La reforma de la
Atención Primaria de Salud de 1984 y la promulgación de la
Ley General de Sanidad de 1986 marcan dos de los hitos fundamentales para la
implantación en nuestro país de un nuevo modelo sanitario, de carácter público, integral en la contemplación de la salud, integrador en cuanto a la utilización de todos los recursos públicos, participativo en su diseño y en su gestión y financiado solidariamente por todos los españoles.
El nuevo modelo, aprobado finalmente gracias el empuje de los sectores sociales más progresistas, entre los que siempre estuvo CCOO, frente a la desconfianza de sectores conservadores y la férrea oposición de colegios profesionales y sindicatos corporativos de personal médico y enfermero, tenía un claro anclaje en la
Atención Primaria como su principal elemento vertebrador y partía de los planteamientos recogidos en la Declaración aprobada por la Conferencia Internacional que la Organización Mundial de la Salud había celebrado en 1978 en la ciudad de Alma Ata. Un compendio de principios que se han mantenido vigentes durante 40 años sin mostrar signos de fatiga y algunos de los cuales resisten incluso con mayor frescura y entereza que los consensuados hace unas pocas semanas por la OMS en la ciudad de Astaná para actualizarlos.
Los ingentes recortes por la crisis estaban resultando especialmente penosos para Atención Primaria, el escalón más vulnerable
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La Declaración de Alma Ata prendió vigorosamente en los corazones de miles de trabajadoras y de trabajadores de la Salud que, muy especialmente en Andalucía, y en coincidencia con el desarrollo y la implantación de la especialidad de
Medicina de Familia y Comunitaria dentro de los Equipos Básicos de Atención Primaria, forjaron contra viento y marea una red asistencial que se constituyó, con todo derecho, en la puerta de entrada y en la sala de máquinas del sistema sanitario público,
resolviendo directamente el 90 por ciento de los problemas de salud, garantizando la continuidad de los procesos asistenciales y convirtiéndose en una herramienta básica y eficaz en materia de cohesión social y de corrección de desigualdades. En medio de aquel fervor, sorteando la ya entonces
endémica falta de financiación, la escasez de personal y las zancadillas de sectores inmovilistas, instituciones colegiales y organizaciones corporativas, nos formamos como médicos y médicas de familia sucesivas promociones de MIR y algunas de esas personas tuvimos la inmensa fortuna de vivir el esplendor de aquella auténtica revolución en Centros de Salud míticos en el desarrollo de la Atención Primaria en Andalucía, en mi caso en el Centro de Salud Albaicín de Granada.
Pero tras años de avance sostenido, el
sistema comenzó a dar signos de fatiga y a estancarse. El modelo comenzó a virar inexorablemente hacia una medicina basada más y más en la tecnología y radicada en hospitales cada vez más grandes y con alta capacidad de fagocitarlo todo, ya fueran los circuitos asistenciales preexistentes como la mayoría de los recursos de financiación disponibles. A ello sumemos un
cambio de la percepción de la población sobre su Sistema Nacional de Salud y del propio concepto social de Salud, cada vez más concebido como objeto de consumo, como vehículo para el acceso a tecnologías de última generación, a pruebas diagnósticas de alta complejidad y especificidad, a instrumental robotizado, así como a profesionales y unidades súper especializadas, orillándose la visión de conjunto de las personas enfermas y su contexto familiar y social, por no hablar de aspectos comunitarios y preventivos.
Completemos el collage con una
burocratización creciente y con un
sistema de financiación autonómica injusto, que determina unos presupuestos per cápita desiguales en función de la comunidad autónoma donde se resida, y que no ha sido corregido por una clase política abúlica e incapaz de entender en estos cuarenta años que era necesario un gran Pacto Nacional por la Sanidad (por los servicios públicos en general), y tendremos el terreno abonado para lo que vino en 2008: una década de crisis brutal y devastadora, que demolió mediante una orgía de recortes parte de nuestro sistema de bienestar, pero también parte de los principios y valores sociales, y lo que es peor, de la confianza de la gente en el presente y en el futuro.
