Hacer un Don Tancredo: “ser imperturbable o mostrar inmovilidad ante una amenaza o un problema en lugar de enfrentarse a él”. El conocido Don Tancredo es un lance taurino que consiste en permanecer quieto sobre un pedestal esperando la salida del toro, confiando en que éste no te embista. Esta imagen, la de una persona quieta confiando en que pase el toro y no le cornee, es la que me viene a la cabeza cuando pienso en el Sistema Nacional de Salud, en cada servicio de salud de las diferentes CCAA, en nuestro modelo sanitario.
He escrito varios artículos en esta tribuna en relación con la necesidad de cambiar nuestro Sistema Sanitario, refundarlo, reiniciarlo, construirlo de nuevo, etc. Pero veo que entre nuestros insignes dirigentes no cuaja la idea. O no ven el problema o, si lo ven, miran hacia otro lado. También puede ser que con ellos no va el problema, son VIP a la hora de tener acceso a los servicios sanitarios, trato preferente, son políticos y tienen contactos, se saltan las listas de espera, tienen seguros privados, no sufren lo que sufren los pobres ciudadanos de a pie.
Ya se me queda obsoleta la imagen del Titanic hundiéndose, este barco llamado Sistema Nacional de Salud está hundido, ha tocado fondo. Puede que así sea más fácil que se piense en la necesidad de construir un nuevo Sistema. Todos, absolutamente todos los servicios de salud, da igual quien lo dirija, da igual el color político, incluso hasta da igual (esto de para una tesis doctoral) lo que se gaste en Sanidad (sea en PIB destinado a Sanidad o gasto por habitante y año), han tocado fondo. Estamos ante un claro final de modelo y quien no lo quiera entender, tiene un problema.
Se han juntado varios factores que pueden entenderse como las causas del agónico final del sistema. Partíamos de una situación de deterioro muy importante, con infrafinanciación evidente, falta de profesionales, infraestructuras deficitarias y obsoletas en muchos casos, unos defectos estructurales sin solución, listas de espera inabordables, cada día más demanda asistencial, etc. Y a ello se suma la crisis de la Covid-19, una tragedia no vivida desde hace más de 100 años, una situación que nos ha puesto ante el espejo y hemos visto reflejarse la imagen de la impotencia, la falta de estructuras asistenciales, de plantillas, los problemas de la crisis de la Atención Primaria, la falta de inversión en Salud Pública, el abandono de los siempre necesarios servicios de urgencias, etc. Las costuras han saltado y, con ello, el propio sistema ha colapsado.
Hay que saber sacar lo bueno de los momentos difíciles, superarlos con imaginación y mucha voluntad. El sistema sanitario es uno de los pilares básicos de nuestra sociedad, todos lo necesitaremos en algún momento, te ayuda a nacer, te acompaña en tu desarrollo, soluciona los graves problemas de salud que se puedan presentar, te acompaña en el final de la vida. Solo por esto ya habría que entender que es necesario creer y apostar por tener un modelo sanitario acorde a los tiempos y las muchas necesidades asistenciales de los ciudadanos.
En ocasiones te surge la duda sobre si algo es mejor repararlo, rehabilitarlo o reformarlo, cuando aún es posible, pero en este caso cuando ya ves que todo está deteriorado, viejo, no funciona, tiene graves fallos estructurales, los “cimientos” que sostenían el edificio han colapsado, te tienes que preguntar ¿no será mejor derribar todo y construirlo de nuevo?
A esta pregunta deben contestar los que tienen la capacidad para tomar la decisión, los políticos. La lógica política no la conozco, pero la lógica de un ciudadano me dice que es mejor construir un nuevo modelo, adaptado a las necesidades actuales, con visión de futuro, adelantándose a los tiempos, un modelo más flexible, capaz de soportar las tensiones asistenciales que todos los años se repiten (gripe, veranos, etc.).
Y claro, llegado a este punto, lo siguiente sería encargar al “arquitecto” en nuevo edificio, el proyecto para la obra, el estudio técnico necesario, cuantificar los costes, estudiar las alternativas, modelos, plantear ideas innovadoras, y, en definitiva, dejar que los expertos hagan su trabajo. Después, se pone precio y se dota de los recursos presupuestarios necesarios.
Se que predico en el desierto, se que esto le importa muy poco a los responsables, que ellos están en otras cosas. Pero a los profesionales les preocupa la situación, incluso cada día hay mas que abandonan el Sistema, que se marchan a países dónde les valoran de forma adecuada; no digo ya lo que les preocupa a los pacientes, que sufren las consecuencias, que ven cómo una cita para ver a su médico de familia o al pediatra se retrasa 14 días, que las urgencias extra hospitalarias se cierran (pongamos que hablo de Madrid), que la urgencia hospitalaria está haciendo aguas por todos los lados (falta de especialidad, falta de profesionales, largas esperas, “pasillos”, falta de camas, suplidas por sillones, horas o días esperando ingreso por falta de camas, etc.) o que las esperas para una consulta, una prueba complementaria o una intervención quirúrgica, son vergonzosas.
La solución está en nuestras manos, la presión de los profesionales y los pacientes es necesaria, solo así será posible que nuestros políticos sientan la necesidad de acometer este serio problema. Que lo que les importa, el voto, está en peligro.
Para terminar, quiero recordar que hacer un Don Tancredo no siempre termina bien y que, en ocasiones, el toro te embiste y es mejor no tentar a la suerte. La embestida un Sistema Sanitario es seguro que genera tal fuerza que se lleva por delante a todos. No lo permitamos, la Sanidad es algo muy serio.