Decía José Ingenieros que “En la utopía de ayer, se incubó la realidad de hoy, así como en la utopía de mañana palpitarán nuevas realidades”; frase que resume muy bien lo que a continuación quiero expresar.
Estamos inmersos en un momento en el que la necesidad de ver una salida al problema de la precariedad, la temporalidad y la permanente discusión sobre el modelo de relación laboral para los profesionales sanitarios, hace necesario buscar alternativas y perder el miedo a expresarlas en público. Parece que solo hay un camino posible, el camino marcado por la actual Ley, lo que contempla el Estatuto Marco y el Estatuto Básico del Empleado Público.
Las Leyes, los Decretos, las normas, son el resultado de lo que nuestros representantes políticos deciden configurando las mayorías necesarias. Por tanto, todo es posible, todo es susceptible de ser cambiado, solo hace falta voluntad política y entendimiento.
Ya he manifestado en más ocasiones que hay alternativa al modelo actual de acceso a la función pública en Sanidad. Incluso, y con los actuales marcos de regulación, es posible una interpretación diferente que ampare lo que planteo. Hay algo que no podemos cuestionar, y es que el acceso al empleo público debe seguir enmarcado por el respeto a los criterios de “igualdad, mérito, capacidad, publicidad y libre concurrencia”. En esto no caben dudas ni interpretaciones interesadas. También es cierto que estos principios no siempre se cumplen (o incluso raramente se cumplen) en su totalidad.
La Sanidad Pública, el Sistema Nacional de Salud, la Medicina en general, tiene una vitalidad tal que hace necesario adaptar los métodos de selección a la realidad. No podemos seguir anclados en el modelo actual, el del “personal estatutario”, una denominación que parece más moderna pero que no es otra cosa que un modelo de funcionario clásico de siglo XIX, que no es el más adecuado en los momentos actuales.
Cada año son miles los profesionales sanitarios que se deben incorporar al sistema, entre otras cosas por tener una estructura etaria que hace que en los próximos 10 años sea necesario el recambio de al menos un tercio de los mismos. Con el sistema actual, las famosas “ofertas de empleo público”, somos incapaces de hacer un relevo ordenado, ágil, eficiente, y, sobre todo, que respete el derecho a un trabajo estable y no sometido a las tasas de temporalidad actuales. Una oposición para sanitarios, desde que se aprueba hasta que se convoca y se desarrolla, supone en torno a los 4 o 5 años, aunque ya sabemos que siempre hay excepciones, pero son las menos.
Un médico tipo tiene una trayectoria que, en líneas generales, es muy similar. Se inicia con un acceso complicado y difícil a la universidad (los estudios de Medicina siguen siendo accesibles solo a un grupo muy selecto de estudiantes); después vienen esos 6 largos años de estudio duro e intenso (intentaron llamarnos “grado”, como otros muchos no precisamente iguales en exigencia); a continuación, y tras superar el examen para acceso a la formación especializada, obtienes una plaza para poder formarte durante otros 4 o 5 años. Al finalizar este periodo, la Administración te otorga un título de médico especialista, que certifica tu capacidad para ejercer como tal.
Y entonces comienza el verdadero “calvario”. Años de empleo temporal, con suerte alguna interinidad, las mas de las veces sustituciones, contratos de guardias, eventuales, etc. Todo ello con un modelo de acceso que, en el caso de especialistas hospitalarios, al menos en el SERMAS, no se rige por los criterios antes mencionados. No hay igualdad, ni se valoran méritos, ni hay publicidad y libre concurrencia. Solamente “estar en el lugar oportuno y en el momento adecuado”, “caer en gracia al jefe”, o tener un “perfil para una plaza con nombre”. Esta es la realidad.
Por eso vuelvo a soñar que puede ser real que algo utópico deje de serlo. Hace años que se inventó la solución, y se llama el “concurso abierto y permanente”. Que fácil sería que en el siglo XXI, en la era digital, cada profesional disponga de una carpeta personal en la que una vez “capacitado para el ejercicio de su especialidad”, pueda entrar en una lista baremada de méritos que sería la que nutre de forma ágil y sencilla de profesionales al sistema, con contratación/nombramiento como personal fijo, en tiempo real, y sin periodos de años de temporalidad. ¿Qué impide hacer esto? Que nos lo digan, y pongámonos a acometer los cambios normativos necesarios para posibilitarlo.
De verdad, creo que es cuestión de voluntad política. Pero claro, ahí me entran las dudas. ¿Existe voluntad de cambio?, o, por el contrario, ¿el sistema actual de precariedad le interesa a nuestros gobernantes? Mucho me temo que esta es la realidad y el mayor impedimento para hacer que lo utópico sea posible.