Desde hace unos años venimos advirtiendo desde CCOO a las Administraciones Públicas, tanto del Estado como de Andalucía, que los ingentes
recortes sufridos por el Sistema Nacional de Salud, y por ende también por el
Sistema Sanitario Público de Andalucía, en financiación, en pérdida de personal, en deterioro severo de las condiciones laborales, en parálisis de las inversiones necesarias en infraestructuras, en la excesiva preponderancia de criterios economicistas a la hora de gestionar, y en la falta de transparencia, de participación y de implicación de la plantilla, y de la propia ciudadanía, en el funcionamiento del sistema,
estaba resultando especialmente penoso para el escalón asistencial de la Atención Primaria, que era el más vulnerable porque había estado más olvidado en los tiempos de bonanza económica, y que esta situación requería de actuaciones inaplazables. Éstas no se hicieron, ocasionando un creciente malestar entre los trabajadores y las trabajadoras hasta llegar a una situación actual insostenible y prácticamente avocada al conflicto, con un mar de fondo agitado que la tardía reacción del
SAS poniendo en marcha hace unos meses un
Plan de Renovación de la Atención Primaria, forjado sin participación alguna de la representación legal de la plantilla, no parece capaz de resolver.
Instamos al nuevo Gobierno andaluz al diálogo como primera opción para aplicar soluciones urgentes y consensuadas
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En 2010 la Fundación 1º de Mayo editó el libro ‘Expectativas y realidades en la Atención Primaria Española’, en el que se recoge el posicionamiento global de CCOO y las propuestas para avanzar en la modernización, sostenibilidad y desarrollo de la Atención Primaria en nuestro país, un trabajo que, junto a otros que anualmente analizan el empleo en el sector sanitario, los presupuestos sanitarios estatales y autonómicos, y las necesidades de plazas de formación sanitaria especializada, ha sido la base para que el pasado mes de marzo la Federación de Sanidad de CCOO Andalucía presentara el documento ‘
Propuestas para impulsar la Atención Primaria en Andalucía’, que agrupa 150 acciones realistas y alcanzables en diversos ámbitos (estratégico, de gestión, estructural, funcional, y de personal), que pretenden, a ser posible en confluencia con las propuestas que otras organizaciones sindicales representativas, sociedades científicas y asociaciones profesionales aporten, ayudar a resolver el conflicto en el que está estancada nuestra Atención Primaria.
Es de esperar que, tras las elecciones que tenemos en puertas, dentro de poco
Andalucía contará con una nueva Administración sanitaria. A ésta hay que
exigirle compromiso y máxima diligencia para sentarse a negociar; no disponemos de márgenes de confianza para con el nuevo Gobierno, que ha de reaccionar con prontitud y con agilidad. Sabemos que las soluciones no son fáciles, que afectan a otros estamentos, principalmente al Estado, pues nuestro sistema sanitario público andaluz es una parte del Sistema Nacional de Salud y parte de las soluciones han de venir por alcanzar un consenso nacional sobre la financiación autonómica y sobre la Sanidad que queremos para el futuro, pero son muchas las medidas que en Andalucía se pueden tomar, y que hay que poner en marcha de inmediato si se quiere evitar que el conflicto se agrave.
Desde
CCOO instamos al nuevo gobierno andaluz a tomar la iniciativa y a hacerlo de inmediato, pues de lo contrario la movilización crecerá y será generalizada y solidaria, con la conciencia de clase que siempre caracterizó al personal de Primaria en nuestra tierra. Estaremos, como siempre, por el
diálogo como primera opción y para aplicar
soluciones urgentes y consensuadas, que resuelvan los problemas de todas y cada una de las categorías profesionales que cada día ponen en pie nuestros centros de salud, un verdadero plan de choque capaz de abrir una nueva luz al final del túnel, capaz de insuflar un hálito del entusiasmo que una vez, hace ya muchos años, prendió la llama e hizo alcanzar un sueño.