Siempre comienzo mis artículos con una cita, y ésta suele ser de un escritor o un filósofo; un, llamémosle, sabio. Y, en esto del fútbol, el sabio de Hortaleza era Luis Aragonés. Pero resulta que he leído una frase de otro mito del fútbol, el gran Johan Cruyff, que decía: “Para jugar bien, necesitas buenos jugadores, pero un buen jugador casi siempre tiene el problema de la falta de eficiencia. Él siempre quiere hacer las cosas más bonitas de lo estrictamente necesario”. Y así es: adornarse más de lo debido puede ser ineficiente también en Medicina. Pruebas repetidas, estancias innecesarias, resolución de problemas en nivel asistencial no adecuado, etc., pueden hacer el sistema ineficiente.
Sin embargo, nuestro sistema sanitario es muy eficiente, y resiste cualquier comparación con los de nuestro entorno. No se debe ni se puede comparar lo que no es comparable. Un sistema público como nuestro Sistema Nacional de Salud, nada tiene que ver con otro como el de Estados Unidos, o simplemente con un gran sistema privado de salud. Las coberturas, la organización, los servicios, las infraestructuras, etc., no son comparables. Cada uno en su modelo puede ser eficiente, pero comparar en igualdad ambos modelos constituye un error. Cada uno debe buscar su eficiencia, y puede hacerse aplicando modelos diferentes. Y no vale comparar costes de cosas no comparables.
Una de las preocupaciones de quienes trabajamos en el sector público reside en la derivación de pacientes a clínicas privadas concertadas. Esto se hace, además, de forma poco clara, y, en algunos casos, bajo sospechosa metodología. Si se añade que las derivaciones se hacen sin explicar los motivos, sin dar oportunidad a los servicios públicos de incrementar actividad y con ello la no necesidad de las derivaciones; si se hace, en definitiva, a partir de la excusa de que es más costoso hacerlo en la sanidad pública, que hay mucha lista de espera, o que somos ineficientes, pues aún se genera más rechazo. Veamos, pues, qué está pasando.
En mi etapa de gestor ya sucedía esto, y se derivaron cientos de intervenciones de prótesis de cadera, cataratas, etc., al concierto, y eso no lo puedo negar. Se seleccionaba lo derivable, se calculaba el coste de cada procedimiento realizado en el hospital y en el concierto, y resultaba más barato este último. Ello obligaba a realizar un análisis de costes concienzudo y pormenorizado, que normalmente concluía con lo mismo. Si se excluye el elevado coste repercutido por las infraestructuras y servicios comunes del hospital, lllamémosle mano de obra, no es mayor si las intervenciones se realizan dentro de unos parámetros estandarizados de calidad en ambos sistemas.
Bien. Si tenemos las grandes infraestructuras ahí, se usen o no se usen, y tienen unos costes fijos, lo queramos o no, durante el tiempo en que están paradas las instalaciones, el gasto lo tenemos, pero no la producción. ¿Qué impide que en estos tiempos se dé rentabilidad? ¿Cuál es el motivo por el que, durante las tardes, en muchos hospitales estén sin utilizar los quirófanos, las consultas o los equipos de Radiología, laboratorios, endoscopios, etc.? ¿Qué impide que los profesionales completen su jornada en estas horas? ¿Qué impide que los profesionales que deseen incrementar su jornada de forma voluntaria, y lógicamente retribuida, lo hagan?
¿A alguien le interesa que esto sea así? Si el coste por procedimiento se iguala o incluso es menor que el concierto, ¿por qué no se hace? Bueno, puede ser que estos datos no sean conocidos, o si lo son no sean públicos, o simplemente no se quieran conocer, aunque lo dudo. Tanto si es para demostrar una cosa o la contraria, es imprescindible hacerlo público, y, si es necesario, llegar a un acuerdo para hacer eficiente lo que pudiera no serlo. Estoy seguro de que los profesionales lo aceptarían, pero siempre con conocimiento, claridad, trasparencia, y alejado del habitual “porque yo lo digo”, “porque yo estoy legitimado”, “porque tengo la mayoría”, o el frecuente “tú a callar, que de esto no sabes”.
Tiempos políticos nuevos y nuevas políticas. Dejemos que los profesionales sean copartícipes de la toma de decisiones. Dejemos que los profesionales que lo deseen puedan demostrar sus capacidades, permitan desarrollar sus ideas, hagan cuentas con ellos, y miren más allá del corto plazo. Seguro que encontramos puntos de entendimiento, zonas de confort mutuo y confluencia de intereses, que siempre y, en último extremo, harán que el sistema sea mejor, sostenible y eficiente. Los profesionales no son enemigos, y los gestores tampoco. El problema es que llevamos caminos diferentes. Pasar de estructuras piramidales y muy jerarquizadas, a otras con mayor autogestión, más autonomía, más parecidas a las grandes empresas de conocimiento. La responsabilidad de los profesionales y su saber hacer, demostrarán que esto es el futuro. Y no pongo nombre a esta nueva estructura, a este modelo, pues puede ser malinterpretado por quienes de forma rutinaria no desean que nada cambie, y éstos están a ambos lados de la mesa.