Nicasio Pérez, presidente de la Sección de Electrofisiología y Arritmias de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
10 oct. 2016 11:20H
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POR @JAVIERBARBADO
El control del INR (del inglés International Normalized Ratio) para mantener a raya el efecto anticoagulante de los dicumarínicos (el famoso Sintrom) no se sitúa en el rango terapéutico con facilidad. De hecho, resulta más habitual que su valor oscile fuera de éste, lo que justifica las visitas periódicas al médico de cabecera e incluso al especialista.
“De toda la población de pacientes de un centro de salud dado, en el mejor de los casos, siete de cada diez casos estará dentro de rango”, ha subrayado. Y un centro “intermedio” en su funcionamiento registrará valores del 55 por ciento de determinaciones del INR dentro del rango deseable.
“Más de un 70 por ciento de los pacientes examinados dentro del rango óptimo de INR constituye una rareza; se trataría del mejor de los casos posible”, ha aseverado.
En efecto, el problema del Sintrom reside en el elevado grado de variación de su efecto anticoagulante en función del paciente e, incluso, en el caso de cada uno de ellos, según ha señalado Pérez, lo que se debe, a veces, a motivos desconocidos, y, otras, a alteraciones de la dieta o a cambios farmacológicos que dan pie a interacciones medicamentosas.
“Por esta razón han de llevarse a cabo controles periódicos en los enfermos: el famoso INR, que mide el grado de anticoagulación de la sangre; el valor 1 sería el normal, el que debe tener una persona no anticoagulada; conforme aumenta, la sangre está cada vez más anticoagulada; un INR entre dos y tres es el que se requiere para una buena prevención tromboembólica”.
Pero lo habitual –ha recalcado– es que los valores del paciente se sitúen por encima de tres o por debajo de dos y haya que reequilibrarlo.
Uso de los nuevos anticoagulantes
“El Sintrom ya no esconde ningún secreto para los médicos: no hay más posibilidades de progreso”, ha lamentado.
De ahí que la promesa sean los llamados anticoagulantes de acción directa, nuevos medicamentos que no se prescriben, por lo general, salvo en casos concretos. “De hecho, existen bastantes desigualdades en su uso si nos fijamos en las diferentes comunidades autónomas”, ha advertido.
En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, “esta clase de fármacos se autoriza a pacientes con indicación de antocoagulación en los que ha fracasado el Sintrom, o bien han sufrido un efecto secundario grave o una hemorragia derivada de éste; en principio, es difícil, en la actualidad, que se autorice de entrada el nuevo anticoagulante salvo que el perfil del enfermo, por cualquier razón, desaconseje el uso de los dicumarínicos”, ha ilustrado.
“En el caso de los nuevos anticoagulantes, la relación entre la dosis del fármaco y su efecto es más reproducible y es menos influenciable por factores externos como la dieta, el estilo de vida, el cambio de peso del paciente o la interacción de otros medicamentos”, por lo que no requieren del control periódico o INR de los dicumarínicos.
“Al paciente se le indica una toma cada doce horas, por ejemplo; además, existen estudios multicéntricos que han demostrado que resultan igual de eficaces que el Sintrom con menor riesgo hemorrágico”, ha concluido.
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