Dice Milton Friedman que “uno de los más grandes errores es juzgar a los políticos y sus programas por sus intenciones, en vez que por sus resultados”. Vienen elecciones, con ellas los ya habituales “puedo prometer y prometo”, bienvenido Mr. Marshall, mentiras electorales, programas y más programas que no son otra cosa que una declaración de intenciones, una lista de ideas, ensoñaciones, buenas intenciones, etc., pero que todos sabemos que son papel mojado, que cuando llega el momento de plasmarlas y hacerlas realidad, aparecen las excusas, las habituales “herencias recibidas”, la resistencia al cambio, el déficit económico, la falta de presupuesto, es que no me han dejado, que si “Europa no nos deja”, que si el Gobierno central…Siempre quedarán esos partidos que saben que nunca gobernarán y se pueden permitir proponer a todos alcanzar el cielo, convertirnos en altos, rubios y de ojos azules; creo que se me entiende.

No quiero ser pesimista, ni ser considerado un descreído, pero ya son muchos años de enfrentarme a elecciones generales, autonómicas, municipales, incluso a elecciones más micro como las de mi colegio de médicos, y ver que todo es mentira, que se promete hacer y luego no se hace, que las excusas superan a los logros y que no hay rendición de cuentas, que esto de las elecciones es como un continuo “déjà vu”, un caminar en circulo en el que no se avanza, del que nunca se sale.

Es cierto que con el gran cambio político que vivimos a partir del año 1982 y las leyes sanitarias que nos trajeron aquel nuevo modelo sanitario, el Sistema Nacional de Salud, los grandes hospitales, la implantación de los Equipos de Atención Primaria, el desarrollo de unas urgencias extrahospitalarias potentes, incluso el desarrollo de los servicios de salud pública o el comienzo de una gran reforma de la salud mental, generó una Sanidad que nos dio ilusión, avances importantes, un sistema sanitario público de calidad reconocida, incluso nos puso como referente de los países de nuestro entorno. Sistema eficiente, con resultados increíbles en relación con el gasto que generaba, eso sí, siempre a expensas del maltrato o, al menos, de un no muy buen trato a los profesionales.

Pero también es cierto que llevamos unos cuantos años, alguna década, viendo un progresivo deterioro del Sistema Sanitario, un deterioro que sufren los pacientes y los profesionales; hay una constante queja y demandas de mejoras por parte de ambos, pacientes y profesionales; los pacientes ya no quieren ser pacientes, han perdido la paciencia, las esperas para ver a su médico, para hacerse una prueba complementaria o para someterse a una intervención quirúrgica ya no se toleran; los profesionales se han cansado de su constante “buenismo”, de que su vocación sea el origen del mal, han perdido la vergüenza y ya reclaman un trato digno, una retribución adecuada y que reconozca su valía, ya no quieren ser “esclavos” en un sistema que exige horarios desmesurados, descansos escasos, una dedicación vocacional, no, esto se terminó.


"Se acercan las elecciones autonómicas y en unos pocos meses la generales. Volveremos a vivir los habituales 'puedo prometer y prometo”



Todo esto, la necesidad de un cambio, dar respuesta a las demandas de pacientes y profesionales, requiere de un serio y profundo análisis, hacer frente a unas reformas que son ineludibles, creer realmente que la Sanidad es un pilar del estado de bienestar y que esto requiere inversión, no gasto, insisto en que la sanidad es una inversión que genera inmensos beneficios en salud, expectativa de años de vida ajustados a calidad, en definitiva, una prolongación de años de vida de los ciudadanos. También es cierto que esto genera unos profundos cambios en las necesidades y demandas de una sociedad cada día más envejecida, en la que la pirámide de edad se invierte, donde vemos que la cronicidad y los problemas sociosanitarios son ahora los que requieren esfuerzo e inversión. Todo cambia, con ello se hace imprescindible que el Modelo Sanitario también cambie, que se adapte a las necesidades de cada momento.

En este punto es en el que estamos. Hay consenso en cuanto al análisis y las necesidades de cambio, incluso en gran medida hasta en qué deberíamos hacer, puede que no tanto en el cómo y cuando hacerlo, en el modelo mejor para gestionar esto. Llegado a este punto me pregunto: si hay acuerdo en que hay que hacer un cambio, ¿qué impide hacerlo? Yo lo tengo claro, lo impide la política, el partidismo, los egos, querer ser protagonistas, actores principales, nada importan los pacientes, los ciudadanos y los profesionales. A estos solo les piden su voto, lo que más interesa.

Termino como empecé, se acercan las elecciones autonómicas y en unos pocos meses la generales. Volveremos a vivir los habituales “puedo prometer y prometo”, bienvenido Mr. Marshall, mentiras electorales y los habituales engaños que una y otra vez se repiten. Caminamos en circulo y cada 4 años volvemos al mismo punto de partida. Necesito ilusionarme, creer en algo, quitarme de encima este pesimismo crónico, sentir que aún es posible que llegue el cambio, ese cambio que todos prometen y auguran, pero que nunca llega.