Plasmo en prosa como regalo navideño algo que me sale de dentro y me hace reflexionar en tiempos de
crisis sanitaria. Al formar parte de hasta cuatro sistemas autonómicos en lo que va de año, comparto mi opinión generalizada a todo el territorio español.
Tras doce años de largo camino, de duro estudio combinado con litros de café, picos de adrenalina, duras decisiones en la residencia y guardias a ritmo de vigilia, parece que
no hay sitio para nosotros. O si lo hay, lo es en condiciones de extremada precariedad.
Llegar a casa extasiada, cansada, dañada… es algo frecuente y a la vez invisible a los ojos de la sociedad. También lo es salir al atardecer, vivir bañada en agobio o sueldos ajustados a cobrar en diferido; y además, lo son
las bolsas de trabajo que premian las canas y bloquean la entrada a los más tiernos; o entregar la vida en turnos interminables y guardias encadenadas, “pues es lo normal al acabar la residencia”. Y ya no hablemos de oportunidades laborales: en nosotros siempre surge la inocencia cuando son
promesas que vienen de un sistema público. Después, al conocer la realidad, surge la decepción, “pues es lo normal al acabar la especialidad”. Entonces, ¿Para qué tanta formación?
El sacrificio durante años se difumina.
El sueño de niña de ser médico es golpeado. Da igual las ganas o la humanidad, el hacer de nuestra brújula una ruleta y de descuidar nuestro hogar con un “hoy no puedo”. Da igual porque pese a todo, sigue sin haber sitio para nosotros.
Hay médicos con ganas de trabajar y hay enfermos que también necesitan médicos. Que no les confundan, lo que no hay son contratos estables, dignos y adecuados
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Con mis 29 años, en mi primer medio año de adjunta hago balance de contratos teñidos de ficción y efimeridad; una larga ruta geográfica y varias
renuncias voluntarias al conocer la precariedad de las condiciones laborales. Y no menos importante el no ser renovada, pues “la pandemia ya pasó”. Qué sorpresa que no haya médicos ahora cuando vuelven a colapsarse los hospitales.
Verán,
hay médicos con ganas de trabajar. Y hay enfermos que también necesitan médicos. Que no les confundan: lo que no hay son contratos estables, dignos y adecuados. Apostar por nosotros también es aprendizaje y esto también es medicina.
No debemos aceptar que la precariedad sea la norma. Y que no les sorprenda: en tiempos convulsos, ustedes cuídennos para que nosotros podamos cuidarles.