Un
ataque isquémico transitorio o AIT consiste en la
aparición súbita de un defecto neurológico (pérdida brusca de visión en un ojo, dificultad para hablar o expresarse, dificultad o imposibilidad para movilizar una parte del cuerpo, alteraciones de la sensibilidad, etc.),
como consecuencia de una falta transitoria de riego a una determinada zona del cerebro que, por definición, se resuelve de forma espontánea en menos de 24 horas. Se trataría de lo que habitualmente se ha llamado
“amago de trombosis” o
“amago de infarto cerebral”.
La mayoría de ataques isquémicos transitorios
se resuelven en menos de una hora, pero existe un riesgo muy elevado de que se produzca un nuevo AIT o un ictus en los siguientes días. Por este motivo la presencia de un AIT es motivo de ingreso hospitalario. Aunque el paciente se haya recuperado de los síntomas en menos de 24 horas, cuando en el TAC se observa que hay una pequeña zona del cerebro que ha muerto (infarto cerebral), se debería llamar ictus y no AIT.
¿Cuáles son las causas de los ataques isquémicos transitorios?
Las causas de un AIT son
las mismas que las de un ictus e incluyen:
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La presencia de arteriosclerosis en las arterias del interior del cerebro. La arteriosclerosis consiste en la presencia de placas de grasa en el interior de las arterias (las tuberías por donde va la sangre), las cuales dificultan el paso de la sangre. Si una de estas placas se rompe ligeramente, puede formarse un pequeño coágulo en su superficie que puede obstruir completamente el paso de la sangre. Si esta obstrucción se mantiene en el tiempo, puede morirse una parte del cerebro como consecuencia de la falta de riego, lo que se denomina un ictus. Si por el contrario la falta de riego es pasajera, porque el coágulo (o trombo) se deshace espontáneamente, hablamos de un AIT. Dado que la arteriosclerosis es favorecida por la presencia de determinados factores de riesgo (edad avanzada, ser varón, diabetes, hipertensión arterial, tabaquismo y colesterol elevado), todos estos factores se asocian también con un mayor riesgo de AIT.
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La presencia de embolias. Un émbolo es un coágulo de sangre que se forma en algún lugar del interior del corazón o de las arterias, se suelta y viaja por la sangre hasta que llega a una zona más estrecha por donde no puede pasar, obstruyendo el paso de la sangre. Los émbolos suelen provenir:
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Del corazón. Pueden producirse embolias desde el corazón en pacientes con una arritmia llamada fibrilación auricular, en pacientes con válvulas artificiales de corazón (prótesis), en personas que han tenido un infarto de miocardio reciente, en personas con miocardiopatías o en personas con enfermedades de las válvulas cardiacas.
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De la arteria aorta. En el interior de la arteria aorta pueden formarse pequeños trombos que pueden soltarse y dirigirse hacia el cerebro produciendo una embolia.
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De arterias más cercanas al corazón (carótidas) desde donde se sueltan pequeños trombos que llegan a ramas cerebrales más estrechas produciendo la embolia. Esto es frecuente en personas que tienen una estenosis carotídea.
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En algunas personas que tienen una comunicación entre el lado derecho y el lado izquierdo del corazón (comunicación interauricular o CIA), los trombos que se puedan formar en las piernas y que normalmente acabarían en el pulmón (tromboembolismo pulmonar) pueden pasar directamente al lado izquierdo del corazón y de ahí al cerebro produciendo un AIT o un ictus.
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Otras causas más infrecuentes de AIT son:
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Enfermedades que producen hipercoagulabilidad de la sangre y, por tanto, en las que se puedan formar coágulos directamente en el interior de las arterias del cerebro.
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Displasia fibromuscular. Se trata de una enfermedad que predomina en mujeres en la que algunas arterias presentan estrecheces y dilataciones, como un rosario. Suele no producir síntomas, pero a veces produce ictus o AIT y la afectación de la arteria renal puede producir hipertensión arterial.
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Toma de algunas medicinas, fundamentalmente anfetaminas y cocaína.
Síntomas de un AIT
Lo característico del AIT es la aparición súbita de un problema neurológico que se resuelve completamente en menos de 24 horas. Este problema neurológico es muy variable, en función de la zona cerebral afectada por la falta de riego. En general, los síntomas más habituales son:
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Pérdida de fuerza en una mitad del cuerpo (brazo y pierna del mismo lado) acompañado o no de desviación de la boca o de dificultades para hablar.
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Torcedura de la boca hacia un lado.
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Hormigueo en una mitad del cuerpo (brazo y pierna del mismo lado)
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Dificultad para hablar normalmente o para poder expresarse.
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Dificultad para entender lo que se le dice.
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Pérdida súbita de la visión por un ojo.
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Dificultad para mantenerse de pie por falta de equilibrio o desviación hacia un lado al caminar.
El principal problema de un AIT es que 1 ó 2 de cada 10 personas que lo tienen desarrollarán un ictus en los siguientes 3 meses, casi todos ellos en los 2 días siguientes al AIT. Por este motivo, tras sufrir un AIT se requiere ingreso hospitalario para mantener al paciente vigilado en el caso de que aparezca un ictus y para realizar un estudio urgente del problema y el inicio del tratamiento.
