Decía Albert Einstein, “
si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Esta gran recomendación viene bien recordarla ahora, para
afrontar la crisis post Covid, una situación grave no solo en lo que se refiere al problema socio económico que debemos afrontar, sino también al gravísimo problema que el
Sistema Nacional de Salud debe acometer.
El Sistema Nacional de Salud, todos los Sistemas Sanitarios autonómicos,
todos los Servicios de Salud, se han visto sometidos a una tensión que, en mayor o menor grado, les ha afectado a todos ellos. El
colapso de los Sistemas Sanitarios ha sido un hecho. Se han roto las costuras del Sistema y hemos sobrevivido saliendo de esta situación sumidos en una crisis sistémica.
La
Ley General de Sanidad, Ley 14/1986 de 25 de abril de 1986, en su Título I “Del Sistema de Salud”, establece los principios básicos del mismo. ¡Qué lejos queda ese año 1986!
Han pasado 34 años y los principios siguen estando de plena actualidad. El desarrollo de la Ley se hizo y se quedó en la descentralización del Sistema, las transferencias de competencias en materia de sanidad, la creación de los diferentes Servicios de Salud, eso sí, cada cual fiel reflejo de las diferentes visiones territoriales, influidas mas por la búsqueda de la diferencia que por lo que sería el mínimo común.
Han pasado muchos años, se ha hablado mucho del modelo, su caducidad, la necesidad de actualizarlo, de buscar diferentes modelos alternativos,
en todos ellos se ha apostado en mayor o menor grado por la colaboración público-privada, en algunos Sistemas esto último se ha llevado al límite, incluso se pretendió “privatizar”,
eufemísticamente se llamó “externalizar”, los servicios sanitarios.
No hay “sistema libre de este pecado”, que no es tal y está basado en una Ley ampliamente refrendada, la
Ley 15/1997 de 25 de abril de 1997, sobre Habilitación de Nuevas Formas de Gestión del Sistema Nacional de Salud, con un solo artículo:
Artículo único.
1. En el ámbito del Sistema Nacional de Salud, garantizando y preservando en todo caso su condición de servicio público, la gestión y administración de los centros, servicios y establecimientos sanitarios de protección de la salud o de atención sanitaria o sociosanitaria podrá llevarse a cabo directa o indirectamente a través de la constitución de cualesquiera entidades de naturaleza o titularidad pública admitidas en Derecho. En el marco de lo establecido por las leyes, corresponderá al Gobierno, mediante Real Decreto, y a los órganos de gobierno de las Comunidades Autónomas -en los ámbitos de sus respectivas competencias-, determinar las formas jurídicas, órganos de dirección y control, régimen de garantías de la prestación, financiación y peculiaridades en materia de personal de las entidades que se creen para la gestión de los centros y servicios mencionados.
2. La prestación y gestión de los servicios sanitarios y sociosanitarios podrá llevarse a cabo, además de con medios propios, mediante acuerdos, convenios o contratos con personas o entidades públicas o privadas, en los términos previstos en la Ley General de Sanidad.
Desde entonces, lo único que hemos visto son diferentes fórmulas y en diferente grado de aplicación, de modelos que explotan lo contemplado en esta Ley. Una Ley que, por cierto, ahora es denostada por quienes la hicieron, la aprobaron e implementaron.
"Es un error 'vivir al límite', buscando al máximo la eficiencia, necesaria, sin duda, pero dentro de unos límites que permitan cierta elasticidad"
|
Aquello que fue un intento de cambio y “modernización” del sistema, que era intentar trasformar el modelo,
ha sido objeto de muchas disputas políticas, muchas discusiones partidistas y objeto de no pocos trabajos y estudios que intentan valorar si los diferentes modelos son más o menos eficientes.
Pero lo cierto es que, desde entonces, insisto, hace 34 años, no hemos sido capaces de sentar a los legisladores, hacerles ver la realidad, la
necesidad de acometer un profundo cambio que garantice la supervivencia de un Sistema Nacional de Salud potente, bien dotado, financiado suficientemente y con unos mínimos de calidad propios de los tiempos que vivimos.
Una vez pasado lo peor de la crisis de la Covid-19, que ha puesto de manifiesto que el Sistema Sanitario hace aguas cuando se tensiona, llegando a colapsar, demostrando que
es un error “vivir al límite”, buscando al máximo la eficiencia, necesaria, sin duda, pero dentro de unos límites que permitan cierta elasticidad, es necesario afrontar de forma urgente un cambio de modelo, una actualización profunda, que permita seguir disfrutando de una Sanidad de calidad, durante más tiempo.
De las crisis debemos aprender, analizar los problemas, los errores cometidos, extraer enseñanzas, no quedarnos en buscar culpables. Eso no soluciona el problema, y nos deja desarmados ante una situación similar que pueda aparecer en el futuro.
Es hora de tomar la Sanidad en serio, de hacer un pacto político de verdad, no solo hacerlo para quedar bien en los discursos. Me apena ver cómo políticos de calado, preparados y con buena cabeza, hacen ascos a este pacto por ver que en el se juegan el “manejo” del 42% del presupuesto de una Comunidad, el poder hacer “política de la Sanidad”, no “política sanitaria”. Espero que se aprenda de esta crisis y cambien algunas posturas netamente partidistas.
Después del sufrimiento pasado, de los miles de fallecidos, de la grave crisis que debemos afrontar, espero y deseo que nuestros políticos recapaciten, se sienten, hablen sin la “gorra de político”, escuchen a profesionales y gestores, y sean capaces de tomar en serio esto, dar soluciones y
blindar un modelo que tenga posibilidad de perpetuarse en el tiempo, flexible, capaz de hacer frente con holgura a situaciones de tensión, etc.
Solo terminar diciendo que, por desgracia, mi esperanza de que esto sea así, de que esto sea una realidad, es mínima, más ahora en un tiempo en el que
la crispación y el ambiente político está totalmente emponzoñado. Recuerdo con nostalgia los tiempos de la transición, del consenso, del sentido de estado, de otra política. Me gustaría ser optimista y que, cuando se acerca mi edad de jubilación, vea que a quien me sustituya le quede una Sanidad mucho mejor de la que me ha tocado vivir. Que
de verdad la Atención Primaria sea la base del Sistema, que los hospitales no estén permanentemente desbordados, que las listas de espera sean las mínimas razonables,
que alguien se acuerde de la Salud Mental, de los necesarios Servicios de Urgencias, hospitalarios y extrahospitalarios, que sean conscientes que la Salud Pública en un bien necesario en el que invertir es una necesidad y no un gasto superfluo, ¡tantas cosas que mejorar!