El
asma es una enfermedad inflamatoria crónica caracterizada por ataques de dificultad para respirar, asociados a tos y a ruidos respiratorios (pitos). Se produce por la inflamación y estrechamiento de los bronquios como consecuencia de una irritación, generalmente como consecuencia de alguna alergia. Al cerrarse los bronquios se dificulta la expulsión de aire de los pulmones y el paciente tiene sensación de ahogo.
El asma evoluciona en brotes o ataques que ceden de forma espontánea o con el tratamiento. Los episodios de asma suelen ser precipitados por diferentes sustancias (denominadas alergenos) que favorecen la inflamación bronquial. Entre los ataques, el paciente no suele tener síntomas y las pruebas de pulmón pueden ser normales.
El asma puede aparecer en niños pequeños (iniciándose frecuentemente alrededor de los 3 años de edad) o en la edad adulta. Muchos niños mejoran de su asma con la edad, desapareciendo los síntomas cuando se hacen mayores, si bien con cierta frecuencia la enfermedad vuelve a aparecer a edades más avanzadas.
Es una de las enfermedades crónicas más frecuentes que existen en el mundo. En los países desarrollados afecta a 1 de cada 10 personas adultas y a 1 de cada 7 niños.
Causas del asma en adultos
Probablemente existen una serie de factores genéticos (hereditarios) y otros ambientales que predisponen a la aparición del asma. Entre los factores que se han relacionado con el desarrollo de una predisposición a tener asma están:
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Atopia. Es el factor que más se relaciona con el desarrollo posterior de asma. La atopia es una predisposición hereditaria a padecer diversas enfermedades alérgicas, que cursa con lesiones en la piel (dermatitis atópica o eczema) y con afectación en otras localizaciones, como rinitis alérgica. No todos los niños con atopia tienen asma pero casi todos los niños con asma tienen atopia.
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Otros factores genéticos independientes de la atopia. Existen también una predisposición familiar al desarrollo de asma en personas sin atopia.
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Factores ambientales. Se han barajado diversas hipótesis ninguna de ellas definitivamente comprobada:
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Hipótesis de la higiene. Indica que los niños más expuestos a infecciones desarrollan menos asma.
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Dieta. Las personas obesas tienen mayor riesgo de padecer asma. Diversos alimentos se han asociado con un mayor o menor riesgo de asma, si bien existen estudios que han suplementado con dichos alimentos y no han demostrado su eficacia.
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Polución ambiental. Se ha relacionado con la mayor frecuencia de personas con asma identificadas en las últimas décadas.
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Exposición a sustancias químicas y biológicas derivadas de animales.
Sobre esta predisposición genética y ambiental, existen varias situaciones que pueden desencadenar un ataque de asma como:
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El contacto con diferentes sustancias denominadas alérgenos (polen, ácaros del polvo, pelos de animales, etc.).
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Infecciones respiratorias por virus.
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Medicamentos, como la aspirina, los anti-inflamatorios o los beta-bloqueantes.
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El ejercicio y la respiración muy rápida, sobre todo en niños.
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La temperatura y la humedad ambiental.
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Gases irritantes presentes en la polución del ambiente.
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Algunos irritantes procedentes de productos caseros (sprays, etc.).
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El estrés.
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Factores hormonales. En algunas mujeres existen ataques de asma o empeoramiento de su asma en relación con el ciclo menstrual.
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Reflujo gastroesofágico. Raramente produce síntomas de asma.
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No existen datos que permitan demostrar que el consumo de diferentes alimentos precipite un ataque de asma, aunque pueden producir otro tipo de reacciones alérgicas. Existen dudas sobre si algunos aditivos o colorantes pueden facilitar el asma.
En un porcentaje pequeño de pacientes (uno de cada 10) no se identifican alérgenos responsables del ataque, lo que se denomina asma intrínseco. El asma intrínseco es más típico de la edad adulta y suele ser más grave. Frecuentemente se asocia con la presencia de pólipos en la nariz y se acompaña de alergia a la aspirina.
¿Qué síntomas produce el asma?
El asma se caracteriza por un ataque, generalmente brusco, de dificultad respiratoria
(disnea) asociada a pitos, tos y expectoración. No suele cursar con fiebre, aunque a veces puede aparecer fiebre cuando el ataque de asma ha sido desencadenado por una infección respiratoria. El ataque se produce cuando el paciente se expone a un determinado alergeno como el polvo, la presencia de polen en el ambiente, un irritante, un ejercicio intenso, etc. Al cerrarse los bronquios el paciente tiene dificultad para expulsar el aire, emitiendo un pitido característico durante la espiración.
