Invisibles. En muchas ocasiones, más de las que nos imaginamos, suceden, se sufren y “desaparecen”. Insultos, amenazas, empujones, puñetazos… agresiones todas ellas que los profesionales enfermeros padecen en el desempeño de su trabajo y que se desdibujan dentro del cuadro general que es nuestro sistema sanitario.
Miles de profesionales que han visto como aquel al que querían ayudar, o sus familias, han pagado con ellos su insatisfacción por una atención con la que no están conformes, unos recursos humanos o materiales que entienden insuficientes o problemas de cualquier otra índole, incluso de carácter personal.
En estos días, con motivo del Día Nacional contra las Agresiones en el Ámbito Sanitario, vuelve a centrarse brevemente el foco de atención en esta lacra y recordamos que se ha hecho para intentar acabar con ella y lo que está pendiente de acometer.
Hablamos de causas, casos y consecuencias, para después volver a la cotidianidad del día a día que, lamentablemente, nos vuelve a traer nuevos episodios de agresiones verbales y físicas. Y así, año tras año.
Esta es la realidad y es ante la que debemos rebelarnos. Profesionales, gestores, responsables públicos, organizaciones… todos debemos poner de nuestra parte para cambiarla y no permitir que sucedan desafortunadas situaciones que acaban de forma abrupta con el ambiente de cordialidad y respeto mutuo que debe caracterizar siempre la relación profesional-paciente.
Los profesionales deben denunciar y hacer que su voz se oiga para que ninguna agresión pase desapercibida, las administraciones tienen que cumplir y hacer cumplir la ley y los protocolos existentes y las organizaciones que representan y defienden los intereses de los sanitarios proponer nuevas acciones que logren alcanzar el objetivo común perseguido.
Por ello, y en lo que respecta a la organización que represento, este año, y una vez que el profesional sanitario ya ha sido reconocido como autoridad pública, vamos a demandar la aprobación de una normativa específica que proteja a los profesionales sanitarios de este tipo de conductas sin que sea necesario acudir al ordenamiento penal o esperar a que se consuma una agresión grave para que haya consecuencias.
Asimismo, resulta absolutamente imprescindible la constitución de un Observatorio de Agresiones del Sistema Nacional de Salud. Hay que tener muy claro que a propiciar esa “invisibilidad” a la que aludía al principio colabora el no contar todavía con estadísticas periódicas y fiables que nos ofrezcan una radiografía real de los casos de agresiones que sufren los profesionales sanitarios.
Hay que insistir también en la necesidad de que los profesionales sanitarios no asuman según qué agresiones como inherentes a su trabajo y, mucho menos, se resignen y las dejen pasar. Tolerancia cero siempre y ante cualquier situación.
De igual manera, es importante dotar al profesional de habilidades y recursos para afrontar y manejar situaciones conflictivas al trabajar con personas que se encuentran en una situación de especial vulnerabilidad cuando acuden a los centros.
Todo ello sin olvidar que hay que abordar el problema desde la raíz, y esa es la sensibilización y prevención, las cuales siempre son clave para afrontar cualquier problema que por su cotidianidad se hace invisible. Así, hay que sensibilizar a la población para que tenga claro que el profesional es su aliado, no su enemigo, y también a la administración, para que nunca olvide que el profesional es quien da la cara por la organización, por lo que tiene que cuidarle y transmitirle apoyo y seguridad, y así éste hará lo mismo con quien atiende.
El próximo año, por estas fechas, volveremos a leer durante unos días algunos titulares en los medios de comunicación sobre las agresiones sufridas por los profesionales sanitarios. Esperemos, mejor dicho, trabajemos para que los casos, causas y consecuencias sean menos que las de este año, y así en sucesivos. Cuidemos a los que nos cuidan.