Un simple gesto, como es el quitarnos la mascarilla en espacios abiertos, ha tenido una gran repercusión para el conjunto de nuestra sociedad por lo que significa, tanto si echamos la vista atrás como si lo hacemos pensando en nuestro futuro. Se ha entendido de manera generalizada como un claro punto de inflexión en el arduo recorrido que todos y todas tuvimos que emprender hace más de año y medio cuando la pandemia del Covid-19 asoló nuestras vidas.
Teniendo muy claro que aún queda mucho camino por recorrer y que, en ningún caso, podemos bajar la guardia frente al letal virus, se vislumbra ya una nueva etapa en nuestra realidad sanitaria, social y económica que requerirá importantes reformas estructurales a todos los niveles para, además de salir finalmente de la actual crisis, posibilitar el desarrollo futuro de nuestro país en las mejores condiciones.
Esta reflexión es la que he tenido también oportunidad de compartir con el conjunto de las compañeros y compañeros que forman parte de la organización que presido, en el marco de nuestro XV Congreso Estatal, y todos hemos coincidido en que ha llegado el momento de que las diferentes administraciones públicas prioricen las actuaciones que realmente necesita el conjunto de la ciudadanía.
Lo queramos o no, nuestra realidad nunca volverá a ser la misma y, por ello, no podemos caer en el tremendo error de volver, una vez recuperada cierta normalidad, a políticas pasadas que se han demostrado erróneas, ineficaces y claramente lesivas para el interés y bienestar general.
Una de ellas, sin duda, es haber ido deteriorando progresivamente nuestro sistema sanitario a base de una disminución gradual y continúa de la inversión pública. Menos recursos humanos y medios para seguir dando respuesta a las necesidades de atención y cuidados del conjunto de la población que, por contra, han ido a más y lo seguirán haciendo en los próximos años.
No solo hay que hablar del necesario reforzamiento estructural de nuestro SNS en lo que respecta a sus profesionales o recursos, sino de reformas de calado en materia de financiación, con un crecimiento exponencial del gasto público destinado a Sanidad, Atención Primaria, Salud Pública, vigilancia y seguimiento epidemiológico, prevención y promoción de la salud, órganos de evaluación, coordinación y realización de políticas sanitarias entre las diferentes administraciones competentes…
Numerosos y complejos retos pendientes que resulta absolutamente imprescindible acometer si realmente queremos que nuestro sistema sanitario, además de garantizar salud y bienestar a la sociedad, pueda ser un importante motor de generación de riqueza y desarrollo para el conjunto del Estado.
Las enfermeras, enfermeros y fisioterapeutas que formamos parte y creemos en nuestro sistema sanitario tenemos muy claro que la desoladora experiencia vivida, tanto a nivel profesional como personal, por la pandemia del Covid-19 no puede olvidarse y que debemos hacer de las muchas debilidades de nuestra sanidad futuras fortalezas ante posibles crisis futuras.
Coincide esta nueva etapa social con la que también se abre en SATSE en la que insistiremos en recordar, una y otra vez, a todos los responsables públicos que la mayor crisis social y económica mundial de nuestra historia reciente se ha producido, no por un conflicto bélico, tensiones comerciales entre países o desastres naturales, sino por un virus, es decir, un problema de marcado carácter sanitario y de salud pública.
Una nueva enfermedad ha demostrado de la peor manera posible lo indefensos y vulnerables que somos si no contamos con un sistema sanitario y sociosanitario que, a todos los niveles (financiación, recursos humanos, prevención, asistencia, investigación, innovación tecnológica…), pueda proteger, cuidar, curar y, finalmente, acabar con cualquier amenaza a nuestra vidas.
No hay excusas, es el momento para que la sanidad lidere las políticas públicas en nuestro país. Ahora o nunca.