La pandemia de la Covid-19 ha dejado en nuestra memoria cientos de imágenes que nos acompañarán el resto de nuestras vidas. Atendemos y cuidamos en momentos muy difíciles y entendemos, no solo el sentir de los pacientes que necesitan de nuestros cuidados, sino también de las familias y personas más allegadas que viven como propios los problemas de salud de su ser querido.

Por ello, desde el inicio de esta grave crisis sanitaria todos hemos vivido con especial preocupación, y también impotencia, la situación que ha padecido, y sigue haciéndolo, un colectivo tan querido y a la vez tan vulnerable y necesitado de atención y cuidados como es el de las personas mayores.

La virulenta expansión de la Covid-19 ha constatado, de manera abrupta y dramática, numerosas deficiencias de nuestro sistema sanitario y también de servicios sociales entre las que destaca el funcionamiento de los centros sociosanitarios y, especialmente, los dedicados a la atención y cuidados de nuestros mayores.

Aún sin tener datos oficiales y contrastados de los estragos de la pandemia en las residencias de mayores del conjunto del Estado, ya que la administración pública sigue sin hacerlos públicos por extrañas razones que desconocemos, no cabe la menor duda de que las autoridades competentes han fracasado a la hora de dar una respuesta sanitaria y social adecuada que mitigase los graves efectos de la epidemia del coronavirus en este colectivo.


"Tanto en los centros de carácter público, privado o concertado, la falta de recursos humanos y materiales era patente y notoria"


Un fracaso que, lamentablemente, no ha sorprendido a cualquiera que tuviese cierto conocimiento de cómo estaban funcionando estos recursos asistenciales antes de la crisis. Tanto en los centros de carácter público, privado o concertado, la falta de recursos humanos y materiales era patente y notoria y, pese a las reiteradas denuncias públicas y propuestas de solución, éstas no llegaban.

En lo que respecta a las enfermeras y enfermeros, el alarmante déficit de plantillas y sus condiciones laborales vienen haciendo imposible ofrecer una atención y cuidados de la calidad y seguridad que los mayores necesitan y merecen. Tener que atender un solo profesional a 100, 140 e incluso, en algunos casos, 200 residentes es absolutamente inasumible y constituye una presunta negligencia por parte de los responsables que gestionan estos centros al poner en riesgo la seguridad de las personas mayores y también de los trabajadores de los mismos.

No era posible antes y mucho menos en la actualidad cuando la Covid-19 nos ha mostrado su cara más peligrosa y letal. El virus nos ha enseñado de la peor manera posible que tiene todas las de ganar a la hora de atacar a un colectivo débil y vulnerable que depende de un sistema de atención sanitaria y social también débil y vulnerable como se ha evidenciado.

Ahora, cuando se quiere mirar al futuro y nuestros responsables públicos y políticos hablan mucho de  “lecciones aprendidas”, es el momento del análisis riguroso, objetivo e independiente y de empezar a trabajar en una nueva estrategia global, coordinada y conjunta de atención sociosanitaria a nuestros mayores desde el ámbito público.

También resulta necesario que no haya ni una sola excepción a la hora de  realizar, de manera previa, las pruebas de detección necesarias a las personas mayores residentes en estos recursos asistenciales y al conjunto de trabajadores que los atienden y cuidan.

Y además, de manera paralela, hay que asegurar que las residencias de mayores de titularidad privada o concertada cumplen todos los requisitos exigidos y necesarios para asegurar la atención y cuidados que nuestros mayores merecen. Entendiendo el legítimo objetivo empresarial de lograr beneficios con este tipo de recursos asistenciales y de atención a personas, la calidad y seguridad de los servicios prestados debe estar siempre por encima de cualquier otro interés.

Ante futuros y nuevos brotes de la Covid-19 o la expansión de cualquier otra crisis sanitaria, debemos estar preparados y las personas mayores necesitan y necesitarán siempre que sus ‘hogares’ durante esta etapa de su vida cuenten de manera integral con los profesionales, medios y recursos materiales necesarios que les permitan vivir de la mejor manera posible y garantizar su dignidad como persona.