Enrique Pita. Madrid
El maltrato a las personas más vulnerables es una de las lacras que sufre nuestra sociedad, y en ese conjunto, las mujeres mayores son uno de los eslabones más débiles. Sin embargo, la violencia que sufre este colectivo es prácticamente invisible, una “cifra oculta”, como resalta la subdirectora adjunta de Planificación y Cooperación del Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia (SAAD), Encarnación de Haro. El miedo a denunciar que ya de por sí atenaza a las víctimas de violencia de género se une a otras circunstancias propias de la vejez (enfermedades, dependencias físicas, económicas o emocionales, entre otras) para tornar más imperceptible si cabe una realidad preocupante que requiere, tal y como se ha puesto sobre la mesa en un curso organizado por el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso), un abordaje transversal que permita prevenir las situaciones de maltrato que sufren las mujeres mayores y, en caso de que estas se produzcan, solucionar el problema, en ocasiones con medidas coercitivas desde el ámbito jurídico, pero también ofreciendo ayuda a la víctima.
De izquierda a derecha: el director general del Imserso, César Antón; la delegada del Gobierno para la Violencia de Género, Blanca Hernández, y el vicepresidente 3º del Consejo Estatal de las Personas Mayores, Luis Martín Pindado.
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Pese a esa invisibilidad, y aunque la fría estadística puede aportar pocos datos pues apenas hay estudios que cuantifiquen la magnitud del problema, sí hay algunos que permiten hacerse una idea, tal y como ha destacado José María Alonso Seco, consejero técnico del Imserso. Así, sí se sabe que el 28 por ciento de las llamadas que se reciben en la Oficina de la Defensa del Anciano son por situaciones de maltrato, si bien no se distingue entre hombres y mujeres, y hay estudios que apuntan que “un tercio de las personas mayores cuidadas están en riesgo de sufrir maltrato”. Un maltrato que no es necesariamente físico, sino que puede adoptar otras formas como abusos psicológicos o económicos, más difíciles de detectar por la propia víctima, por lo que es necesario poner en su mano instrumentos para saber identificarlos, y ahí es esencial el papel de la sensibilización y la educación.
“La coordinación entre las administraciones y la sociedad civil es fundamental para avanzar en la erradicación de la violencia de género y el maltrato contra la mujer mayor”, ha destacado Blanca Hernández, delegada del Gobierno para la Violencia de Género durante su intervención en el curso, que ha señalado que “España tiene una madurez en sus políticas públicas en este campo que no tiene ningún país del mundo”, y ha apostado por incidir en la sensibilización del conjunto de la sociedad para poder detectar ese maltrato. Por su parte, el director general del Imserso, César Antón, se ha sumado a esta petición, y ha recalcado la necesidad de mejorar la formación de los cuidadores como elemento preventivo, así como poner en marcha mecanismos que permitan “dar respiro” al cuidador familiar. “Quizá en ese apoyo esté el equilibrio”, ha dicho Antón.
“La violencia de género es la peor cara de la desigualdad entre hombres y mujeres; no solo provoca muertes, sino que hace de muchas mujeres muertas en vida”, ha lamentado Teresa San Segundo, directora del máster ‘Malos tratos y violencia de género’ de la UNED, que ha recalcado que “las mujeres mayores son mucho más vulnerables, y la vulnerabilidad provoca indefensión”. Así, ha señalado que “es necesario identificar las circunstancias en que se produce para poder desenmascararla”, y ha recordado que “no se pude combatir solo con leyes, sino que es necesario avanzar en la concienciación y poner en marcha equipos multidisciplinares para hacer frente”.
Factores de riesgo
Los factores de riesgo son muchos y variados. El aislamiento social, ser mayor de 75 años, sufrir una dependencia funcional, el deterioro cognitivo y físico o la dependencia económica o emocional son algunos de los elementos que ponen en riesgo a la mujer mayor. Pero no solo hay que buscar estos factores en la víctima de maltrato, sino que también hay que poner el foco en el cuidador, en el marco sociocultural y en las instituciones residenciales. Así, en el caso del cuidador que puede tornarse agresor se han identificado factores como el aislamiento social, los problemas mentales, el estrés, el parentesco con la víctima, la falta de preparación para cuidar o su dependencia económica de la víctima.
