La atalaya sanitaria
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20 jun. 2016 18:20H
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Esta frase de Francesc Miralles “en la era de la apariencia es prácticamente imposible llevar una vida auténtica, da pié a la primera idea que quiero trasmitir en este artículo, y es que  no termino de creerme que los políticos quieran profesionalizar la gestión de la sanidad. Apariencia, 'postureo', “decir lo quieren escuchar y no lo que realmente pienso”, son diferentes formas de expresar lo que sucede.
 
Una y otra vez oímos hablar sobre gestión de la sanidad, su necesaria reforma, la profesionalización de su gestión, que se deje la Sanidad el margen del debate político. ¿Alguien cree realmente esto? Yo hace mucho tiempo que no creo prácticamente nada que venga de los políticos, pues llámenme escéptico, incrédulo, desencantado, o cualquier otra cosa, pero la realidad es que en mi pensamiento y experiencia, las diferencias entre unos y otros en lo que se refiere a sanidad son apenas perceptibles. Todos dicen una cosa cuando están en la oposición, y hacen lo contrario cuando gobiernan. En materia de sanidad, y siento decirlo, todos son iguales.
 
Todo político que se precie incorpora a su argumentario sobre sanidad la misma cantinela. “Sanidad pública, universal, gratuita y de la máxima calidad”. Es increíble que esté escuchando esta frase a todos los políticos, y con ello me viene a la cabeza el que más la utilizó, que no fue otro que el 'privatizador Fernández Lasquetty'. Extraña coincidencia. Pero veamos la frase de marras. Pública sí lo es, aunque el servicio tenga un importante y cada vez más creciente componente de provisión privada/concertada. Universal no es ni ha sido nunca. Hay un sector de población que siempre ha estado fuera de la cobertura. Gratuita no es. La sanidad se financia con nuestros impuestos y la pagamos todos. Y lo de máxima calidad es para nota. Calidad tiene y mucha, gracias a los profesionales y a pesar de que no siempre se puede trabajar en unas condiciones adecuadas.
 
Y me gustaría destacar algo que creo es muy importante. Cuando hablamos de hacer un Pacto por la Sanidad, y en ello están aparentemente todos conformes, deberíamos mirar bien al político que lo dice y analizar los gestos, la comunicación no verbal. Dudo que alguien sea tan bueno como para no demostrar que en el fondo tienen la risa contenida, los dedos cruzados en el bolsillo, o cualquier otra forma habitual de desmentir con los gestos lo que se dice y expresa de forma verbal. ¿Quién es el ingenuo que se cree que un político no hará uso partidista del 45% del presupuesto de una comunidad autónoma? Yo no. Los madrileños somos testigos de cómo la sanidad y la construcción de hospitales y líneas de Metro a su puerta cambió el color político del “cinturón rojo de Madrid”. Importó muy poco si los estudios y planificación eran adecuados o si realmente se necesitaban más allá de criterios de índole política.
 
Ahora al discurso ya viejo de la sanidad y su imposible pacto, se añade otra de las falacias que están en estos momentos sobre la mesa y el debate: la “profesionalización de la gestión”. Es que lo escucho y me da la risa. Todos hablan de ello, todos firman proposiciones de ley, todos dicen quererlo, pero de nuevo yo no me creo nada. Conociendo el panorama y la historia, algunos pensarán "¿y dónde coloco a los míos? ¿Cuando cese en mi cargo dónde me coloco? Esta es la autentica realidad. Y es cierto, y en eso debo romper una lanza por los gestores, que la mayoría son competentes. Lo que pasa es que también es cierto que los puestos se dan más por afinidad que por méritos, y con ello se deslegitima el sistema. No hay transparencia alguna en los nombramientos. No se hacen concursos, no se presentan proyectos, no se valoran candidatos. No hay criterios conocidos para nombrar y aún los hay menos para cesar.
 
Tenemos cierta esperanza en el modelo de profesionalización que está diseñándose en Madrid, aunque de lo conocido hasta la fecha, no me parece que se ajuste a lo que deseamos. No me gustaría ser agorero, y prefiero esperar a su publicación para hacer una crítica basada en realidades y no en proyectos. Espero no nos defrauden y que todo lo que digo, escribo y siento se pueda cambiar. La esperanza es lo último que se pierde. 

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