El reciente caso de difteria infantil en Cataluña –el primero desde finales de los 80 del siglo pasado en España– alimenta la curiosidad de los periodistas de El Mundo, que, este viernes, han publicado en su web una información precisa donde mandan los datos y el sentido común frente a la ignorancia de los llamados grupos antivacunas.
En el texto, que firma Clara Martín, se analiza el origen de estas asociaciones y, ante todo, la estrategia que siguen para recabar el apoyo de la gente: contarles historias sensibleras que estimulen su miedo ante fantasmas como el de la industria farmacéutica, la toxicidad del suero terapéutico o las reacciones adversas que, por otra parte, no dejan de ser una posibilidad remota cuyo riesgo debe asumirse del mismo modo en que se utilizan los coches a pesar de la alta probabilidad de accidente (dicho sea de paso, la posibilidad de que el organismo no tolere una vacuna es mucho más remota si se echa mano de la estadística).
Martín recurre, eso sí, a una serie de expertos y de promotores de la Medicina occidental clásica para ratificar la interpretación legítima del periódico, en este caso, a favor del uso generalizado de las vacunas, sin mencionar que los contrarios a éstas hayan declinado conversar con ella.
Con todo, el análisis se completa, de forma original, con la alusión a las asociaciones que combaten la ignorancia de los antivacunas como The Vaccine Condidence Project, financiado por la Fundación Bill y Melinda Gates en el contexto del proyecto Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres: La directora de este proyecto es Heidi Larson, antigua directora de comunicación del programa de inmunización de Unicef, quien cuenta a El Mundo que “cuando trabajaba allí, observé que los episodios en los que se cuestionaban las vacunas iban en aumento poco a poco, con lo que la hostilidad a la inmunización estaba aumentando en todo el mundo”.