Itziar Abad, jefa de Área en la Subdirección General de Coordinación Interinstitucional de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género; Antonio Martínezt, jurista y gerontólogo, y Gema Pérez Rojo, profesora de la Universidad CEU San Pablo.
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En el ámbito sociocultural, la consideración de la vejez como una carga, olvidando la dignidad y el respeto que ha de tenerse a la gente mayor, o unas relaciones intergeneracionales deficientes, sumadas a la existencia de una cultura de la violencia se identifican como factores que no ayudan a erradicar el problema. Por su parte, en el marco de las instituciones residenciales, Alonso Seco ha recordado algunos problemas que se han detectado y que inciden en el riesgo de maltrato: la falta de personal, que motiva en ocasiones el uso de sujeciones mecánicas o farmacológicas; las retribuciones salariales bajas; una insuficiente preparación del personal; y el insuficiente control administrativo sobre el funcionamiento de estas entidades.
Maltrato en el seno familiar
El parentesco que une habitualmente a la anciana maltratada y a su maltratador es una de las circunstancias que introduce mayor complejidad en la resolución del problema. En este punto se pueden identificar dos vectores: el maltrato de la pareja o el maltrato de los hijos, y si ya de por sí la víctima de maltrato y violencia de género es reticente a cursar una denuncia, el hecho de que en muchas ocasiones sean los propios hijos los cuidadores que devienen en maltratadores le mueve aún más a pasarlo por alto.
Según ha explicado Gema Pérez Rojo, profesora de la Universidad CEU San Pablo, centrando el foco en el ámbito de la pareja se pueden diferenciar varias circunstancias. La primera, la violencia de larga duración en parejas estables, que suele estar caracterizada por marcados roles de género y poca búsqueda de ayuda. El segundo, y menos numeroso, el de mujeres mayores que inician una nueva relación. Por último, la violencia y el maltrato que se inicia en la vejez en parejas de larga duración, que puede estar desencadenada por varios factores, desde el inicio de enfermedades crónicas a cambios físicos asociados a la edad, pasando por cambios en los roles familiares y sociales.
De izquierda a derecha: Cristóbal Fábrega, fiscal de la Audiencia de Jaén; Encarnación de Haro, subdirectora adjunta de Planificación y Cooperación del SAAD en el Imserso; Ramón Corral, presidente de la Fundación Aprocor y miembro de la Fundación Aequitas, y Pilar Sepúlveda, vocal del Consejo General del Poder Judicial.
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En todos los casos, los maltratos en el seno familiar “suelen ser de larga duración” y tienden a simultanearse distintos tipos de malos tratos, en muchas ocasiones derivados de malas relaciones previas. Pero también se aprecian situaciones como el estrés derivado de no saber cómo afrontar una situación de dependencia. Precisamente por ello es esencial formar a los cuidadores familiares y ofrecerles herramientas que les permitan descansar, los llamados “servicios de respiro”.
La visión jurídica ante los malos tratos
Una de las tentaciones ante este problema es tratar de resolverlo a golpe de normativa. Sin embargo, como ha quedado patente a lo largo del curso ‘Aspectos clave en la prevención del maltrato hacia las mujeres mayores’ del Imserso, esa visión es demasiado parcial. “La ley por sí misma no sirve para solucionar problemas sociales”, ha recalcado Cristóbal Fábrega, fiscal de la Audiencia de Jaén, que ha insistido en que debe ser prioritario “cambiar actitudes y entornos” para poder hacer frente al problema, si bien ha señalado que “poner en marcha soluciones reales cuesta mucho dinero”, y ha reclamado “mayor coordinación entre las instituciones”.
