Cristina Alcalá. Madrid
Por primera vez en España, una paciente ha sido operada con fístula aorto-esofágica, una patología muy grave en la que se comunica la luz del esófago y la aorta. Una anomalía, muy infrecuente que tiene una elevadísima mortalidad (por encima del 80 por ciento) por hemorragia digestiva exanguinante o por complicaciones infecciosas en el mediastino. La intervención ha tenido lugar en el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, gracias al trabajo conjunto de los servicios de Cirugía General, Cardiaca y Vascual.
“Es un éxito clínico, profesional, pero, sobre todo, humano”, ha destacado Ana Leal, subdirectora médica de la fundación. Junto a ella le acompañaba el equipo médico encargado de la cirugía, quienes han explicado minuciosamente los detalles de la intervención.
“En España, a mayo de 2013, se han presentado tres casos con pacientes de entre 15 a 44 años de edad. A dos de ellos se les realizó una cirugía y a uno, tratamiento conservador”, explica César Aparicio, jefe asociado de angiología y Cirugía Vascular del hospital. “Sin embargo, todos ellos fallecieron días después o en el postoperatorio”.
Aparicio ha sido el profesional encargado de dar los antecedentes de la paciente operada con éxito. Una mujer adulta que sufrió un accidente de tráfico en 2002 y a la que se le sometió a dos cirugías en 2013: la primera en marzo, donde se le intervino la aorta y el tubo digestivo (solo se le restableció la primera); y la segunda en agosto, donde, después de tratamientos antibióticos, se le restableció el esófago.
Por su parte, Gonzalo Aldámiz-Echevarría, jefe de servicio de Cirugía Cardiaca de la fundación, ha abordado la complejidad de la operación, que requirió realizar una intervención bajo circulación extracorpórea con hipotermia moderada (a 25 grados para proteger potenciales lesiones del corazón, cerebro y otros órganos). Esto permitió extirpar la aorta torácica descendente y sustituirla por un tubo de pericardio bovino, un material más resistente a la reinfección y que no produce rechazo.
El objetivo de la segunda intervención fue implantar el esófago, tal y como detalla Peter Vorwald, jefe de la unidad de Cirugía Gastroesofágica de la Fundación Jiménez Díaz, ya que la paciente, durante el tiempo de ambas cirugías, comía a través de un catéter. “Debido a que había sido intervenida del colon en dos ocasiones anteriores, no pudimos utilizarlo como sustitutivo”. “Utilizamos una plastia tibular gástrica, es decir, a partir del estómago se creó un tubo estrecho de 30 centímetros de largo que permite ser unido al esófago en el cuello”. Una técnica que permite que la mujer pueda alimentarse de nuevo sin precisar la sonda de alimentación intestinal.
“Me han devuelto la vida”, ha explicado ante los medios la paciente, María José Calderón. “En ningún momento pensé que iba a morir y animaba a los médicos a seguir adelante”.
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