¿Cómo se diagnostican?
El diagnóstico de un ataque isquémico transitorio es clínico al tratarse de un defecto neurológico de inicio súbito que desaparece totalmente en menos de 24 horas. Existen otras enfermedades cerebrales que pueden producir un defecto neurológico brusco y transitorio, como la jaqueca (migraña) acompañada, o la epilepsia. En los pacientes con un AIT el TAC suele ser normal o demostrar lesiones de ictus antiguos.
Se deben realizar una serie de pruebas para conocer, si fuera posible, la causa del AIT. Para ello se puede solicitar un
análisis de sangre, un
electrocardiograma, un
ecocardiograma, una
ecografía de las arterias carótidas, etc.
¿Son hereditarios?
Existen enfermedades hereditarias que se asocian a un mayor riesgo para desarrollar un ictus o un AIT. Sin embargo la mayoría de los casos no son debidos a ninguna enfermedad hereditaria concreta.
Prevención de los ataques isquémicos transitorios
Existen varias acciones que pueden realizarse para prevenir un AIT y un ictus. El control de los factores de riesgo cardiovascular, el abandono del tabaquismo, el control del colesterol, el control de la diabetes y el control de la tensión arterial, son medidas básicas para evitar el desarrollo de arteriosclerosis y reducir así el riesgo de enfermedades cardiovasculares, entre ellas el AIT y el ictus. Dicho control debe realizarse con
dieta, actividad física, mantenimiento de un peso adecuado y, en los casos en los que sea preciso, tratamiento con medicinas.
En pacientes con riesgo de desarrollar coágulos en el interior del corazón, estará indicado el
tratamiento antiagregante con aspirina o el
tratamiento anticoagulante con sintrom o los nuevos anticoagulantes, en función de determinadas características que se analizan dentro del apartado de fibrilación auricular.
En personas con estenosis carotidea, puede haber indicación para realizar una
endarterectomía o para
colocar un stent en la carótida en función de la edad del paciente, las enfermedades asociadas, el grado de obstrucción de la carótida, la presencia de un ictus previo y la experiencia de los cirujanos.
En algunas otras situaciones asociadas con un mayor riesgo de AIT o de ictus (por ejemplo en las situaciones de
hipercoagulabilidad), la indicación de antiagregar con aspirina o de anticoagular depende de determinadas circunstancias.
Toda persona que haya presentado un AIT o un ictus debe recibir tratamiento antiagregante o anticoagulante de por vida para evitar la aparición de un nuevo episodio.
¿Cuál es el pronóstico para los pacientes que los hayan sufrido?
Como ya se ha comentado con anterioridad, el riesgo de un nuevo AIT o de un ictus es muy elevado tras sufrir un AIT, sobre todo en los días posteriores. Por ello hay que proceder rápidamente a un estudio del paciente para identificar las causas potenciales tratables e iniciar dicho tratamiento. Es imprescindible el tratamiento antiagregante inmediato con aspirina, clopidogrel, o similares.
Tratamiento para un ataque isquémico transitorio
El tratamiento inmediato depende de la causa del AIT. Una estenosis carotidea o una fuente de émbolos en el corazón (por ejemplo una fibrilación auricular) requieren un tratamiento muy concreto.
En caso de que no se detecte ninguna causa clara, se debe proceder de forma inmediata a la
antiagregación con aspirina, con clopidogrel o similares, y al control de los factores de riesgo cardiovascular (diabetes, hipertensión arterial, tabaquismo y colesterol elevado). Dicho control precisa de una
dieta baja en grasa saturadas, en colesterol y en sal (ver
dieta de protección cardiovascular),
actividad física que se tolere y mantenimiento de un peso ideal. Además, se debe añadir el tratamiento con medicinas necesario para el control de la tensión arterial y del colesterol:
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La tensión arterial debe mantenerse por debajo de 140 mmHg de máxima (alta o sistólica) y 90 mmHg de mínima (baja o diastólica) en todos los pacientes que hayan tenido un AIT. En pacientes con diabetes y con insuficiencia renal crónica se intenta alcanzar niveles de tensión arterial todavía menores, debiéndose llevar a cifras cercanas a 130 y 80 mmHg.
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La administración de estatinas (medicinas para bajar el colesterol) incluso en personas con colesterol no muy elevado, ha demostrado reducir el riesgo de ictus o de nuevo AIT en el futuro. Por ello se recomienda el tratamiento con estas medicinas con el objetivo de reducir el colesterol-LDL (malo) por debajo de 70 mg/dL.
Aunque esta información ha sido redactada por un especialista médico, su edición ha sido llevada a cabo por periodistas, por lo que es un contenido meramente orientativo y sin valor de indicación terapéutica ni diagnóstica. Recomendamos al lector/a que cualquier duda relacionada con la salud la consulte directamente con el profesional del ámbito sanitario correspondiente.