La politiquería es un término de uso común en países iberoamericanos, que define la acción de politiquear (término aceptado e incluido en el diccionario de la lengua española (DRAE), es decir, intervenir en política con superficialidad y a la ligera, y más específicamente, hacer política de intriga y bajeza sin tener en cuenta ningún ideario político y buscando única y exclusivamente el beneficio propio, con la intención de impresionar a las masas y ganar adeptos.
Para nuestra desgracia, nuestro país es un experto en politiquería sanitaria, reforzada, además, porque las competencias sanitarias están transferidas a 17 campos de acción diferentes al orden central, en los cuales cada uno hace lo que cree oportuno en el momento más adecuado y según le interese, con independencia de lo que digan sus respectivos líderes nacionales en la materia y sin posibilidad además de reconducción o reprimenda en ningún caso, porque si lo intentan desde el Ministerio les judicializan el proceso desde la comunidad autónoma, aunque sean del mismo partido.
Por tanto, y debido a la descentralización de las competencias sanitarias, la politiquería en sanidad en nuestro país se juega fundamentalmente en las comunidades autónomas en donde, a modo de ejemplo, la elección de los puestos directivos obedece más a intereses políticos o individuales que a criterios técnicos y científicos. Puede ser lícito que los trabajadores defiendan sus derechos laborales de los modos que consideren oportunos, siempre pacíficos, pero politiquería es aprovechar esas reclamaciones para hacer demagogia, instrumentalizar a la sociedad y transmitir presagios apocalípticos. Politiquería es ir en contra de los criterios de planificación sanitaria acordes con la opinión de los expertos de salud por tratar de engordar, de cara a la población, una cartera de servicios cercana a su domicilio, con independencia del volumen, la experiencia de los profesionales que la desarrollan y por supuesto, sus resultados.
Y puede ser también aceptable, desde el punto de vista ideológico, el pretender que toda la demanda sanitaria sea absorbida por la provisión sanitaria pública, porque ideológicamente se esté en contra del lucro en el sector de la salud. Pero es politiquería el obviar que el sistema sanitario público no es suficiente para abordar, por sí mismo, toda la demanda sanitaria que tiene la población en condiciones de calidad y equidad y tratar, a pesar de la evidente aportación que el sistema sanitario privado hace a nuestro sistema sanitario y a nuestra sociedad, de esconder, de enterrar o de eliminar las diferentes formas de colaboración público privada que existen en nuestro país.
Privatización silenciosa, privatización del sistema sanitario, derivación para beneficiar al sector privado, etc. son titulares continuos que podemos ver en nuestros medios de comunicación que son fruto de las declaraciones que realizan nuestros políticos. El sistema sanitario público, si pretende dar realmente una cobertura universal en condiciones de equidad y calidad para toda la población, además de ser eficiente, necesitará de la colaboración público privada porque no tiene provisión suficiente para dar acceso al sistema sanitario a toda la población y necesitará de la financiación privada de la sanidad, bien a través del dinero de bolsillo o a través del pago de un seguro de salud, porque no tiene recursos económicos suficientes. Ir en contra de esto es faltar a la verdad. Esconder o criticar esto es ir en contra de la realidad. Y ni una cosa ni la otra, en sanidad, tiene resultados beneficiosos para la salud de nuestros ciudadanos.
Hacer política es dedicarse al servicio público y producir beneficio para la sociedad sin desprestigiar a nadie en el camino. Hacer política en sanidad puede pasar por la crítica y la manifestación abierta de esa discrepancia, pero para ello no se necesita desprestigiar a la sanidad privada y menos cuando se realiza a través de falacias detectables por todo el mundo, o cuando por la puerta de atrás se hacen cosas diferentes a las que se dicen.