Ricardo Martínez Platel / Imagen: Sandra Melgarejo
El catedrático de Derecho Civil de la Universidad de Namur (Bélgica) y presidente del Instituto Europeo de Bioética, Etienne Montero, ha asegurado a Redacción Médica que, por primera vez, la reciente norma belga que extiende la opción de eutanasia a los menores sin límite de edad ha provocado cierta reacción social. Además, apunta que es necesario generalizar los cuidados paliativos y que haya mayor formación para los profesionales.
Etienne Montero.
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¿Cuál es la situación en Europa respecto a la legislación al final de la vida?
La eutanasia solo ha sido despenalizada en tres países en todo el mundo. Únicamente en Bélgica (desde 2002), Holanda (desde 2001) y Luxemburgo (desde 2009). En Suiza utilizan el concepto de asistencia al suicidio y cuentan con organizaciones que “ayudan” a llevarlo a cabo, pero fuera del ámbito sanitario. Por su parte, en Francia tienen la ley Leonetti, que descarta ayudas activas para morir, pero prevé el derecho a que haya un control eficaz del dolor o tener la posibilidad de rechazar el encarnizamiento terapéutico. En el resto de naciones, la eutanasia está prohibida.
¿Por qué cree que solo está permitida en el Benelux?
Es complicado saber porqué se ha legalizado solo en estos países, pero sí sé porque no lo han hecho otros. En el caso alemán o austriaco está muy claro y tiene mucho que ver por el pasado nazi.
La eutanasia siempre despierta posiciones encontradas. ¿Siguen pesando más conceptos ideológicos que los científicos?
Claramente es una cuestión ideológica. Existe una reivindicación de un derecho a la eutanasia ahora que tenemos muchos recursos para tratar el dolor y que sea soportable. Se pueden interrumpir tratamientos que resulten inútiles o desproporcionados. Es viable pasar de la medicina curativa a la paliativa, que eleva la calidad de vida de los últimos días. Incluso los partidarios de la eutanasia reconocen que se puede llegar a controlar el dolor físico. Las experiencias de Bélgica y Holanda demuestran que no hay peticiones por este motivo. Sin embargo, son latentes por sufrimiento psicológico. En este contexto, la reivindicación solo puede ser por la ideología de la autonomía.
En España hay expertos que señalan que mientras no se extiendan los cuidados paliativos, no se debe plantear la opción de la eutanasia.
La gente no quiere morir y lo que les da miedo es sufrir. Es el fondo del problema. Todavía hay gente que muere mal, aunque haya recursos para evitar que así sea. Aun encontramos médicos que no son expertos en el tratamiento del dolor. La alternativa a no sufrir no es la eutanasia. Es necesario generalizar los cuidados paliativos y que haya mayor formación para los profesionales. Todo lo que sea reflexión alrededor de los síntomas desde el punto de vista bioético es beneficioso.
Desde fuera, ¿cómo se ve la postura de España en este ámbito?
En España ha habido intenciones para legislar sobre eutanasia. Algunas normas autonómicas como la andaluza o la aragonesa han podido dar pie al análisis de la utilidad de una ley de rango estatal. Desde la experiencia de Bélgica y Holanda, creo que sería un error. Lo que hay que potenciar son los recursos para los cuidados paliativos.
En algunos sectores se siguen entendiendo los cuidados paliativos como sinónimo de eutanasia. ¿Es una de las razones que ralentiza su expansión?
Son dos cosas totalmente distintas. Los cuidados paliativos ni aceleran, ni retrasan la muerte. El objetivo es acompañar al paciente cuando ha llegado el momento. Hacer quimioterapia cuando la persona va a morir en unos días es absurdo. Llegados a este punto hay que pasar a la medicina paliativa, que controle el dolor, pero nunca debe tener la pretensión de anticipar el desenlace. No se pueden administrar con mentalidad eutanásica.
¿Qué valoración hace de la ley de la eutanasia infantil belga?
Es un claro ejemplo de la relevancia que tienen los aspectos ideológicos en este asunto. En Bélgica no había ninguna demanda social, nadie ha salido a la calle para pedir la ampliación al ámbito infantil. Tampoco los pediatras habían expresado alguna postura que invitara a ello. En los últimos días, justo antes de la aprobación de la ley, hubo cada vez más firmas de catedráticos y profesores de Pediatría que manifestaban su desacuerdo con la ampliación. De hecho, se sintieron ofendidos. Se ha hecho con precipitación y sin querer escuchar el dictamen del Consejo de Estado.
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