Nuestra
Carta Magna, así como diferentes textos normativos y tratados nacionales e internacionales, proclama el
derecho a la igualdad y a la no discriminación por razón de sexo. Sobre el papel, todos los gobiernos plasman su compromiso por trabajar para que ninguna mujer se sienta perjudicada en cualquier aspecto de su vida por el mero hecho de no ser un hombre.
Es cierto que, con el paso de los años, se han producido avances significativos gracias al esfuerzo y tesón de muchas mujeres, y también hombres, plenamente convencidos de que
la igualdad debe ser real y efectiva. No obstante, las mujeres aún son víctimas de numerosas
“agresiones” a su integridad y dignidad.
La sexualización de su imagen pública y social es una de ellas. Por motivos en muchas ocasiones económicos y comerciales,
no se muestra a la mujer como una persona sino como un mero objeto que busca satisfacer determinadas fantasías o instintos primarios.
Las
profesionales de Enfermería saben muy bien de lo que estoy hablando. Todas ellas han tenido que sufrir durante muchos años, y lo siguen haciendo en la actualidad, que su cualificación, competencias y labor diaria dentro del Sistema Sanitario se vean minusvaloradas y degradadas por conductas, comentarios e imágenes sexistas.
Ojalá hablaramos de casos aislados pero son múltiples los ejemplos existentes y lo que es más lamentable, lejos de disminuir, tengo la impresión de que han ido a más en los últimos meses.
Especialmente grave fue la imagen que se dio de las enfermeras en el
programa especial de Nochebuena de TVE si tenemos en cuenta que la
Ley Orgánica 3/2007, para la Igualdad efectiva de Mujeres y Hombres establece que “los
medios de comunicación social de titularidad pública velarán por la transmisión de una
imagen igualitaria, plural y no estereotipada de mujeres y hombres en la sociedad”.
Días pasados, y con motivo de las Fiestas de Carnaval de este año, desde SATSE denunciamos públicamente también la
venta de disfraces de enfermera sexy por parte de la cadena de hipermercados Alcampo y otras muchas empresas y comercios. En el caso de la multinacional francesa conseguimos su retirada casi de inmediato.
Una batalla ganada en una cruzada en la que aún quedan muchos frentes por conquistar. Uno de ellos es lograr una mayor implicación y acción, real y efectiva, por parte de las administraciones públicas. Con este objetivo,
hemos demandado al Ministerio de Sanidad que constituya un Observatorio de la Mujer en el Ámbito Sanitario.
Pero no es sólo tarea de las administraciones públicas el acabar con este tipo de acciones lesivas hacia la mujer. Todos y cada uno de nosotros debemos ser conscientes de que en nuestra mano está también el contribuir a acabar con ellas si no queremos perpetuarlas en el tiempo.
A raíz de nuestra denuncia por la venta de este tipo de disfraces, he escuchado comentarios de algunas personas que justificaban su compra y uso aludiendo al
carácter irreverente y festivo de los carnavales.
Siguiendo el mismo planteamiento, tampoco debería importarnos ver a enfermeras con vestidos ajustados, escotes pronunciados y zapatos de tacón alto como reclamo de fiestas de todo tipo, vídeos musicales o programas de entretenimiento en televisión.
Creo que no son plenamente conscientes de que en este asunto, como en cualquier otro que atente contra la dignidad del ser humano, no hay lugar para las excepciones o las “medias tintas”. Si no estoy de acuerdo con una
imagen distorsionada y ofensiva de la enfermera, como mujer y profesional, no la quiero ver así en ningún sitio ni por cualquier motivo.
Nuestra sociedad, la de nuestros hijos, será indudablemente mucho mejor si se trata y muestra a la mujer con el respeto y dignidad que merece.