Hemos conocido recientemente que el nuevo ministro de Sanidad, Salvador Illa, es filósofo de formación. Esto ha generado bastantes comentarios, críticas por no ser profesional de la Sanidad, justificaciones calificándole de buen gestor; en definitiva, ha puesto al Ministerio de Sanidad en el candelero político.

La verdad es que hablar de filosofía y hacerlo quien la estudió sin mucho placer en 6º de bachiller allá por el año 1972, no es sencillo. Para comprender a lo que nos enfrentamos tengo que recordar esta frase de la filósofa estadounidense Ayn Rand: “Para vivir el hombre debe actuar; para actuar, debe tomar decisiones; para tomar decisiones, debe definir un código de valores; para definir un código de valores debe saber qué es y dónde está. Necesita metafísica, epistemología y ética… Filosofía. No puede escapar de esta necesidad”.

Visto así, para actuar, tomar decisiones, tener un código de valores, saber qué se es y dónde se está, ¿qué mejor que la filosofía? Pues eso, que tenemos un filósofo al frente de la Sanidad y confío en que sepa actuar, tomar decisiones, tenga un código de valores y sepa lo que es y dónde está. La Sanidad lo necesita.

Son muchos los cambios que se han producido en tan poco tiempo. Un nuevo Gobierno, una propuesta de incrementar el gasto en Sanidad hasta el 7% del PIB, un nuevo Ministro de Sanidad, así como suena, a secas, sin consumo, bienestar social o igualdad. No recuerdo la última vez que la Sanidad tenía un Ministerio en exclusiva.


"¿Tan importante es la Sanidad como para tener un Ministerio propio y exclusivo? Para mí que no, pero ojalá me equivoque"


¿Tan importante es la Sanidad como para tener un Ministerio propio y exclusivo? Para mí que no, pero ojalá me equivoque. La sanidad está transferida a las comunidades autónomas, pero el Ministerio tiene un papel fundamental en la coordinación y cohesión del sistema.

Me cito a mi mismo y repito esta frase que escribía en esta misma tribuna el pasado mes de julio y que titulaba 'Rechazar "la joya de la corona" dice mucho de quien lo hace'. "Hay retos por delante muy importantes.
Aumentar el PIB dedicado a Sanidad, mejorar la cohesión del Sistema, dar respuesta a los graves problemas de falta de profesionales y la gran precariedad que sufrimos, mejorar las infraestructuras, adecuar las condiciones laborales a lo que se necesita, terminar por resolver las macros OPEs pendientes, los traslados, adecuar las especialidades a la realidad (urgencias, infecciosas…etc.), cartera de servicios única y coordinada, calendario único de vacunación…etc. Demasiadas cosas pendientes y pocas expectativas de solución. Equipos ministeriales de corta duración, cambios permanentes, proyectos a medias, todo por hacer,
y los grandes dirigentes políticos jugando con la Sanidad como moneda de cambio, y encima nadie la quiere".

Pues ha llagado el momento y ya hay quien la quiera; en el reparto de carteras ministeriales, ha recaído la responsabilidad en el Ministro Filósofo. Y me parece muy bien que dejemos de pensar en lo que es, lo que ha sido, qué ha estudiado o cómo ha llegado al cargo. Lo que me preocupa ahora es que trabaje duro para resolver los problemas, que se rodee de un equipo de profesionales del sector que entiendan de lo que hablan, que marque la política sanitaria y deje que los asesores y profesionales la realicen. Ser ministro no requiere conocer en profundidad la materia, claro está que siempre es mas sencillo y posiblemente mejor si ya viene aprendido de casa, pero demos tiempo al tiempo. Mejorar lo que en muchos casos hemos tenido no es complicado. A poco que aplique un poco de sus conocimientos y se tome las cosas con filosofía, le irá bien. Y tomarse las cosas con filosofía le ayudará a sobrevivir en ese lodazal que es en Consejo Interterritorial, donde los diferentes consejeros de las respectivas CCAA, velan por sus intereses políticos mas que por el bien general de la Sanidad; donde el ego puede con la generosidad; donde cada uno quiere ser ese “macho alfa” que marca su terreno. Y para todo esto, cierto es que la filosofía le vendrá muy bien.

Solo queda desearle suerte; su suerte será la nuestra.

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