En ocasiones el asma no se manifiesta como un ataque tan brusco, sino como una situación prolongada en el tiempo de tos, de predominio nocturno o a primeras horas de la mañana, acompañada de ruidos respiratorios y dificultad respiratoria moderada. En estas circunstancias, sobre todo en personas con tos crónica, hay que pensar en la posibilidad de que se trate de un asma.
¿Cómo se diagnostica la enfermedad?
El diagnóstico del asma es clínico. Al auscultar al paciente se escuchan pitos y dificultad para expulsar el aire más que para meterlo, con lo que la espiración está alargada. Debe diferenciarse de algunas enfermedades del corazón que pueden producir también dificultad respiratoria y pitos.
La
radiografía del tórax suele ser normal. La prueba más importante para el diagnóstico del asma es la espirometría. La espirometría consiste en soplar a través de una boquilla para ver la cantidad de aire que se expulsa y a qué velocidad se expulsa. En las personas con un episodio agudo de asma se observa un descenso de la cantidad de aire que se puede echar de los pulmones durante el primer segundo del soplado (FEV1), como consecuencia del cierre de los bronquios. La prueba suele repetirse tras administrar una inhalación de una medicina que abre los bronquios
(test de broncodilatadores), que demuestra una mejoría.
En muchos pacientes se realizan pruebas cutáneas para valorar las sustancias que pueden producir un ataque de asma (alérgenos).
¿Es hereditaria?
Los pacientes con asma tienen familiares con la misma enfermedad con más frecuencia que el resto de la población. Este dato indica que existe un cierto grado de componente hereditario.
¿Cuál es el tratamiento del asma?
Hay que diferenciar el tratamiento crónico, dirigido a evitar que aparezca un ataque de asma, y el tratamiento del ataque agudo, dirigido a tratar el ataque ya instaurado.
Tratamiento crónico
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Si se conoce el alérgeno responsable del ataque, el tratamiento consiste en evitar exponerse a él. Se puede intentar un tratamiento desensibilizador mediante vacunas (inmunoterapia) que, en general, es poco eficaz.
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Cualquier paciente fumador con asma debería abandonar el tabaco.
Broncodilatadores inhalados. Es el tratamiento más habitual para controlar los síntomas. Pueden ser:
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Agonistas beta-2 tipo salbutamol, salmeterol, formoterol, etc. Algunos de ellos precisan ser administrados cada poco tiempo (4 o 6 horas) y tienen un efecto rápido; se usan para el control rápido de los síntomas o para prevenir un ataque de asma. Otros pueden ser administrados cada 12 horas y suelen utilizarse de forma preventiva. Muchos de ellos llevan asociados un corticoide en el mismo inhalador, para reducir así la inflamación y facilitar el control de la enfermedad. El único efecto adverso significativo que pueden producir es temblor y palpitaciones.
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Anti-colinérgicos, tipo bromuro de ipratropio. Son menos eficaces que los agonistas beta-2 para el control de los síntomas y habitualmente se utilizan asociados a ellos cuando éstos no se controlan. Producen pocos efectos adversos siendo los más frecuentes la sequedad de boca, la retención urinaria y el glaucoma.
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Corticoides inhalados. Es el tratamiento más eficaz para controlar la enfermedad y evitar la aparición de nuevos ataques. Pueden facilitar el desarrollo de infecciones de la boca por hongos (muguet) y producir afonía.
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En algunos pacientes, generalmente en aquellos que no se controlen con los tratamientos previos, puede existir indicación de añadir otros medicamentos como antileucotrienos (montelukast), cromoglicato de sodio, antihistamínicos, corticoides por vía oral, etc.
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Algunas terapias alternativas como la hipnosis, quiropraxia, acupuntura y yoga han sido utilizadas en estos pacientes. Ninguna de ellas ha demostrado ser eficaz en estudios científicamente correctos.
Tratamiento de un brote agudo grave
En un ataque grave se requiere el ingreso hospitalario y la administración de:
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Oxígeno.
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Broncodilatadores en forma de aerosoles.
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Corticoides administrados por vena.
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El tratamiento de la enfermedad que ha desencadenado el ataque de asma (antibióticos si ha sido una infección, antihistamínicos si ha sido un alergeno, etc.).
Aunque esta información ha sido redactada por un especialista médico, su edición ha sido llevada a cabo por periodistas, por lo que es un contenido meramente orientativo y sin valor de indicación terapéutica ni diagnóstica. Recomendamos al lector/a que cualquier duda relacionada con la salud la consulte directamente con el profesional del ámbito sanitario correspondiente.