El
hígado es un órgano imprescindible para el normal funcionamiento de nuestro organismo. Está encargado de:
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Fabricar la mayor parte de las proteínas que necesitamos.
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Almacenar numerosos nutrientes para ser utilizados en situaciones de mayor necesidad.
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Elaborar la bilis encargada de ayudar a la absorción intestinal de numerosos nutrientes y vitaminas.
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Fabricar sustancias encargadas de ayudar a la coagulación de la sangre.
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Depurar la sangre de sustancias tóxicas.
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Destruir microorganismos.
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Metabolizar numerosos medicamentos.
Nadie puede vivir sin hígado. El
trasplante de hígado consiste en la colocación de un hígado sano completo de un cadáver o una parte de hígado sano procedente de un cadáver o de un donante vivo, a una persona con una enfermedad irrecuperable del hígado (receptor) mediante una intervención quirúrgica. La enfermedad puede ser una hepatitis fulminante, una cirrosis o un cáncer de hígado.
Los candidatos a ser trasplantados son apuntados en una lista y, en función de la gravedad, pueden ser o no adelantados.
¿Cuándo se realiza?
El trasplante de hígado se realiza en pacientes con una
hepatitis fulminante (por virus, medicamentos o sustancias venenosas o tóxicas), una
cirrosis hepática terminal con un pronóstico de vida corto o en pacientes con un
cáncer de hígado (
hepatocarcinoma) en el que no haya extensión de la enfermedad fuera del hígado (que no haya metástasis).
¿Qué ventajas tiene?
El trasplante de hígado es la única solución para un paciente con hepatitis fulminante mortal, cirrosis hepática en estado avanzado o con un cáncer de hígado. Cuando un paciente entra en un programa de trasplante hepático es que no dispone de ninguna otra alternativa para mejorar su supervivencia.
¿Cómo debe prepararse el paciente?
El paciente que recibe un trasplante debe estar en una condición física que permita la operación y no debe tener otras enfermedades graves que comprometan su vida o el normal funcionamiento del hígado trasplantado.
Si la
cirrosis es consecuencia del consumo de alcohol, el paciente ha debido de dejar de beber al menos 6 meses antes del trasplante. La presencia de infección activa por virus de la hepatitis B, virus de la hepatitis C o virus de la inmunodeficiencia humana no impiden recibir un trasplante.
Se requiere un estudio exhaustivo antes del trasplante que descarte la presencia de enfermedades graves, cáncer o, en el caso de un hepatocarcinoma, la presencia de metástasis, así como estudios que permitan conocer la situación clínica general de la persona a operar.
Al paciente candidato a trasplante se le hace un
estudio genético dirigido a disminuir el riesgo de rechazo. Es imprescindible que exista compatibilidad de grupo sanguíneo con el donante y compatibilidad en cuanto al tamaño corporal. El
donante debe tener el mayor número de características genéticas compatibles con el receptor para reducir el riesgo de rechazo. Por este motivo es más fácil que el trasplante transcurra sin complicaciones si lo recibe de un miembro de la familia con el que ya comparte muchas características genéticas. Al donante (vivo o cadáver) se le deben realizar también diversos estudios para descartar la presencia de enfermedades transmisibles que puedan pasar al receptor, como infección por el virus del SIDA o hepatitis, y la ausencia de algún cáncer. En caso de donante vivo, éste tiene que poder soportar sin problemas una intervención quirúrgica.
¿En qué consiste el trasplante?
Cuando se dispone de un hígado compatible debe ser trasplantado a la mayor brevedad posible. Cuando se indica que el hígado procede de un cadáver, en realidad se está diciendo que procede de una persona que ha tenido un accidente y que se mantiene artificialmente viva para que el hígado y otros órganos se mantengan vivos y puedan ser trasplantados. La generosidad de esa persona mediante un
testamento en vida, o la de sus familiares es la que permite que el trasplante se ponga en marcha.
Un vez que se ha encontrado un receptor compatible con el donante se le llama por teléfono para que acuda inmediatamente al hospital. Desde ese mismo momento no debe comer ni beber nada. Al llegar al hospital se realizará un
análisis de sangre y un
electrocardiograma y se decidirá definitivamente si se es el candidato óptimo. Si este fuera el caso se continúa con el proceso.
La intervención quirúrgica para realizar el trasplante dura muchas horas, generalmente más de seis. La estancia media en el hospital si el trasplante cursa sin complicaciones es de unas 3 semanas. Algunos pacientes se van a su domicilio con un
catéter (un tubito) puesto en el abdomen por donde salen bilis (tubo en T). Este tubo puede ser retirado unas semanas después.
Situaciones en las que NO indicar un trasplante de hígado
El trasplante puede no estar indicado cuando:
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Existen otras enfermedades graves que pueden limitar la vida del paciente, por ejemplo cuando hay historia de cáncer en otra localización.
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El paciente tiene hábitos tóxicos que pueden comprometer la evolución del trasplante (consumo de drogas, alcoholismo, etc.).
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La situación física o psíquica del paciente no lo recomienda.
Efectos adversos o complicaciones
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Los pacientes que son trasplantados son sometidos a una operación con anestesia general. Como en todas estas operaciones, existe un riesgo quirúrgico no despreciable.
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El mayor riesgo de un trasplante es el rechazo. Consiste en que las defensas de nuestro organismo reconocen como extraño a un órgano que ha sido metido en un cuerpo que no le corresponde. Por eso le atacan, como si atacaran a una infección. Las posibilidades de rechazo son menores cuando se selecciona un hígado de una persona que comparte ciertas características en los genes con las del receptor del trasplante. Por ello se deben hacer análisis en el receptor y en la sangre del donante para buscar la mayor compatibilidad. Muchos de los pacientes que reciben un hígado tienen episodios de rechazo, sobre todo durante el primer año, lo que requiere ingreso hospitalario y tratamientos puntuales con medicinas más potentes para superar el episodio, lo que se consigue en la mayoría de los casos.
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Para evitar el rechazo se debe poner un tratamiento de por vida con medicinas que bajan las defensas. Este tratamiento también baja las defensas que tenemos para luchar contra las infecciones, por lo que las personas que reciben un trasplante tienen un mayor riesgo de padecer infecciones graves posteriormente.
¿Qué tratamientos posteriores deben realizarse?
La vida después del trasplante de hígado debe ser normal, pudiendo viajar, realizar deporte, seguir realizando la misma actividad laboral o escolar, etc. Se debe tomar una medicación de por vida para evitar el rechazo. Esta medicación baja las defensas por lo que pueden aparecer en el futuro más infecciones, algunas graves. También existe un riesgo moderado de desarrollar más cánceres que el que tienen personas que no reciben estas medicaciones. Las medicaciones, en función de cuáles sean, pueden también producir otros efectos adversos, en ocasiones graves. A pesar de todo ello es imprescindible tomar la medicación de forma correcta para evitar el rechazo del hígado.
El receptor del trasplante recibirá información y educación para identificar los signos de un rechazo o de una infección grave y en qué situaciones se debe acudir al hospital.
Aunque esta información ha sido redactada por un especialista médico, su edición ha sido llevada a cabo por periodistas, por lo que es un contenido meramente orientativo y sin valor de indicación terapéutica ni diagnóstica. Recomendamos al lector/a que cualquier duda relacionada con la salud la consulte directamente con el profesional del ámbito sanitario correspondiente.