Por decirlo de un modo neutro, Ana Mato Adrover ha tenido que dimitir como ministra de Sanidad a causa de esas cosas que solamente le ocurren a la especie humana, lo que no le ha impedido mantener su acta de diputada. Ni el resto de especies de seres vivos ni minerales se ven envueltos en estas situaciones, tan aparentemente contradictorias.

Como cualquier persona que sirve a la sociedad, la ministra Ana Mato Adrover ha tenido sus luces y sus sombras. De éstas, solamente me referiré a su iniciativa de formalizar un acuerdo marco con el Foro de la Profesión Médica, que alcanza un amplio abanico de objetivos en los ámbitos llamados Pacto por la Sanidad, Recursos Humanos y Gestión Clínica. La finalidad última de este acuerdo marco es, nada más y nada menos, que “analizar y debatir medidas que puedan contribuir a fortalecer y hacer sostenible el Sistema Nacional de Salud (SNS), garantizar a los ciudadanos una asistencia sanitaria pública, gratuita, universal y de calidad, promover criterios y orientaciones que mejoren la política de recursos humanos, revisando, en su caso, las relaciones jurídicas, la formación y la ordenación jurídica de la profesión médica y definir estrategias para la implantación de la gestión clínica en los servicios de salud”.

Subrayo “profesión médica”, ya que parece que a nuestra Administración sanitaria no le importa el resto de profesiones sanitarias clásicas y emergentes, como la de biólogo.

Ante tan ambiciosa misión, por dos veces el Consejo General de Colegios Oficiales de Biólogos solicitó adherirse a los grupos de trabajo constituidos a tal efecto. La justificación es obvia: aún teniendo muy presente que sin la implicación real y efectiva de la profesión médica no es posible adoptar medidas conducentes a mejorar la calidad de nuestro Sistema Nacional de Salud, la excelencia no se alcanza dejando al margen de los acuerdos que se adopten a las profesiones sanitarias emergentes, entre las que nos contamos los biólogos. Ante nuestra insistencia, Ana Mato Adrover contestó que trasladaba nuestra petición a la Secretaría General de Sanidad y Consumo, pilotada por Pilar Farjas Abadía, para que estudiara cómo se podrían articular nuestras aportaciones. Y no hemos vuelto a saber nada de nada al respecto.

Por esto, he ubicado en el apartado de “sombras” esta actuación ministerial: tanto por (1) olvidar al resto de profesiones tituladas que inciden el SNS, (2) no entrar en el fondo de nuestra petición y (3) no dar respuesta, aunque fuera negativa, a nuestra legítima petición. ¡Luego, los políticos no entienden que les consideremos poco creíbles!

Aquellos avatares de la vida y su valía política han llevado a Alfonso Alonso Aranegui a servir a la sociedad española en la responsabilidad de impulsar y ejecutar las políticas relativas a la salud, servicios sociales e igualdad del Gobierno español.

En lo que concierne a la apertura del debate acerca del Sistema Nacional de Salud a todos los actores, incluidos los emergentes, concernidos por sus ambiciosos objetivos, estamos ante un nuevo escenario, que caracterizo esquemáticamente como sigue:



A fin de cuentas, por una u otra razón sigue pendiente el debate sobre el papel de las profesiones emergentes efectivamente sanitarias en nuestro Sistema Nacional de Salud, lo que conducea preguntarse cuál es el nivel de la visión estratégica de quienes diseñan la política sanitaria en España. De ahí, el interrogante que encabeza esta breve nota.

Paciente lector, aprovecho para desearte un ¡buen 2015!

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