"Para hacerse comprender lo primero que hay que hacer con la gente es hablarle a los ojos" (Napoleón); qué difícil es mirar a los ojos cuando entre los interlocutores hay tantos pisos, pasillos, puertas, despachos o personas entre ellos. Es imposible que la comunicación sea fluida cuando hay tantas barreras interpuestas. O dicho con palabras de la era del 2.0, la comunicación está 'apagada o fuera de cobertura'. ¿De qué comunicación hablo? Pues de la que no hay entre directivos de instituciones sanitarias y los profesionales que en ellas trabajan.
Sé que generalizo, que hay importantes y notables excepciones, que no todo es negro en este terreno, y que incluso en algunas ocasiones la comunicación es fluida y directa. Las menos, he de decirlo también.
Estamos en la gran época de las comunicaciones, hay todo tipo de tecnologías que facilitan el contacto, tenemos unas redes sociales potentes y cada día más utilizadas. Es más, algunas de ellas se han utilizado para ofrecer trabajo a médicos para plazas de difícil cobertura, por ejemplo el consejero de Madrid vía Twitter, o recientemente un gerente de Valencia vía Facebook. Realmente sorprendente.
Hablamos de ‘globalización’, ‘comunicación on-line, ‘videoconferencia’, ‘e-mail’, ‘big data’, etc., y creemos que en los momentos que vivimos el que no se entera es que no quiere hacerlo. Pero realmente, ¿cuántos profesionales utilizan las redes sociales?, ¿cuántos profesionales ven a diario su correo electrónico?, ¿cuántos tienen cuentas de Twitter, Facebook, etc.? Yo no lo sé, pero sinceramente creo que muchos menos de los que quienes utilizamos estos medios nos creemos. Y siguiendo con la terminología moderna, no todos somos unos ‘frikis’.
Realmente sorprende que entre los habituales de estos medios de comunicación sea sencillo establecer contactos con los más altos jerarcas de la organización. En Madrid tenemos un claro ejemplo en el consejero. Contactar y establecer comunicación directa con él, a través de una de las redes sociales más ágiles, es más fácil que hacerlo con tu director médico, tu gerente o tu inmediato superior jerárquico. Esta es una de las grandezas de la era del 2.0. Hablar y comunicar está al alcance de todos, solo hay que dar con interlocutores que también pertenezcan a este mundillo de 'frikis' de la tecnología, o al menos entiendan que su utilización es necesaria.
Pero esto no es lo habitual. Seguimos en manos de ingentes cantidades de responsables, jefes, directores, gerentes, etc. a los que hay que ‘solicitar audiencia’, ‘pasar por registro las solicitudes de reunión’, y menos mal que ya nos han quitado el papel timbrado y las pólizas, que algunos aún añoran y los más jóvenes desconocen. Eso sí, lo que parece que ya es la vía oficiosa de comunicación es el WhatsApp. Cualquier día alguien lanzará una encuesta para saber en cuántos grupos de WhatsApp estás incluido. Lo mismo hay que desarrollar este medio de comunicación y ‘oficializarlo’ como ‘Red Corporativa de Comunicación Institucional’. Con ello garantizamos que llegamos a casi todos.
La comunicación, la cercanía, la escucha activa, la asertividad, la empatía, son características que cualquier dirigente debería atesorar, fomentar y, si no las tiene, entrenar. Organizaciones como las sanitarias, basadas en el conocimiento, no pueden funcionar sin la participación de sus profesionales, y para ello es fundamental que la canalización de sus ideas, iniciativas, proyectos, propuestas, etc., puedan ser comunicadas a sus dirigentes de forma sencilla y clara. Y a la inversa, que las comunicaciones de las direcciones lleguen a los profesionales, a todos los profesionales, de forma clara y directa. Cualquier artefacto que lo distorsione hará que la comunicación sea fallida. Pensar que decir algo a alguien y que este alguien se lo traslade a los otros, es un acto de creencia en la bondad humana que, si ya ha demostrado algo, es que es un bien muy escaso. Tener información y no compartirla es tener poder, o eso creen algunos. Olvidan que ya no hay secretos y que lo mejor es la comunicación directa, no la filtrada. No conviene olvidar que hasta los despachos de ministros tienen escuchas. ¡Qué no sabremos de los demás despachos!
Para concluir, pasemos del ‘está apagado o fuera de cobertura’ al ‘cuéntame, soy todo ojos y oídos’.