Participaba recientemente en una mesa redonda en la que se hablaba de innovación y tecnología en la gestión sanitaria, y no puedo resistirme a la idea de publicar en esta tribuna lo que en líneas generales fue mi intervención.
Inicio en esta ocasión este artículo con una de las habituales frases, en esta ocasión es de Joaquín Callabed y es el título de un libro que dice, "cuidar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre"
En estos momentos, a mi juicio, la mayor innovación y tecnología de última generación, no son las modernas terapias génicas, el big data, la inteligencia artificial, la RNM, el TAC, el PET, los modernos Da Vinci, etc. No, la mayor innovación, la más coste/eficiente y coste/efectiva, lo más novedoso, lo verdaderamente revolucionario es recuperar el tiempo, el tiempo de dedicación al paciente. Es la empatía, la cercanía, mirar a los ojos, dar la mano, presentarse, el respeto.
La medicina que yo aprendí en la década de los años 70 se basaba en la historia clínica clásica, aquella que empezaba preguntando al paciente ¿Qué le pasa, desde cuándo, a qué lo achaca? Dónde la exploración concienzuda, la inspección, palpación, percusión, auscultación eran pilares fundamentales, el momento en el que el médico y el paciente sentían ese contacto humano. Después, en un acto propio de nuestro conocimiento, se elaboraba mentalmente un diagnóstico diferencial, se pensaba que pruebas complementarias eran necesarias, y se concluía con un diagnóstico y tratamiento.
Esto era la base de la medicina, del ejercicio de la medicina, algo que ahora se está perdiendo, y no por falta de formación del médico, sino por la falta de tiempo. Parece que ya solo producimos, listas de espera, demoras medias, estancias medias, índices de ocupación o rendimientos quirúrgicos, GRDs, etc., cuando lo nuestro, lo intrínsicamente relacionado con nuestra profesión, es general salud, curar en lo posible, aliviar o al menos paliar el sufrimiento del paciente. Medicina de calidad si, por supuesto, pero también cálida, cercana, cargada de humanidad.
Terminábamos la mesa redonda y preguntaban por la creación de una Dirección General para la Humanización en la Consejería de Sanidad de Madrid, y no pude reprimirme y decir que para mí esto es un serio error, pues es oficializar y reconocer que la medicina está deshumanizada, una profesión humanista, que trata con el sufrimiento de las personas, no puede estar deshumanizada. Tratamos con el sufrimiento y con el dolor de los pacientes, ¿Qué puede ser más humano que buscar su alivio? Ahora, para rematar el despropósito, presentan un autocuestionario para valorar la humanización, ¡lo nunca visto!, no tenemos tiempo para atender como se merecen los pacientes y vamos a dedicarnos a autoevaluarnos con un cuestionario. Dennos tiempo, dennos medios, dennos espacios amigables para desarrollar esta relación médico-paciente en las condiciones que necesitamos.
Esta es la revolución, la innovación y máxima tecnología, la recuperación el tiempo. No necesitamos ingenieros de procesos que vengan a analizar nuestras ineficiencias, a enseñarnos cómo debemos hacer las cosas, a medir resultados cuando no se nos permite trabajar en condiciones dignas, para el paciente y para nosotros mismos. Y no estoy oponiéndome a los avances tecnológicos, a las nuevas terapias, a la innovación, solo recalcando que antes debemos dotarnos de lo más básico, de lo imprescindible, que no es otra cosa que el tiempo que cada paciente necesita, sin el constante agobio del tic, tac que tañe en nuestras cabezas.