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8 ene. 2014 19:16H
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Alfredo Rodríguez-Antigüedad es un eminente neurólogo, toda una autoridad en esclerosis múltiple, una enfermedad a la que lleva dedicando todo su potencial científico casi desde siempre. Ahora acaba de acceder a la presidencia de la Sociedad Española de Neurología (SEN). El dice, así como el que no quiere la cosa, que ha sido por casualidad. Pero no debería ser ninguna casualidad que los mejores profesionales estuvieran en la cúspide de las organizaciones, liderando disciplinas y marcando el paso de los compañeros.  Debería ser lo normal.

El proceso seguido por Rodríguez-Antigüedad es el que debería darse en la elección de todo representante profesional: primero, un recorrido y una trayectoria al servicio de un cometido, con un sobresaliente reconocimiento público, después, la elección para una responsabilidad institucional, representativa, a modo de colofón, naturalmente y por su propio peso. Es decir, nada que ver con la casualidad. Sin embargo, en no pocos lugares ocurre justo al revés: los presidentes son conocidos y reconocidos cuando les proclaman presidentes, irrumpen con estrépito y salen rodeados de polémica. Si es que salen.

Es verdad que ya estaba implicado en la SEN con anterioridad, como vicepresidente, como responsable del área científica y como coordinador de de un grupo de estudio. Y seguramente por eso, no llega a la presidencia para marcar su impronta, sino para continuar con lo que se está haciendo bien, que es precisamente lo que no hacen los presidentes repentinos, que aparecen de la nada y quieren que la historia de todo comience con ellos.

Es natural, por tanto, que rechace el presidencialismo. Y que proclame convencido que la SEN podrá ser muchas cosas, pero nunca una sociedad científica presidencialista. Y encima, le atribuya este mérito a sus antecesores, compañeros que lograron, poco a poco, dotarla de un carácter técnico, transversal si se quiere, que a la postre le ha permitido estar en mejores condiciones que otras sociedades científicas médicas.

Puede que en su extensa trayectoria clínica, con alguna incursión en la responsabilidad política (fue director general de Planificación y Evaluación Sanitaria del País Vasco hace diez años), de lo que más orgulloso se encuentre sea de esa pequeña consulta abierta en 1987, monográfica, dedicada por entero a la esclerosis múltiple, una experiencia casi inédita en la España de entonces. Ahí comenzó a labrar su leyenda como experto en esta enfermedad y también aprendió que para hacer algo sublime, y que pueda pasar a la posteridad, es mejor intentar hacerlo en equipo, antes que en solitario.

Durante mucho tiempo se ha visto a sí mismo como un ser extraño en el mundo sanitario, como sus compañeros, quizá como sus pacientes. Quizá hasta como la propia Neurología, una disciplina compleja y a veces distante. Afortunadamente, las cosas parecen estar cambiando porque es verdad que la especialidad está creciendo, gracias a los médicos jóvenes, que cada vez la eligen más a la hora de hacer el MIR, y a la sociedad en general, que tiene un mayor conocimiento e interés por las enfermedades neurológicas.

Más que una casualidad, es una bendición que profesionales como Rodríguez-Antigüedad vuelen tan alto, ahora que son tan grandes.


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