El surf está relacionado con lesiones en la piel.
18 jul. 2017 13:10H
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Uno de cada 100 deportistas padece afecciones cutáneas crónicas como consecuencia directa de la actividad que practican, según la Fundación Piel Sana. Cada año se producen 3,5 millones de lesiones en la piel relacionadas con la práctica de algún deporte. Aunque los de contacto son responsables en el 40 por ciento de los casos, no son los únicos.
Las prácticas acuáticas, muy comunes en esta época del año, son especialmente peligrosos. Así, destaca por ejemplo la palma negra, una hiperpigmentación producida al resbalar la epidermis sobre las papilas dérmicas. Es igual que el ‘talón negro’, pero en las manos. Puede aparecer en la natación o el remo. El tratamiento son los guantes y la vitamina K tópica.
Nadar también es la causa del eritema del nadador, que se reconoce por una placa enrojecida o inflamada que aparece en el hombro y desaparece pocas horas después del entrenamiento. La culpa es del roce facial al dar la brazada. Para su cura se suelen utilizar cremas hidratantes enriquecidas con glicerina.
Cuando se practica vela, piragüismo y remo es habitual que se sufra lo que se conoce como rabadilla pigmentaria, petequias que aparecen en la parte superior del pliegue interglúteo y se producen por el roce contínuo con algunas superficies. La solución es utilizar cremas aisladoras, hidratantes y epitelizantes.
El windsurf, una actividad en auge, puede desembocar en dos complicaciones. Por un lado las callosidades, la respuesta natural de la piel a la fricción crónica, produciendo hiper-queratosis. Las cremas con Urea al 30 por ciento funcionan bien. Por otro lado, el nódulo del surfista. Se trata de traumatismos y micro-hemorragias en la zona del tobillo que acaban formando una cicatriz. El motivo se debe a que uno se pasa horas sobre la tabla, provocando una calcificación del nódulo y una incrustación de la arena. También es normal en el surf. La terapia más eficaz es que recurrir a los antiinflamatorios, tanto tópicos como sistémicos.
Por último, un clásico como las quemaduras solares. Así, estar en contacto con el agua supone que la radiación solar se multiplique. En los casos más graves aparecen edemas, ampollas y dolor. Para ello hay que utilizar corticoides tópicos, y si el caso de agrava, hay que recurrir a los antibióticos.
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