Desde hace ya muchos años, antes incluso que se creara la ONT, las asociaciones de enfermos, primero renales y luego de otros órganos en espera o receptores de un trasplante, celebran el primer miércoles de junio y los días circundantes, una serie de actos para conmemorar el día del donante de órganos. Un objetivo claro: poner en el punto de mira una vez más la donación altruista y agradecer a todas las personas que con su generosidad hacen posible que cada día en España, entre 13 y 15 enfermos salven su vida o mejoren significativamente su salud gracias a un trasplante de órganos, y otros 70-80 más gracias a los tejidos y células.
Un total de 1.905 familias donaron los órganos de sus familiares fallecidos en 2021, lejos aún del máximo de 2302 alcanzado antes de la pandemia, pero en vías de una clara recuperación que se consolida este año, una vez disminuida la enorme prueba de esfuerzo a la que ha estado sometido nuestro sistema de salud en general y las unidades de críticos en particular durante los dos años largos que llevamos con el Covid-19. Esto significa entre 5 y 7 donaciones diarias en toda España, con máximos ocasionales de hasta más de 15 que suponen un espectacular esfuerzo de coordinación de equipos, hospitales, comunidades, aeropuertos, medios de transporte, policías… con cientos de personas trabajando al unísono. Una situación afortunadamente frecuente y que pese a sus evidentes dificultades, se resuelve siempre con una precisión milimétrica frente a cualquier tópico de país mal organizado.
Decir que España ha venido siendo el primer país del mundo en donaciones de órganos de personas fallecidas, ha sido algo habitual nada menos que durante las últimas tres décadas y no hay en ningún otro ejemplo similar ni en sanidad ni en la vida española en general. La reiteración de este mensaje probablemente no nos deje valorar en su justo término lo que esto significa, y efectivamente el hecho de mantener esta posición de privilegio en el ranking mundial, no nos va a hacer ganar ninguna medalla ni ningún campeonato. Simplemente nos va a seguir permitiendo que seamos los ciudadanos del mundo con las máximas posibilidades de acceder a un trasplante, dentro de un sistema público, universal y sin discriminaciones positivas ni negativas por situación económica, geográfica, racial o de otra índole. Nada menos que esto.
La receta es bien conocida, aunque nada fácil de desarrollar como han podido comprobar muchos países que han intentado trasladar la experiencia española con mayor o menor fortuna. Se trata de una mezcla de generosidad de los ciudadanos junto con un buen sistema nacional de salud de carácter universal y de gran calidad, aunque se encuentre en horas bajas. Sobre este sustrato necesario y sin el que nada sería posible actúa un sistema organizativo, prototipo de gobierno clínico desarrollado a lo largo de los años y conocido internacionalmente como “modelo español” de donación y trasplantes. Sus brazos ejecutivos son los coordinadores de trasplantes, equipos de médicos mayoritariamente intensivistas junto con enfermeras, perfectamente entrenados y coordinados por la ONT y con el apoyo y participación de todo el hospital. Probablemente, no haya mejor ejemplo en Medicina de una actividad como los trasplantes que requieran de la participación transversal y coordinada de todo el sistema sanitario sin excluir a nadie.
La figura del “buen samaritano” o “donante renal altruista”
Este año la ONT ha hecho hincapié en la figura del “buen samaritano” o “donante renal altruista”, un programa importado en 2010 de los países anglosajones. Desde su introducción en España ha recibido 333 ofertas de personas que querían donar uno de sus riñones a quien más se pudiera beneficiar, de las que finalmente y tras el muy exigente cribado impuesto por la ONT, han cristalizado 18, y que gracias a la formación de “cadenas” de trasplantes renales han permitido realizar 55 intervenciones.
Esta figura del “donante altruista” es como se ve, cuantitativamente muy restringida dentro de los alrededor de 3,000 trasplantes renales que se han realizado en España en los últimos años y como comparación, en el Reino Unido se produjeron en 2019, último año pre-pandemia cerca de un centenar de estas donaciones. Ello probablemente es el resultado del menor desarrollo en nuestro país del trasplante renal de vivo, como contrapunto a la gran oferta del de donante fallecido, unido a una política sumamente restrictiva y garantista para el donante por parte de la ONT desde el inicio del programa dirigida a minimizar cualquier posible riesgo.
Sin embargo, desde el punto de vista cualitativo, el hecho de donar un riñón a un desconocido al que ni siquiera va a conocer porque la ley (y una elemental prudencia para evitar situaciones indeseadas) así lo exige, es probablemente uno de los ejemplos más claros de altruismo y generosidad que se pueden dar en el mundo actual y desde luego merecedor del máximo reconocimiento social. El hecho de que por primera vez se hayan hecho públicas las identidades de tres de estos donantes y sus muy positivas experiencias tras su acto de generosidad es algo muy notable que debe contribuir a potenciar la donación de vivo en general y la altruista en particular. Son acciones que representan un soplo de esperanza en un mundo donde desgraciadamente no abundan los motivos de alegría.
En definitiva, un año más rendimos un homenaje a nuestro sistema de donación y trasplante en todas sus modalidades y a todos quienes lo hacen posible. Afortunadamente es algo ya muy arraigado en la sociedad y en la sanidad española y un motivo de orgullo colectivo al que colaboran diariamente ciudadanos, profesionales sanitarios, administraciones, fuerzas de seguridad, transportes y un largo etcétera. Ojalá que entre todos sepamos conservarlo y mejorarlo a lo largo de los años.