La Audiencia Provincial de Madrid ha decidido que el ginecólogo Eduardo Vela se siente finalmente en el banquillo de los acusados por haber participado, supuestamente, en la trama de los bebés robados. La decisión se produce después de que su equipo de abogados haya intentado evitar, recurso tras recurso, que el médico sea juzgado a punto de cumplir 85 años.
Se da la circunstancia de que la otra protagonista principal de la trama, la monja sor María Gómez Valbuena, murió en 2013 cuando más se estrechaba el cerco en torno a su participación en el escándalo.
La mujer que finalmente ha conseguido dar el giro a la historia ha sido Inés Madrigal, una de aquellas recién nacidas que aún hoy intenta buscar cuáles son su orígenes reales. "No encontrarán nunca lo que buscan", les dijo Vela a dos adoptados nacidos en la Clínica San Ramón, donde él trabajaba, y donde se encargó personalmente de quemar los archivos. "Guardarlos habría sido peligrosísimo para mí", admitía en un reportaje difundido por El Mundo Televisión en 2010.
El último intento de evitar el banquillo fue un recurso en la Audiencia Provincial de Madrid cuando el instructor de Plaza de Castilla solicitó la apertura de juicio contra él a la vista de muchos indicios de delito que surgían de la investigación: detención ilegal del menor, delito de suposición de parto, delito de falsedad en documento público y también delito de adopción ilegal.
El escándalo comenzó a adquirir dimensiones incalculables cuando en 1982 el fotógrafo de la revista Interviú Germán Gallego captó en una instantánea a un bebé amoratado, medio escondido y congelado en la cámara frigorífica de una pequeña clínica madrileña. Vela, que contaba con 50 años entonces y un gran prestigio entre la clase alta de la capital, explicó más tarde que no había congelado un único niño sino muchos en San Ramón, y que lo hacía cuando no sabía de qué habían fallecido.
Con siete hijos, negocios con hombres poderosos afines al régimen franquista y una amplia inversión en bienes inmuebles por todo Madrid, Vela se dedicaba a la ginecología y obstetricia en varios centros de la capital, siendo la pequeña maternidad privada del Paseo de la Habana la principal, según recoge el diario El Mundo.
Tras publicarse un artículo donde se denunciaba el tráfico de bebés robados, Vela cambió su régimen de bienes y desde entonces no tiene nada a su nombre, y su ejercicio profesional hace tiempo que se detuvo. Ahora tendrá que verse sentado en un banquillo para rendir cuentas a la justicia pese a todos sus intentos por evitarlo.