Nos encaminamos a un momento decisivo para el futuro de nuestro país con las
elecciones del 23-J, y en un foro sanitario como éste, vale la pena recordar que el aspirante a La Moncloa,
Alberto Núñez Feijóo cuenta con un pasado de gestor sanitario que muy pocos o ningún político puede igualar en este país. Con la perspectiva que da haber trabajado codo con codo con él durante cuatro intensos años, creo interesante rememorar aquellos tiempos y lo que significaron en el devenir del SNS.
Para mí la historia comienza en estos días de junio del año 1996. Tras un cambio de gobierno del PSOE al PP se había nombrado ministro de sanidad a
José Manuel Romay Beccaría, consejero de sanidad de Galicia con quien tenía una buena relación por mi trabajo en la ONT. Romay desembarca en Madrid con Alberto Núñez Feijóo como presidente del Insalud y secretario general de Sanidad.
El equipo gallego tenía una buena experiencia gestora local desde 1991, y probablemente pensaron que sería bueno aterrizar en Madrid con algún médico conocido entre los sanitarios y con experiencia en el plano estatal, y
se fijaron en mí para dirigir la asistencia sanitaria.
La decisión no fue fácil. Acababa de ser confirmado por Romay al frente de la ONT donde desarrollaba el proyecto desde 1989, aún con mucho recorrido por delante. Tras varios días de dudas al final comprendí que tras un cambio político de aquel calibre era una temeridad decir que no a las personas de quienes dependía para hacer cualquier cosa en el ministerio. Pude compatibilizar el cargo con la presidencia de la comisión de trasplantes del Consejo de Europa y la del
Consejo Interterritorial que era donde se decidía toda la política de trasplantes, así es que aquello me permitió seguir vinculado a la ONT y fortalecer el sistema con un nuevo real decreto y una estructura para la organización entre otras medidas muy importantes, inviables de no haber estado dentro del sistema.
La sanidad española de los 90
La situación del Insalud era bastante mala como consecuencia sobre todo de la prolongada
huelga médica de 1995, liderada por la CEMS, la más dura de nuestra historia democrática, que lo convirtió prácticamente en ingobernable, a lo que se sumaba la situación complicada del país tras la crisis económica de principios de los noventa. Además de intentar revivirlo había que cumplir el mandato constitucional de las transferencias pendientes que afectaban todavía a 10 CCAA y 14 millones de personas para lo que contaba con más de 1 billón de pesetas de presupuesto y 145.000 trabajadores, lo que hacía que Sanidad fuera uno de los ministerios que más recursos gestionaba. Alrededor de 170 hospitales propios y 1.300 centros de salud y de especialidades dan sin duda para mucho.
Para afrontar estos retos
Feijóo diseñó una estructura muy potente en la que bajo su presidencia quedaban 4 direcciones generales: Atención Primaria y Especializada, Planificación, Presupuestos y Recursos Humanos, con sus correspondientes subdirecciones que en mi caso eran la de Atención Primaria, Atención Especializada y Conciertos. Además, contaba con una estructura periférica también muy potente con un director territorial en cada comunidad y los correspondientes directores provinciales, responsables de la gestión en sus respectivos territorios y de coordinarse con las consejerías de salud que ya contaban con algunas competencias como la salud pública y la acreditación de centros aparte de algunos recursos sanitarios propios.
"En el Insalud pronto puede comprobar que Feijóo era sobre todo un gran gestor, muy profesional [...] francamente inteligente y además trabajaba todos los días hasta después de las 10 de la noche, una combinación difícil de encontrar y de superar. La verdad es que cuando algunos de los miembro/as del actual gobierno, con un coeficiente intelectual bastante limitado repiten como papagayos las consignas diarias de presidencia que tratan de desacreditarle cuestionando su capacidad, dan ganas de llorar".
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Pronto puede comprobar que Alberto era sobre todo un gran gestor, muy profesional, una faceta que entonces iba en él muy por delante de la política (
no militaba aún en el PP) y desde luego nada tenía que ver con el amateurismo rampante con el que tuve que convivir en el Insalud desde la ONT durante los años previos. No en vano
su mentor Romay repetía que para político en el ministerio ya estaba él y que el resto debían ser técnicos y a ser posible los mejores disponibles. Francamente inteligente, lo cual es muy de agradecer en tu inmediato superior (en treinta años he conocido unos cuantos jefes para comparar) y además trabajaba todos los días hasta después de las 10 de la noche, una combinación difícil de encontrar y de superar. La verdad es que cuando algunos de los miembro/as del actual gobierno, con un coeficiente intelectual bastante limitado repiten como papagayos las consignas diarias de presidencia que tratan de desacreditarle cuestionando su capacidad, dan ganas de llorar y solo muestran lo desnortados que andan.
