Dice Ernesto Sábato que “nada de lo que fue vuelve a ser, y las cosas y los hombres y los niños no son lo que fueron un día”. Esta frase resumen muy bien mi pensamiento acerca de lo que es el MIR, extensible a las otras formaciones sanitarias especializadas, un modelo de formación especializada reglado para médicos y otros facultativos, que nació allá por el año 1978, aunque ya años atrás existía la formación en escuelas profesionales y en varios hospitales se creó la figura del médico interno. Modelo de formación basados en la “residencia” del médico interno. Todo ello se terminó regulando en el año 1978 mediante el Real Decreto 2015/1978, de 15 de julio, por el que se regula la obtención de títulos de especialidades médicas.
Hay que leer este Real Decreto para comprender los cambios que luego se han ido sucediendo; es necesario conocer el origen y posterior evolución de lo que en el se contempla. Desde las especialidades que en ese año 1978 se definen hasta lo que se dice en su artículo 5, que de forma literal establece lo siguiente:
Las enseñanzas de especialización podrán cursarse:
a) Por el sistema de residencia en los Departamentos y Servicios hospitalarios y, en su caso, extrahospitalarios, que reúnan los requisitos mínimos de acreditación.
b) En las Escuelas Profesionales de Especialización Médica, reconocidas por el Ministerio de Educación y Ciencia o que en lo sucesivo se reconozcan y que reúnan los requisitos mínimos de acreditación.
c) En los Departamentos de las Facultades de Medicina para las especialidades de las disciplinas que integran cada uno de aquéllos, previa la correspondiente acreditación.
d) Para las especialidades que requieren una formación multidisciplinaria, podrán agruparse varios centros para solicitar la acreditación.
e) Por la convalidación en España de la formación especializada adquirida en el extranjero.
Llama la atención que se permite y regulan las vías alternativas al sistema de residencia, alternativas que decayeron y quedaron fuera dado que el modelo de residencia se ha impuesto y nadie duda de que ha sido un modelo de éxito, lo que no quiere decir que no requiera de actualización y cambios.
Se crea la Medicina Familiar y Comunitaria como una especialidad más, pero no hay estructura para su desarrollo. No hay Centros de Salud, sus orígenes están ampliamente influenciados por los especialistas en Medicina Interna y Salud Pública y está sin definir el programa docente. Los problemas vinculados a la nueva especialidad eran propios y para nada se podían asemejar al resto de especialidades.
El Sistema Nacional de Salud, su desarrollo y su modelo, está basado en niveles asistenciales; por un lado la Atención Primaria, no voy a entrar ahora en cómo se gestó la urgencia extra hospitalaria, y por otro la Atención Especializada; modelo en el que durante décadas y aún en estos momentos, no termina de entenderse que ambos son “especializados”; duele ver que tras 45 años no ha calado entre los propios profesionales y los pacientes que, el médico de Familia, es tan especialista como lo puede ser, por ejemplo, el cirujano torácico o el internista; médico general, médico de cabecera o, lo que es peor, médico de Atención Primaria, son términos mucho más asentados que el de Médico de Familia.
Pero la historia continúa y en 1995 una Directiva Europea establece como necesaria una formación específica de al menos 2 años. El ejercicio de la medicina “general” en el ámbito de la asistencia pública precisa como requisito la formación especializada. Se crean entonces dos tipos de médicos de Familia, la vía MIR y los denominados “pre-95”, aquellos que terminaron antes de 1995 su licenciatura en medicina y estaban facultados para el ejercicio como médicos de Familia.
Durante años se ha convivido con los dos modelos, no sin suspicacias y ciertas dificultades para salvar el acceso a las OPEs de los unos y los otros, haciendo posible que la irrupción importante de los especialistas vía MIR no dejase sin opciones a los que seguían siendo una gran cantidad de médicos de Familia que ejercían la especialidad de forma adecuada. La valoración del MIR a efectos de méritos en la OPE se negoció y se llegó a un acuerdo que daba satisfacción a ambas partes.
Pero la historia no termina ahí. La Atención Primaria se ha convertido en la base del Sistema Sanitario, bueno, mejor decir que se dice que se ha convertido en la base del Sistema, aunque la realidad es que esta base tiene los pies de barro y está en franca descomposición. Faltan médicos, especialistas de Medicina de Familia y Pediatría, las causas son múltiples y bien conocidas. Esta carencia de especialistas ha dado origen a un serio problema, un retroceso de décadas, la vuelta al modelo de médico licenciado/graduado sin especialidad que ejerce como médico de Familia, fuera de la legalidad y consentido por las Administraciones, un posible intrusismo que hay que parar.
Llegado a este punto, tras ver lo sucedido este año con el examen MIR y la polémica por una pregunta infame acerca del ejercicio de un médico y su catalogación como posible trastorno de la personalidad, me planteo si ya ha llegado el momento del cambio, si es preciso modificar el acceso a la formación especializada, si el modelo actual se ha quedado obsoleto.
Medicina sigue siendo la carrera más larga, 6 años de formación, en ella se estudian las asignaturas básicas y también las diferentes materias propias de las especialidades, incluyendo conocimientos que van más allá de lo que se podría considerar mínimos necesarios. Ha cambiado muy poco el estudio de mi licenciatura en medicina con el actual grado de medicina. Esto sería un primer debate que debemos acometer. ¿Es necesario cambiar el contenido de los estudios de Medicina? ¿Dado que es necesaria la posterior especialización, es posible acortar el número de años? ¿Debe aumentarse la duración para incluir la formación como generalista, como médico de Familia, en los estudios de quien así lo desee? ¿Es necesario hacer dos itinerarios diferenciados para el que desea ser generalista y los que quieran optar a otra especialidad? ¿Hay que adecuar el número de plazas acreditadas para la formación como médico de Familia y el número de egresados? ¿Es posible diferenciar el examen para la formación especializada entre los que desean acceso a Medicina Familiar y el resto de los especialistas? Me podría plantear muchas otras preguntas, todas ellas de compleja respuesta, de discusión y difícil consenso. En cada una de ellas sería posible ahondar y escribir un artículo de opinión.
Volviendo al título de este artículo, “MIR, cambiar o no cambiar, esa es la cuestión”, ¿seguimos cómo estamos o cambiamos? Seguimos haciendo lo mismo, permitiendo que el deterioro progresivo acabe obligando al cambio cuando el Sistema muera, o hacemos cambios antes y con planificación adecuada. Lo que no podemos ni debemos hacer es seguir mirando hacia otro lado e introducir adulteraciones y permitir el retroceso y la vuelta, por la puerta de atrás, al modelo médico licenciado/graduado es igual a médico de Familia especializado. Y que conste que, en diferente medida, también hay que replantearse el modelo de acceso a las otras especialidades.