A finales de agosto, con la mayoría de españoles regresando a sus hogares para reincorporarse al trabajo dando por finalizadas las vacaciones estivales, saltó en todos los medios el caso de Ashya King, un niño británico de 5 años que padece meduloblastoma y cuyos padres sacaron sin previo aviso del hospital donde estaba siendo tratado (Southampton) y trasladaron a Málaga para vender una casa que tenían en propiedad con la que poder costear un tratamiento alternativo. Los padres fueron detenidos, aunque ya se les ha puesto en libertad.
Esa es la historia contada desde fuera, el punto de vista del espectador. El Mundo, en su suplemento Crónica, la cuenta desde dentro, recogiendo los mensajes publicados por el hermano de Ashya, Naveed (de 20 años) en las redes sociales. Desde que el 22 de julio le fue diagnosticado el tumor, Naveed ha ido contando cómo ha afectado el drama en la vida de su familia. Desde informaciones sobre su estado de salud –“puede cerrar los párpados pero aún lucha para mover los ojos” – hasta los detalles más cotidianos –“Ashya me ha pedido un cochecito azul” –. Por supuesto, ha justificado la decisión familiar y explicado cómo han cuidado a su hermano desde que lo sacaron del Hospital General de Southampton.
El reportaje incluye un texto de José Luis de la Serna, responsable de Salud de Unidad Editorial, en el que explica cómo este suceso se ha debido a “un problema de comunicación” entre los médicos que trataban a Ashya y sus padres. “Sin confianza de unos hacia otros, cualquier acto médico puede ser un fracaso”, concluye.
Por otro lado, en El País narra el último capítulo de la odisea de la familia King, los preparativos para trasladar al pequeño Ashya hasta Praga, donde recibirá la terapia con protones. Han conseguido 52.000 euros en donaciones, y un benefactor privado se ha ofrecido a pagar lo que resta para recibir el tratamiento. Solo hace falta la garantía de un transporte aéreo adaptado a sus necesidades, lo que se prevé que se consiga este lunes.