Dejaba bastante margen a la iniciativa de cada cual, pero controlaba férreamente todo lo que ocurría en el Insalud, lo que no era nada fácil dado el enorme volumen del organismo y desde luego requería de gran esfuerzo y dedicación. Se
conocía hasta el último dato asistencial o económico con lo que obviamente uno no se podía quedar atrás. Exigía resultados y no le convencían las excusas. De hecho,
de los cuatro directores generales que comenzamos la legislatura, solo la acabé yo.
Modernización de la sanidad
Los retos eran muchos y los problemas también, pero lo más acuciante eran unas enormes
listas de espera con una demora media quirúrgica de 170 días y muchos enfermos por encima del año. Tras un gran esfuerzo de optimización del sistema la demora media se estabilizó en 50-60 días durante toda la legislatura, sin prácticamente enfermos de más de seis meses cifras mucho mejores que las de las siete comunidades ya transferidas. Como comparación la demora media quirúrgica actual es de 120 días según los datos del ministerio. Las cifras hablan por sí solas.
Fue una
etapa de gran fortalecimiento del Insalud, lo que puede sonar extraño para un organismo llamado a desaparecer. Hubo un momento en que más de la mitad de los hospitales y una parte importante de los centros de salud tenían un plan director y estaban en fase de remodelación. Asimismo, todos los hospitales acabaron la legislatura con un plan estratégico. Al mismo tiempo se dio un gran impulso a la gestión clínica y a la modernización de la gestión en general, con objetivos bien definidos, incentivos fijados en el contrato de gestión y siempre de acuerdo con los sindicatos y sociedades científicas. De esta época es la
exención de guardias a los 55 años o la regulación y generalización de los coordinadores de urgencias, calidad y trasplantes, así como la regulación e implantación de los genéricos. En atención primaria se desarrolló la cirugía menor, la utilización de la ecografía en los centros de salud o la implantación de los equipos de soporte de atención domiciliaria (ESAD). Asimismo se hizo un gran esfuerzo por mejorar la coordinación primaria-especializada con indicadores y seguimiento en los contratos de gestión. El funcionamiento de primaria era entonces muy satisfactorio, con unos profesionales fuertemente motivados y como detalle, estaba establecido (y se cumplía) que
una consulta no urgente debía ser atendida en un plazo máximo de 48 horas, algo que hoy parece de ciencia ficción.
Aparte el día a día,
Feijóo hizo un gran hincapié en modernizar el sistema sanitario. Sobre la base legal de la “Ley 15/1997 sobre habilitación de nuevas formas de gestión del Sistema Nacional de Salud”, se crearon las fundaciones hospitalarias de investigación en los hospitales del Insalud como forma de facilitar la gestión y se dio cobertura a la estructura de fundación para gestionar hospitales nuevos como Alcorcón, Manacor y Calahorra y que han persistido hasta ahora.
El balance de Feijóo al frente del Insalud
Más controvertidas fueron las
Fundaciones Públicas Sanitarias, una figura que pretendía pasar a un sistema fundacional los hospitales tradicionales y trataba de dotar a cada hospital de patrimonio y autonomía de gestión, manteniendo la titularidad pública y conservando el régimen estatutario para el personal sanitario, dando lugar a una competencia regulada entre centros con plena libertad de elección para el enfermo. Podía haber sido una verdadera revolución, no sabremos nunca si positiva o no porque contra ellas se levantó un frente sindical, mediático y político que frenó la iniciativa. Lo que si es cierto es que representó la única propuesta de medida verdaderamente renovadora del sistema desde la ley general de sanidad.
"Hasta sus adversarios políticos reconocieron que el Insalud alcanzó con Feijóo sus momentos de mayor esplendor, paradójicamente cuando estaba destinado a desaparecer. [...] Ojalá que igual que fue capaz de revivir el gigante Insalud asistamos a un renacimiento del depauperado ministerio de sanidad".
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Hasta
sus adversarios políticos reconocieron que el Insalud alcanzó en esta legislatura sus momentos de mayor esplendor, paradójicamente cuando estaba destinado a desaparecer. Todos los índices de gestión acabaron siendo mejores en el 2000 que cuando empezamos y que los de las comunidades transferidas y el Insalud se convirtió en un referente en multitud de aspectos trasladados después a las distintas comunidades. El gobierno decidió finalmente
retrasar las transferencias hasta la siguiente legislatura y la verdad, tampoco es que nadie expresara en alto su impaciencia por recibirlas.
En suma,
Alberto Núñez Feijóo desarrolló durante aquella legislatura una gran gestión del gigante sanitario que le tocó dirigir y nadie podrá decir que no es un buen conocedor de las virtudes y los problemas de nuestro sistema nacional de salud lo que al menos debería garantizar que en su presumible futuro gobierno, la sanidad no se trate con la habitual frivolidad con la que se ha venido haciendo. Ojalá que igual que fue capaz de revivir el gigante Insalud asistamos a un renacimiento del depauperado ministerio de sanidad.