnos extra sobre
repatriaciones internacionales y la función de su equipo es viajar a por personas que están en un hospital fuera de Reino Unido y traerlas de vuelta. “Eso llevo haciéndolo 11 años. No es un trabajo fijo, son contratos que salen y si estás disponible te puedes unir”, ha explicado.
Ejercer de enfermera alrededor del mundo
Con el paso del tiempo González se dio cuenta de que necesitaba un cambio de aires y ‘escapar’ de la Enfermería tradicional. Así que,
dejó la industria médica y comenzó a cubrir distintos eventos por el mundo como sanitaria. Uno de los que más recuerda es el
mundial de Qatar. “Así es como se suele empezar a salir de lo convencional. Con eventos pequeños y locales, y luego se va pasando a más grandes. Aunque hay que tener en cuenta que
muchas de estas oportunidades son voluntarias”, ha advertido.
Tras el mundial de Qatar y siendo consciente de que ese estilo de vida era con el que había soñado toda su vida, se empezó a interesar
por la formación de temas en entornos remotos, muchos de ellos hostiles. “Generalmente estamos hablando de trabajos en zonas que
no tienen hospitales o acceso a la sanidad en muchos kilómetros a su alrededor", ha indicado.
Ser enfermera en una expedición de buceo
Su primera ‘gran’ experiencia en este tipo de labor fue como voluntaria en
una expedición de buceo en Belice. “Me pasé seis semanas en una isla donde buceábamos a diario. Además de ser parte del equipo sanitario, también me encargaba de la toma de datos científicos sobre las especies marinas que había”, ha argumentado.
A partir de esa vivencia fue cuando
se volcó completamente en la formación de entornos remotos. Una de las experiencias que más recuerda
es su viaje a Mongolia, donde
ejerció como sanitaria en una carrera de caballos por toda la estepa del país.
Tamara González atendiendo a un paciente en Mongolia.
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Ser enfermera durante una operación militar en Niger
Aún así, en 2020, esos planes de seguir con este estilo de vida se 'chafó'
por la llegada de la pandemia y sintió la necesidad de volver a Reino Unido para trabajar junto a sus compañeros y ayudar, en todo lo posible, a los pacientes.
Durante ese tiempo estuvo realizando
muchos test con agencias sanitarias y eso le abrió un nuevo mundo:
un contrato en África con el tema aeromedico. Hasta ese momento, en ese sector, solo había acompañado a repatriar a las personas que lo necesitaban, pero esta ‘misión’ era distinta y
pasó a formar parte del apoyo aéreo de una operación militar. “Había muchos equipos civiles incluidos en el ejército y
yo pertenecía al equipo táctico. Estábamos apoyando una intervención en Niger y teníamos que trasladar a los
soldados heridos a hospitales más avanzados”, ha relatado.
Trabajar como enfermera en mitad del mar
En el país africano estuvo durante un año y medio y, tras terminar, continúo con sus formaciones para entornos remotos. A partir de este momento fue cuando empezó
con el ‘offshore’, es decir, trabajar en el mar, donde
lleva ya cuatro años. “Ahora mismo
estoy en un barco en una construcción eólica y soy la única sanitaria para 140 trabajadores. Llevo tres semanas y me quedan otras tres porque estos trabajos van por rotaciones. Luego estaré seis semanas descansado”, ha subrayado.
Sobre todas estas experiencias, González reconoce que
esta forma de vida es la que le gusta. De hecho, cuando se quemó en el trabajo fue el momento en el que se dio cuenta de que se había acomodado y que realmente no era feliz a pesar de tener un contrato fijo y un trabajo estable. “Quería seguir haciendo cosas más aventureras porque es lo mío, lo que no es tradicional, con diferentes ‘skills’.
Y esta manera de ver el mundo es lo que me ha devuelto la ilusión”, ha detallado.
Tamara González en una plataforma del Mar del Norte en Dinamarca.
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Sentimientos de una enfermera ejerciendo en entornos hostiles
A pesar de que estar viajando constantemente sola puede generar una
sensación de vértigo, e incluso de miedo, González reconoce que, “para nada” se siente así. “Solo lo noté la primera vez que me marché fuera a vivir sola, luego no. Yo creo que los que migramos, una vez que pasas esa línea y ves que puedes hacer todo tu sola,
tienes el sentimiento de que puedes comerte el mundo”, ha narrado.
Uno de los
aspectos más negativos de llevar este estilo de vida es
la relación con la familia. En este sentido, González ha reconocido que cree que
ellos “sufren mucho”, pero es lo que les ha tocado vivir. “Soy hija única y que mis padres vean cómo me marchaba a Inglaterra que está cerca de España tiene un pase, pero ahora estoy en medio del mar, en otros momentos he estado en Mongolia viajando a caballo durante meses, y ahora, cuando termine mi contrato,
me voy a ir a Zimbabue. La familia sufre, pero
creo que también están muy orgullosos de lo que hago”, ha incidido.
Salario de una enfermera 'off shore'
En cuanto al plano económico, González es autónoma y ha indicado que, “si te lo montas bien” y "no te vuelves loco" se puede vivir bien trabajando como sanitaria en entornos remotos. “
No es un sueldo muchísimo más alto de lo que cobrarías como un sanitario convencional, pero sí que es lo suficiente como para vivir holgadamente y disfrutar de tus hobbies”.
Sobre su futuro, no tiene todavía nada decidido. Actualmente tiene 36 años, lleva 12 fuera de España y los últimos cinco trabajando en entornos remotos y, por ahora, no le ve un final. “
Ni me lo he planteado. La vida puede dar muchas vueltas, pero si no sigo en esta vida no será por elección propia, será por fuerza mayor”, ha concluido.
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