Estudios sugieren la necesidad de un cribado de fondo de ojo y la gota alerta de la presencia de placas carotídeas

La retinopatía y la gota empeoran el pronóstico del paciente cardiovascular
El cribado de fondo de ojo detecta la presencia de retinopatía.


28 oct. 2016 10:10H
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A los factores de riesgo cardiovascular clásicos se van sumando nuevos marcadores predictores de mal pronóstico que requieren cobrar más protagonismo del que han tenido hasta ahora para seguir avanzando en el control de las patologías cardiovasculares, que a pesar de los avances siguen siendo la primera causa de muerte en España.

Durante el Congreso SEC de las Enfermedades Cardiovasculares 2016, organizado por la Sociedad Española de Cardiología (SEC) se han presentado dos estudios que revelan la necesidad de reforzar el manejo de dos complicaciones indicadoras de riesgo cardiovascular: la retinopatía y la gota.

La retinopatía es un daño de los vasos sanguíneos de la retina, que debido a una descompensación metabólica en el organismo se vuelven permeables. Puede ser de tres tipos: hipertensiva, diabética o aterosclerótica, si bien las más frecuentes son las dos primeras. La retinopatía hipertensiva la sufren hasta un 11 por ciento de los pacientes con hipertensión arterial, y la diabética aparece en el 30 por ciento de las personas con diabetes. Sin embargo, hasta el momento se ha estudiado poco la correlación entre el tipo de retinopatía y la morbilidad y mortalidad por enfermedad coronaria.

Como explica el primer firmante del trabajo, Jesús Piqueras, “llevamos a cabo un estudio prospectivo observacional de una cohorte de 54 pacientes a los que realizamos estudio de fondo de ojo y que fueron sometidos a coronariografía diagnóstica, por estudio de cardiopatía isquémica estable o para estudio previo a cirugía cardiaca”. De ellos, un 37 por ciento tenía enfermedad arterial coronaria significativa y un 95 por ciento presentaba retinopatía.

Tras un año de seguimiento, los pacientes con retinopatía hipertensiva más grave registraron una tasa de reingreso hospitalario un 11 por ciento mayor que los pacientes sin retinopatía o con retinopatía ligera. Además, “los pacientes que fueron readmitidos en el hospital durante el primer año de seguimiento tenían una puntuación de la escala de riesgo Syntax Score mayor (por la severidad de la enfermedad coronaria) y un grado de retinopatía superior”, señala Piqueras.

Ante estos resultados, los firmantes de este trabajo sugieren que, en los pacientes con peor control metabólico y más factores predisponentes para enfermedad cardiovascular, se debería realizar un cribado de fondo de ojo para detectar la presencia o no de retinopatía, como herramienta para mejorar el conocimiento del riesgo cardiovascular. 

Gota y placas carotídeas 

Por otro lado, la gota, producida por la acumulación de cristales de urato monosódico en el organismo, desencadena un proceso inflamatorio que dispara el riesgo cardiovascular. Aunque la mayoría de pacientes con nuevo diagnóstico de gota presentan un riesgo cardiovascular muy alto, lo cierto es que las herramientas de medición de riesgo infraestiman este riesgo.

“Aproximadamente dos de cada tres pacientes con gota presentan un riesgo  cardiovascular elevado, pero siempre se atribuye a la frecuente asociación con  hipertensión arterial, dislipemia, obesidad... Sin embargo, son numerosos los trabajos que en la última década muestran que la gota es per sé un factor de riesgo CV independiente, al ser una enfermedad inflamatoria crónica, asociada a los cristales de urato”, afirma María Amparo Quintanilla, del Servicio de Cardiología del Hospital General Universitario de Elche (Alicante).

En este trabajo, que incluyó 167 pacientes, se pone de manifiesto que los pacientes con gota presentan placas carotídeas al diagnóstico, a pesar de que registran una puntuación muy baja en las escalas de riesgo cardiovascular más utilizadas, como Regicor o Score. Por tanto, uno de los objetivos principales del estudio fue exponer la proporción de pacientes en muy alto riesgo cardiovascular según la ecografía carotídea (ECa), a pesar de haber obtenido una puntuación no alarmante en las escalas clásicas. Por tanto, se realizó ECa a aquellos pacientes sin riesgo alto basal, para evaluar el grosor del complejo íntima-media y la presencia de placas de ateroma (los dos marcadores principales de enfermedad coronaria).

“La técnica más barata, rápida, accesible y fiable para estimar el grosor íntima-media y detectar las placas de ateroma es la ecografía carotídea. Su aplicación parece más útil, a la vista de nuestros resultados y de estudios en población general, en pacientes clasificados como riesgo intermedio. En nuestro trabajo, a pesar de presentar un riesgo basal poco alto según las escalas de riesgo, más de la mitad de los casos fueron reclasificados por la ecografía a un nivel superior”, detalla la doctora.

De este estudio se desprende que el manejo de estos pacientes con gota debe ser doble: “Por un lado, un control estricto de los factores de riesgo cardiovascular, de forma similar a un paciente que ya ha sufrido un evento cardiaco, y por otro, el tratamiento adecuado de la enfermedad. Aunque no disponemos de datos de peso todavía, todo apunta a que la disolución de los cristales mediante la normalización de la uricemia es capaz de revertir el riesgo cardiovascular incrementado en los pacientes con gota”, concluye Quintanilla.

Este doble manejo implica la coordinación de las diferentes disciplinas involucradas en el manejo de estos pacientes, como Cardiología, Reumatología, Nefrología o Atención Primaria.
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