Así, ha enumerado una serie de mecanismos de protección para las mujeres mayores víctima de maltrato tales como el Teléfono del Mayor, el Instituto de la Mujer, las distintas asociaciones de mayores, la inspección de servicios sociales, los servicios sociales comunitarios o el ministerio fiscal. Además, una vez se identifica el maltrato y su origen, existen mecanismos administrativos para ponerle freno, como el cierre de la residencia en la que vive el mayor, apoyos sociales, internamientos temporales o mecanismos de tutela, además de las medidas penales.
En este sentido, Pilar Sepúlveda, vocal del Consejo General del Poder Judicial, ha reconocido que efectivamente “existen métodos para prevenir el maltrato”, pero la realidad es que sigue siendo una situación invisible. “La mujer mayor maltratada no quiere denunciar en muchas ocasiones, sino que demanda ayuda”, ha señalado, y ha recalcado que tanto menos va a denunciar si va a conllevar medidas coercitivas como el ingreso en prisión del maltratador, en muchas ocasiones un familiar directo.
La educación y sensibilización, el camino para prevenir el maltrato
“Abordar con seriedad y rigor el problema del maltrato a mujeres mayores es el mejor camino para solucionarlo”, ha reivindicado el director general del Imserso, César Antón, que ha señalado que “los responsables públicos somos los que debemos liderar la implementación de medidas para erradicar el problema”, apostando por la educación y la sensibilización social, aportando instrumentos para mejorar la preparación del cuidador y herramientas para “cuidar al cuidador”.
De izquierda a derecha: Francisco Ferrándiz, secretario general del Imserso; Teresa San Segundo, directora del máster ‘Malos tratos y violencia de género’ de la UNED, y José María Alonso Seco, consejero técnico del Imserso.
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Según ha apuntado Teresa San Segundo, uno de los ejes sobre los que hay que trabajar en es la implicación del sector sanitario en la detección de las realidades de maltrato, pero también en la educación. “El día que logremos implicar al personal sanitario en la detección de la violencia de género habremos dado un salto de gigante”, ha señalado.
Por otra parte, en el campo de la sensibilización se hace necesario implementar herramientas que saquen de la invisibilidad el problema. En imprescindible que la mujer mayor maltratada sea capaz de identificar el problema y que conozca los recursos que están a su disposición para prevenirlo y ponerle freno, pero también que el conjunto de la sociedad los conozca y sea consciente de cómo afrontar situaciones de este tipo.
En este punto se han presentado iniciativas como el programa extremeño de capacitación y detección de la violencia de género en centros de personas mayores o el proyecto ‘Empresas por una Sociedad Libre de Violencia de Género’ impulsado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y al que se han adherido cerca de 60 empresas de distintos sectores con el objetivo de sensibilizar y concienciar a las víctimas de que es posible romper con la espiral de violencia y maltratos, o el trabajo desarrollado por la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF), que ha venido trabajando para romper con la invisibilidad del problema del maltrato a las mujeres mayores al tiempo que ha puesto en marcha iniciativas para formar y sensibilizar a los profesionales para que detecten estas realidades.
En definitiva, la solución a este problema no es sencilla, pero se hace indispensable abordarlo de forma transversal, centrando esfuerzos en las labores de sensibilización, pero también coordinando a los agentes sociales y a las instituciones para mejorar en la prevención y en la detección de los casos de maltrato. En este sentido, el secretario general del Imserso, Francisco Ferrándiz, ha destacado que “buscar soluciones jurídicas sirve para dar respuesta a situaciones que ya han ocurrido, pero es nuclear centrar los esfuerzos en el aspecto preventivo para lograr reconducir este problema y reducir los casos de maltrato a las mujeres mayores”.
De izquierda a derecha: Nevenka Dobljekar, coordinadora del Proyecto Stop Violence Against Elderly Women in Slovenia; Jorge Domíngez, jefe del Área de Formación y Comunicación del Imserso; Carmen Sánchez, coordinadora en españa del Proyecto Europeo Daphne, y Bridget Mc Daid, oficial delegada para la porotección de las personas mayores de Irlanda.
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